lunes, 25 de noviembre de 2019

Ciudad Guzmán: La revolución que nos llegó acá





Fernando G. Castolo*


Corren los últimos años del siglo decimonónico y los primeros del veinte, y la antigua Zapotlán el Grande parece estar en su mejor momento al experimentar un florecimiento comercial y cultural como nunca se había dado. La ciudad luce amplia y limpia; y en la trama urbana aparecen edificios monumentales, tanto por su arquitectura como por su volumen, que modifican aquel aspecto provinciano e impregnan un aire de modernidad. También los pobladores modifican su forma de vestir y atrás han quedado los pantalones de manta de los hombres y los rebozos de bolita de las mujeres. Uno de los principales impulsores de este fenómeno es el encargado de la mitra local desde 1895, don Silviano Carrillo y Cárdenas, hombre cauteloso y visionario que supo encauzar las fortalezas de una sociedad pujante en beneficio del progreso y la ilustración.





Eran las haciendas diseminadas en la región las que proveían de todo lo necesario para modificar el estilo de vida de los guzmanenses. El comercio y la industria se habían favorecido sobremanera con la introducción del ferrocarril en 1901, lo que hizo más atractiva la plaza por ser punto ombligar entre la capital jalisciense y el puerto de Manzanillo.

En septiembre de 1906 se inaugura el regio parque Juárez, en donde se erige un monumento al “Benemérito de las Américas”, en el marco del primer centenario de su natalicio. Tiempo atrás, en 1853, se había levantado uno similar al héroe de la Independencia Nacional, don Miguel Hidalgo y Costilla, con el mismo pretexto.

Nadie se imaginaba en ese momento que una nueva gama de nombres aparecerían en el plano nacional con el mote de héroes, a los que se impulsaría para su honra en los años subsecuentes a 1910.



Ante el hartazgo de unos cuantos acaudalados terratenientes, ávidos de poder, la dictadura porfirista empieza a tambalear, para dar paso a nuevos criterios de gobernabilidad que habrían de encauzarse a partir del manifiesto del Plan de San Luis, que lanza Francisco I. Madero contra el gobierno de Díaz y, como consecuencia de ello, el estallamiento de la llamada Revolución Mexicana a partir del 20 de noviembre de 1910.

Esa sacudida social pareciera que se vino como ola hasta Ciudad Guzmán, donde se registra un importante movimiento telúrico, que casi destruye la población y la deja desolada, el 7 de junio de 1911, recibiendo oportunamente los servicios de la recientemente fundada Cruz Roja Mexicana, al tiempo en que finalmente es derrocado Porfirio Díaz, y toma las riendas del país don Francisco L. de la Barra. A partir de ese momento los diversos grupos que aparecen en el plano de la política dentro del territorio mexicano se disputan la presidencia, la que consiguen con la sangre de muchos connacionales que se dedican a hacer el trabajo sucio.

Para 1912 se inaugura el edificio de la nueva sede del gobierno municipal, en el flanco oriente de la plaza principal, donde se encontraban las antiguas cárceles. En el plano nacional aparecen las destacadas figuras de don Pascual Orozco y Félix Díaz, quienes luchan contra el gobierno constitucional a fin de salvaguardar sus intereses personales revestidos con los intereses de la patria, trayendo como consecuencia el asesinato del presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez, en febrero de 1913, año en que Ciudad Guzmán queda envuelta en tinieblas tras la erupción del volcán de Colima, haciendo que sus pobladores enjuguen sus lágrimas de fragilidad humana postrados ante la taumaturga imagen del patriarca San José, patrono de la ciudad contra los temblores desde 1749.




En 1914 llega a Ciudad Guzmán el primer jefe de la revolución constitucionalista don Venustiano Carranza, el “caballero azul de la esperanza”, quien es recibido con elocuente discurso pronunciado por el joven literato Guillermo Jiménez, al tiempo en que nuestro ilustre coterráneo publica su primera obra, una minúscula plaqueta que lleva por título ¿Quién es el autor de la “Imitación de Cristo”?

Ese mismo año se construye el emblemático Palacio de los Olotes, del cual se dice que fue costeado con la venta de los olotes de la cosecha de un año, edificio de corte ecléctico, diseñado por el arquitecto Guillermo de Alba para albergar en él la sede del Poder Ejecutivo siendo gobernador del Estado el general Manuel M. Diéguez, quien decide establecerse provisionalmente en Ciudad Guzmán a través del decreto número 54. Este mismo hecho fue impulsado por el propio Diéguez al año siguiente, mediante el decreto número 60.

A inicios de 1915 una nueva tragedia, de dimensiones nacionales, se suscita en la región; se trata del fatal descarrilamiento de la Cuesta de Sayula, donde perecieron más de trescientas personas, mientras varios de los heridos eran atendidos en el hospital San Vicente de Ciudad Guzmán. Sobre este episodio, Arreola escribió:

“… En la Cuesta de Sayula han ocurrido muchas muertes y desastres, sobre todo dos: el descarrilamiento y la batalla de 1915. La batalla la ganó Francisco Villa en persona, y a los que lo felicitaron les contestaba: ‘Otra victoria como ésta y se nos acaba la División del Norte’. Les dio a sus yaquis de premio quince días de jolgorio en Zapotlán, a costillas de nosotros. El descarrilamiento también lo perdió Diéguez, y es el más grande que ha ocurrido en la República, con tantos muertos que nadie pudo contarlos. No se perdió mucha tropa porque el tren iba atestado casi de puras mujeres, galletas y vivanderas, la alegría de los regimientos. Nos habían saqueado bien y bonito, y los carros repletos de botín se desparramaron por el barranco. Para qué le cuento, todo aquel campo estuvo un año negro de zopilotes…”.

Sobre la batalla que se comenta en esta cita, el historiador Federico Munguía Cárdenas, basado a su vez en lo escrito por Esteban Cibrián, señala que: “el general Villa y su ejército entraron a Ciudad Guzmán hasta el viernes 19 de febrero (después de hacerse suscitado y ganado la batalla). Lo primero que hizo Villa fue convocar al pueblo para designar autoridades municipales, nombrando al Lic. Mauro Velasco, Presidente Municipal. Los villistas fueron bien recibidos por el pueblo. Las casas de campo y solares urbanos fueron convertidos en cuarteles. En los barrios se improvisaron restaurantes. Pagaban con bilimbiques azules. Cada soldado se identificaba por una banda roja que portaba en el brazo derecho… a ellos se les oyó cantar por primera vez la canción La Adelita”.

Por otro lado, la inestabilidad que el país vivía no permite que el comercio y la industria fluyan de manera favorable, lo que provoca un colapsamiento irremediable de varias casas y establecimientos que se jactaban de contar con una tradicional presencia en la ciudad. Aun así, las autoridades le apuestan con todo para iniciar los trabajos del edificio que habrá de albergar al comercio ambulante, mismo que se emplaza en la antigua plaza del Mercado, junto al Parián, a espaldas del majestuoso templo parroquial.

Para 1916, año en que Ciudad Guzmán ya se encuentra bajo el dominio de los carrancistas, quienes toman para sí muchas fincas y edificios diseminados en diversos puntos de la trama urbana, nace la célebre compositora Consuelito Velázquez, hija de don Isaac Velázquez, un importante jefe militar a las órdenes de don Venustiano. En este mismo año, en la Ciudad de México, se funda el diario “El Universal”, teniendo entre sus colaboradores y dirigentes al destacado coterráneo don José Gómez Ugarte quien se distinguió, además, como un importante escritor en la época.

En la ciudad de Querétaro, en 1917, el Presidente de la República ha convocado a los diversos representantes de la nación para que estudien, analicen y aprueben la nueva Constitución Política que habrá de darle pulso y orientación al desarrollo del país, en base a los criterios imperantes en la época; dentro de ese selecto grupo de hombres un guzmanense estuvo presente y firmó al calce el histórico documento, el diputado de distrito don José Manzano Briseño, quien hiciera una brillante carrera dentro de las filas constitucionalistas.




1918, se pinta como un año acrisolado para Ciudad Guzmán, puesto que una mente prodigiosa mira la luz primera en este rincón de la geografía nacional, se trata del escritor Juan José Arreola, quien vino a revolucionar, verdaderamente, el estilo de las letras mexicanas, otorgándole una novedosa y fresca dimensión universal, desmitificando las obras de corte costumbristas y de ambientes rurales, que aparecen en la llamada época postrevolucionaria.

El guzmanense José Clemente Orozco, ha encontrado en la tragedia de la Revolución Mexicana, cierta comicidad impregnada de un humor negro, lleno de sátira, que interpreta a través de sus murales y cartones periodísticos, escandalizando a la clase política imperante en el país, dado que sabe combinar perfectamente su arte con una inteligente crítica, que es claramente asimilada por las masas populares.

Para 1920 con el Plan de Agua Prieta se desconoce al presidente Carranza, quien termina siendo asesinado en Tlaxcalantongo, ocupando su lugar de manera provisional Álvaro Obregón, episodio que da por terminado todo un ciclo de dos lustros que determinó el rumbo que habría de tomar a partir de ese momento la nación mexicana, dando inicio con ello a la llamada “segunda revolución”.

Mientras tanto, en Ciudad Guzmán, se vive una verdadera fiesta, cargada de gran religiosidad, dado que se promueve la consagración del alcázar josefino, en el marco del cincuenta aniversario del patrocinio de San José sobre la Iglesia Universal.
En los años subsecuentes la inestabilidad en el país continuaría, agudizándose sobre todo con la guerra cristera, cruel enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado; entrándose, finalmente, a una relativa paz nacional a partir del sexenio presidencial del general Lázaro Cárdenas del Río, quien fortalece la tan anhelada igualdad social que fue la máxima en el movimiento revolucionario, al repartir las grandes extensiones territoriales, en manos de los hacendados, entre los campesinos y hacer tangible la célebre frase que abanderó la causa del general Emiliano Zapata: “la tierra es de quien la trabaja”.

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