miércoles, 7 de noviembre de 2018

Huele a pañal desechable

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Samuel Gómez Patiño

La verdad no recuerdo, pero me lo han platicado. Cuando era un bebé mi madre me ponía pañales de tela, los cuales una vez usados los tenía que lavar, primero a mano y después en la lavadora. Tampoco recuerdo con qué frecuencia la utilizaba y menos la capacidad de llenado.
            En la década de los 40’s, debido a la escasez generada por los incipientes pañales de “usese y tirese”, en Suecia idearon un nuevo pañal a partir de una hoja de celulosa, pero con la salvedad que después de un uso tenía escapes del relleno.
            En 1946, Marion Donovan ideo un pañal con una cortina de plástico y que en su interior llevaba un tipo de tela mucho más absorbente, lo que permitía mantener el pañal mojado más tiempo sin provocar escozor en el bebé. Asegurado con unos broches en los lados, los pañales “Boaters” fueron patentados y comercializados en la tienda “Saks”.
            Estos primeros pañales desechables eran considerados un artículo de lujo, hasta que Víctor Mills, un ingeniero químico de la empresa Procter & Gamble compro la idea, desarrollando y comercializando los pañales desechables “Pampers” en 1960, un año antes del nacimiento de su servidor. En los 70’s la introducción de nuevos competidores como Johnson & Johnson, hizo asequible este producto al consumidor lo cual ayudo al crecimiento de su popularidad con nuevas versiones y un gran problema para poder escoger pañales para nuestros bebés (para mayor información puedes consultar https://www.reproduccionasistida.org).
            Muchos productos ayudan a resolver problemas o cubrir necesidades, aunque con el uso suele suceder que pueden generar otros. Los pañales desechables vienen resolviendo la necesidad de mantener limpios a nuestros bebés sin ocasionar malestares en su tierna piel, pero a su vez nos trae consecuencias relacionadas con su desperdicio.
            Si bien los pañales lavables parecen más amigables con el medio ambiente, ya que les quitamos los residuos desechándolos en los inodoros también es cierto que lavarlos hacen uso de agua y jabón, parte de la contaminación, pero, los desechables también participan en la polución del planeta, ya que el producto y sus residuos llegan a los basureros (en su mayoría) y al tardar en desintegrarse dañan el agua y el aire que finalmente también le hacen daño al planeta.
            El problema tiene muchas aristas, por un lado, no solo es la comodidad de usar un producto para resolver las necesidades prioritarias de nuestros hijos pequeños, creando una cultura del confort para la limpieza de los bebés y de quienes los cuidamos, sino también de educar cuál debe ser la correcta forma de deshacernos de ellos. Hasta ahora, solo veo en los comerciales las bondades de adquirir los pañales que ahora los hay de todas las maneras posibles y tamaños, de varón o de niña, por el peso o el tamaño, en fin, de todo tipo para mantenerlos limpios.
            Tenemos tantas y variadas formas de contaminación del ambiente, que las empresas también deberían diseñar modelos que nos ayuden a eliminar los productos que adquirimos una vez que la vida útil de ellos termine.
            De pronto en clase les comentaba a mis alumnas que quizás el mejor método anticonceptivo fuera el que les enseñemos a nuestros hijos como lavar adecuadamente un pañal, quitando correctamente el desperdicio del bebé; concebir hijos es muy fácil ni siquiera necesitamos un manual, pero el tenerlos, cuidarlos y mantenerlos es lo que nos convierte en padres. A veces para una pareja muy joven, digamos de adolescentes un niño les cambia la vida para siempre y en algunas ocasiones no saben cómo manejarlo y los problemas surgen cuando se abandonan a los niños a su suerte.
            No se trata de no concebir, pero sí de que un embarazo sea planeado, que el niño sea un ser que deseamos tener con nosotros, cambiar nuestra vida de manera consciente, saber que no dormiremos igual cada noche pero que valdrá la pena la aventura.
            A veces son tan jóvenes las mamás que piensan que cambiar un pañal se da hasta que llene los cinco kilogramos para los que fue diseñado el producto.
            La próxima vez que vea un pañal desechable en el suelo, tirado en la calle, contaminando el ambiente, debemos de reflexionar sobre la educación que nos hace falta para cuidar la única casa que tenemos.

La próxima semana: El líder cuida de sus miembros.

            Me gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño

*Director del Área 1 de los Toastmasters y
Presidente del Club Ejecutivo de Tijuana
Licenciado y Maestro en Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja California

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