martes, 23 de abril de 2019

La corrupción









Eduardo Ponce Llamas



En nuestra sociedad se quiere reconstruir con una visión muy amplia, para considerar los alcances de las decisiones que se vayan tomando. Una de las formas en que escuchamos esto, es combatir la corrupción.

¿Cómo combatir la corrupción? Si todo lo que observamos a nuestro alrededor se nota carente de los valores que no hace mucho todavía se vivía, y se va formando un abismo en la conciencia social.

En la medida que las personas se vayan formando de manera seria, con ética, se puede dar cuenta de lo que se está haciendo y puede comenzar a tomar decisiones. Cayendo en cuenta, una persona ética, profesional, seria, es aquella que se cultiva culturalmente, no sólo en la escuela, sino en la sociedad misma. Combinando su saber cultural con una conciencia que le ayude a desempeñarse con atención a todos los que le circundan, los colegas, los competidores, e incluso con el medio ambiente, el municipio, el país, …

Esto es algo parecido al matrimonio. Uno es libre de casarse o no casarse, pero si se elige casarse, se está comprometiendo libremente a la pareja, que ya tiene una historia personal de vida, con sus propias tradiciones y valores éticos, y porque se supone que, si eliges libremente casarte, serás un buen esposo o buena esposa, que es lo que le da la razón de ser al matrimonio. Y si no aceptas a tu pareja con su historia, pero te casas, te puedes dedicar a acumular (bienes, poder, fama, …) pero no te interesa la fidelidad y el respeto a los intereses de quien elegiste libremente, te estás corrompiendo en el matrimonio. Es necesario crear un código de ética, para que quien la ejerza pueda distinguir bien los conceptos que tiene que considerar para su matrimonio.

Un buen mexicano, es el que reflexiona sobre lo que hace con atención a todos los que le rodean. No con un catálogo de prohibiciones, sino con reflexiones vinculadas a su vida ordinaria, que le permitirán alcanzar una vida feliz en su vida y en su trabajo diario. Allí donde nos esperan cada día: en el hogar, en el quirófano, en la escuela, en la fábrica, en el taller, en el campo y en todas las dimensiones de nuestro trabajo. Ver nuestro trabajo como un camino de servicio a los demás con sencillez, dándole valor y amor a lo que hacemos buscando el bien común.

Saber aprovechar el tiempo como un tesoro, esmerarse en mejorar las virtudes del orden, consiguiendo hacerlo todo con puntualidad, intensidad, constancia, sin retrasos ni confusiones, siguiendo un plan bien estructurado, que permita dedicar de forma equilibrada, los horarios convenientes para cada uno de los deberes (vida en valores, familia, profesión u oficio, y relaciones sociales).

En una palabra, actuar en rectitud; poner en juego un código de ética y perseverar sin dejarse vencer nunca por el agobio o ambición, y todo por amor a sí mismo y al prójimo. Creciendo y mejorando cada día, se puede combatir a la corrupción, Pero eso, es trabajo de todos.

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