jueves, 13 de junio de 2019

La ciencia no importa










Los logros de la ciencia son a todas luces incuestionables. Nos ha proporcionado una gran capacidad para explicar, controlar y transformar al mundo. La importancia de la ciencia aumenta, entre otras razones, porque ha profundizado en lo que se ha dado en llamar la sociedad del conocimiento.  Una sociedad en la cual la jerarquía del conocimiento crece constantemente en la medida que se aplica a procesos productivos y de servicios, y repercute en la vida personal y familiar del individuo. Pero la ciencia en estrecha relación con la tecnología pero se no garantizan la mejora social. La razón es simple: la ciencia hace poderoso al que la genera y sirve a quien la posee. Que tenga un beneficio depende de individuos, empresas y gobiernos inmersos en la política y la economía, y por la moral que detentan.

En el mundo de la ciencia hay países económicamente poderosos y socialmente desarrollados que llevan la delantera: Estados Unidos, China, Reino Unido, Alemania, Japón, India, Francia y Rusia, por referir algunos. Los países juntos de América Latina apenas representan el 1 % de la inversión en el mundo. En razón de ello mantenemos una relación de dependencia con otros países que invierten más y preparan cada vez más recursos humanos de alto nivel para que hagan ciencia no solo desde las universidades, sino desde la empresa en el sector productivo donde mantienen una estrecha relación.  Mientras ellos siguen formando doctores, invirtiendo en ciencia –solo Estados Unidos y China invierten el 27 y 21 por ciento del total de la inversión mundial en investigación y desarrollo-, en México el gobierno ha estimado que la ciencia no es importante.






Hay por lo menos tres signos inequívocos de ello: El primero es el recorte de 3 mil millones de pesos aplicado al CONACyT, equivalentes al 12 % de su presupuesto. Un segundo es que la ciencia no se mereció cinco renglones en el Plan Nacional de Desarrollo presentado al Congreso de la Unión, que, además fueron expresados sin objetivos ni metas; el tercero es que, si un investigador que debe trabajar con pares en el extranjero en proyectos conjuntos debe acatar un memorándum del presidente mediante el cual, el titular del ejecutivo es quien autoriza viajar al extranjero. Leyó bien, ¡por el presidente! Porque a su juicio le parece que viajan demasiado. Sin apoyos para sus proyectos, sin poder viajar al extranjero para ampliar su visión y concepción científica y disciplinar, sin tener rumbo en el plan, y con el estigma de la desconfianza en la espalda, quien quiere ser científico.  


*Director de Educación Media Superior (SE Jalisco).




















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