lunes, 11 de febrero de 2019

Silenciar a las mujeres






Los conjurados



Ricardo Sigala


Según la erudita inglesa Mary Beard, en el inicio de La Odisea, escrita hace casi tres mil años en la Grecia Clásica, se encuentra el primer ejemplo documentado de un hombre callando a una mujer. En Ítaca se espera el regreso de Ulises de la guerra de Troya, en tanto que la leal Penélope debe soportar el acoso de los pretendientes que, convencidos de que Ulises no volverá, buscan casarse con ella. El libro también cuenta la historia de Telémaco, hijo de Ulises y Penélope, y vemos cómo este joven se va convirtiendo en un hombre. La escena a la que nos referimos es cuando Penélope baja de sus aposentos a la gran sala del palacio, ahí se encuentra con que un aedo canta a los pretendientes, canciones sobre los problemas que los héroes padecen en su regreso al hogar, ella entonces toma la palabra para pedirle que cante otros temas más alegres. Es el momento en que interviene Telémaco: “Madre mía, —replica—, vete dentro de la casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y de la rueca… el relato estará al cuidado de los hombres, y sobre todo mío. Mío es pues el gobierno de la casa”.

            La escritora inglesa ve en esta escena la representación de los roles que nuestra cultura ha impuesto a los hombres y a las mujeres en relación al poder. Los asuntos públicos son competencia varonil, en tanto que las tareas del hogar corresponden al ámbito femenino. Esto por supuesto limita la esfera de acción de las mujeres y les quita autoridad, pero algo aún más importante, asevera Mary Beard: “El poder del hombre está correlacionado con su capacidad de silenciar a las mujeres”. Vemos cómo el joven Telémaco va construyendo su poder, y su masculinidad, acallando a su madre, quien además debería ser la máxima autoridad en ausencia de Ulises.

            El libro en que Mary Beard trata estos temas se titula Mujeres y poder, y fue elegido por los críticos de Babelia, el suplemento cultural del diario El País como el segundo mejor publicado en España en 2018. El libro, aunque breve, presenta un más que interesante recorrido por la historia y las incursiones, o los intentos de incursionar, de las mujeres en las esferas de poder, y por supuesto es más que recomendable por su vigencia, y sobre todo por su inteligente tratamiento del tema.

            Lecturas como esta se hacen necesarias cuando nos asomamos a nuestra realidad y vemos que se silencian las denuncias de acoso y no se aplican los protocolos, cuando vemos notas periodísticas sobre cursos de capacitación en equidad de género en los que menos del 25 % de los asistentes son mujeres, cuando se planea el “madruguete” de las fuerzas aliadas al gobierno estatal para eliminar el Instituto Jalisciense de las Mujeres (IJM), cuando una investigación periodística seria documenta que el presupuesto para las atención a las mujeres ha descendido y el gobernador la descalifica sin aportar datos, y, además, la tacha de “mentiras flagrantes”.

Nos asomamos a nuestra realidad inmediata y vemos a mujeres acosadas, violentadas verbal y físicamente, violadas y hasta asesinadas. La tendencia parece dirigirse a callar a las mujeres, dejarlas a merced del acoso, de la violencia, excluirlas del poder y de sus derechos elementales. Pareciera que las instancias encargadas de hacer cumplir los derechos de las mujeres tomaran el papel que hace tres mil años jugara el joven Telémaco en La Odisea al dirigirse a su madre, “Mío es el gobierno de la casa”. La lección que nos da Mary Beard es que los nuevos Telémacos no sólo están silenciando a las mujeres, sino que están construyendo su poder a costa de ellas. Y eso que nos atañe a todos.

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