Salvador Encarnación
Un toro “voló” en la Plaza México —así lo festejó la prensa taurina— el 26 de enero de 2006. Fue noticia. Apenas si había salido Pajarito (nombre del animal) por la puerta de toriles al ruedo, cuando de un salto, pasando en vuelo el callejón llegó hasta la zona de tendidos. “Ahí va para arriba…”. “¡Uuuy! Llegó al público. ¡Llegó al público el toro!” Exclamaron los cronistas en tanto las cámaras de televisión, de video, fotográficas, inmortalizaban lo que nunca antes, en sesenta y ocho años —se dijo entonces—, en esa plaza se había visto. La gente gritó. Muchas personas brincaron entre las butacas intentando salvar la vida. En tanto Pajarito se movía con terror. Con horror. Lleno de miedo. Apenas cruzaba el minuto y catorce segundos cuando alguien llegó con un estoque de cruceta para descabellarlo en el tendido.