lunes, 25 de marzo de 2019

Cine que transforma







Los artistas son los verdaderos arquitectos del cambio
y no los políticos o legisladores que aplican
el cambio luego de que sucedió.
William Burroughs




Marguerite Duras, en un ensayo incluido en Los ojos verdes, nos recuerda que “es obvio que es ahí, en el propio espectador, donde se hace el cine”; allí mismo declara: “Quizás sea ese lugar, en la sala de proyección, donde este espectador encuentre su verdadera soledad, la cual consiste en apartarse de sí mismo. Cuando se entrega al cine, la película cuida de él, dispone de él, hace de él lo que quiere”, lo que me ha llevado a meditar sobre la alta responsabilidad que conlleva hacer una película, pues el resultado de cualquier impacto y transformación se verá reflejado en la nueva conducta y visión que de sí mismo tendrá —de sus semejantes y de toda la sociedad— cualquier espectador.

El arte en general, y el cine en particular, ha sido motor con el cual los artistas han manifestado las nuevas formas que van adquiriendo las sociedades. A través de los filmes se reflejan las nuevas costumbres y aspiraciones sociales de un mundo distinto. El cine es un medio ideal para colocar posturas ante la vida, visiones, críticas y manifestaciones culturales e ideológicas.

Cuando hablo de cine, exalto al buen cine, las buenas historias narradas a través de imágenes continuadas, en las que se revela una postura filosófica y política, no aquel para consumo o mero comercio. Me refiero al cine que la industria de Hollywood ha permitido, por decirlo así, su existencia: la obra fílmica de regiones del mundo donde los cineastas tienen ideas y desean manifestarlas. A ese que concilia opiniones y expansiones de una sociedad en constante transformación y cambio y que es, a la vez, obra de entretenimiento, documento histórico y, otras veces, obra artística: un arte rompedor de costumbres e ideas anquilosadas... ¿Hablo del cine de autor? Quizá.

“La opción casi universal de la juventud por el cine —ha dicho Duras— es una opción, consciente o intuitiva, de orden político”; “querer hacer cine es querer ir derecho hacia el lugar de su padecimiento: el espectador”. Si es cierto lo afirmado por la escritora y cineasta francesa, entonces se puede decir que en el mejor de los casos los espectadores esperan salir de la sala de cine renovados, y por ende los cineastas —los buenos— esperan dar a la gente una nueva manera de mirarse y de ver el mundo.

Pero en ello faltaría algo. El medio donde se logre ofrecer la exhibición de las nuevas formas cinematográficas a un público, siempre inteligente y ávido de nuevas formas, de renovadas maneras en los contenidos de una película y de hacer cine.

Mostrar una mirada clara y crítica sobre las manifestaciones que ocurren en las sociedades es uno de los papeles de los artistas, y el cine es un medio ideal por su capacidad de mostrarlo en historias de vida. El cine como agente —medio— renovador, es posible, como lo ha sido para ideologizar a las masas, sin olvidar lo dicho por Duras: “Nunca se podrá hacer ver a alguien lo que no vio él mismo, descubrir lo que descubrió por sí solo.”

El cine, en todo caso, debe abordar temas esenciales de una sociedad, sin olvidar que en la vida como en el cine las personas importan. Un cine nuevo debería tomar en cuenta a la persona y considerar lo que corresponde al espectador, llevarlo en cada obra a “instaurar esta crítica: no hablar de la película de modo intemporal sino de sí mismo ante la película” —como dice la Duras— y exigir al realizador que se comprometa, pues hasta donde ella vio, en la mayoría de los filmes, “la persona está ausente de la película, como de casi todos los filmes americanos”.

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