lunes, 5 de noviembre de 2018

Visión pasajera de la muerte



 



A esta hora, en algún extremo del territorio mexicano alguien muere. Y esa muerte, por anónima que sea, no quedará, por así decirlo, en el olvido. Un trovador rural, un poeta no sin celebridad (aunque sea en la misma ranchería) rasga las cuerdas de su guitarra y compone un corrido. Esa canción hará que una muerte sin sentido, sin aparente importancia, se guarde en la memoria mientras alguien cante los octosílabos en el papel escritos. Esa muerte, pues, no será una que se olvide: mientras una solitaria voz vernácula trove esos versos —en una apartada loma llena de ocotes, y bajo siempre una brillante luz de luna—, el difunto seguirá vivo.




Los funerales
Camino a la Ciudad de México vimos, en el borde de la carretera, un funeral. Cuatro hombres de extracción humilde cargaban un ataúd. Vestían de negro. Una larga hilera de gente los seguía. Las mujeres, que eran muchas, traían en sus brazos alcatraces y margaritas, y en sus labios cantos. Lloraban y cantaban. Festejaban —nos pareció así— y lamentaban la muerte. Las lágrimas en sus rostros nos mostraban su dolor. Mas en sus cantos estaba, de algún modo, la alegría: contradicción. Escuché, en aquella ocasión, canciones que no he vuelto a oír jamás. Seguimos el féretro por algún tiempo; luego los perdimos en un recodo de la carretera. Les recordé a mis acompañantes, los funerales a los que asistí en la infancia. Traje a mí sobre todo el funeral de un “angelito” y los acontecimientos ocurridos. Los recuerdo ahora, otra vez, después de muchos años...

La Catrina
No es exagerado afirmar que José Guadalupe Posada es nuestro Francisco de Goya; basta realizar un recorrido por sus grabados para comprobarlo. La obra realizada por ambos artistas mantiene un claro contacto en la temática, sobre todo en aquellas imágenes en que el primero logra describir los fusilamientos de algunos protagonistas de la Revolución mexicana, y el segundo los “Fusilamientos del 3 de mayo” y “La lucha contra los mamulecos”, trabajos realizados en la España de 1814. Los horrores de las guerras fueron descritos por los creadores y con ello documentaron a la posteridad el dolor, la tragedia y los hechos relevantes de su tiempo. Hay, en todo caso, otro acercamiento entre sus trabajos; las escenas cotidianas realizadas por la sociedad: sus diversiones y sus horrores. El desprendimiento de Posada de la obra de Goya se cumple cuando el mexicano hace el aporte fundamental con su grabado de “La Calavera Garbancera”, que todos conocemos como La Catrina, y pone en relevancia su presencia artística, logrando una fundamental influencia en artistas mexicanos posteriores a él.

La que narra es la muerte
Mi madre, cuando yo era un niño, me narró una historia que le había contado mi abuela cuando niña. La disfruté con verdadero placer y temor. Cuando cumplí veinticinco años leí la obra completa de B. Traven. Macario, esa deliciosa novelita que aún se deja leer, narraba el mismo acontecimiento. Mi madre no sabe leer. Mi abuela no sabía leer. ¿Quién le contó a mi abuela ese argumento?, lo ignoro. Sin embargo, no deja de sorprenderme que la supiera y que B. Traven ya la hubiera escrito. Ignoro si la historia es del dominio popular.


Sobre la muerte

1 Noche mexicana

Hiende en la noche el cuchillo,
el ay es el malherido,
el amor ya confundido
refleja sólo este brillo
—en la herida está la muerte.
En el aire está la brisa,
en el coraje la muerte.
Temblorosa está la suerte:
pues fue la muerte precisa.


2 Hidrante

   La muerte
es mi padre
que llega
   o mi padre que parte.


3 Pájaro

Cantar de pájaro herido:
Sonido sobre sonido
Sobre el sonido la muerte

La piedra dejó maltrecho
Dejó a la amada en el lecho
Sobre el sonido la muerte

En el temblor está el llanto
El llanto ya no es el canto
Sobre el sonido la muerte

En la rama ya no hay nada
Se mira el agua estancada
Se escucha sólo la muerte


4 Caldo

A la memoria de A.P.
(1932-1994)

Es un fantasma el que come a mi lado. Es un hombre sin esperanza, a punto de morir. En el plato y la olla, navega un pescado con el cuerpo destruido. En la mesa, el salero es una diminuta constelación: las estrellas lanzan sus tímidas luces. Si la sal se desparramara ahora, sería como si la noche enviara sus astros. Y esos astros nos cegarían.


5 La muerte

Abatido, con la sutil maquinaria del
  corazón gastada, finjo
estar enamorado de la vida. Pero en la calle, en el
bosque, en los profundos  aires,
el ronroneo
momentáneo de la muerte ya se escucha.
Y me tumba los dientes (apestados e inservibles),
me enflaquece los brazos, me casca la voz.

Es vana la esperanza. Es una llamada absurda
que dejo pasar. Y en el viento que se arquea
como una vara seca se presiente la nada.


6 La visita

Por mucho tiempo
postergó
la visita

Fue entonces,
sólo para oír
de labios
de su padre
la última frase,
la más contundente
que le escuchó

y aunque le duele
recordarla,
en su mente resuena

“Qué cuentas, padre”
—Puras desgracias

Y se murió


7 Alfonso

El corazón de Alfonso
ha removido sus escombros, ay.
No en el pueblo está su tumba,
en mi dolor su epitafio.


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