martes, 21 de abril de 2020

Los hombres de blanco









Samuel Gómez Patiño



Antes de entrar al tema, y para evitar herir susceptibilidades cuando escribo los “hombres” no me refiero al género masculino sino al contexto gramatical hombres y mujeres, o lo que es lo mismo, de forma genérica.

            Hace algunos años, en 1997 disfrutamos los cinéfilos del cine de ficción, a Will Smith y Tommy Lee Jones en la saga “The Men in Black” o en español “Los Hombres de Negro”, donde los protagonistas formaban una organización secreta para combatir a los seres de otros planetas en su intento de invadirnos y de controlar el desplazamiento entre los mundos.

            Ahora enfrentamos a un enemigo astuto, escurridizo y mortal, el COVID-19, conocido originalmente como el coronavirus o por los niños como el “bichito” y, no son los hombres de negro con armas especiales e instrumentos que borren la memoria los que nos tienen que defender, porque en esta ocasión ante la amenaza real han surgido héroes de verdad: los “Hombres de blanco”, hombres y mujeres dedicados al cuidado de nuestra salud, de carne y hueso como nosotros y susceptibles de caer ante la enfermedad, doctores, enfermeros y científicos de carne y hueso.




            Algunas personas viven de lo que les gusta como patear balones o batear pelotas y por eso les pagan millones de dólares, lo único que ponen en riesgo es su prestigio, generan diversión y entretenimiento para millones de personas, en los estadios y fuera de ellos, en los medios televisivos alrededor del mundo, pero ninguno de ellos son tan importantes como los que detrás de esas batas blancas cuidan de nuestra salud, aunque solo ganen millones…de besos y abrazos.

            Otros dedican su vida para ayudar a que las demás personas logren un futuro mejor (eso dicen ellos) y viven sin trabajar, viven de la política. Estar en el gobierno debería ser una forma de servir y no de servirse. Debería ser una misión el legislar por leyes justas para el ciudadano común, oportunidades de trabajo, de seguridad, de educación y de salud; ser congruentes con su quehacer iniciando por los sueldos que muchos devengan sin pagar sus impuestos como todos los ciudadanos que solo falta que hasta por respirar nos quieran cobrar (no quiero darles ideas, y menos ahora que quieren sacar dinero hasta de las piedras). Viven mejor, que la mayoría de los trabajadores de la salud.

            En esta lucha por la vida misma, con una amenaza para la continuidad del ser humano, la primera línea de acción está en los hospitales de urgencia, aunque en algunos casos en los paramédicos que levantan a los enfermos. Debemos proteger a los primeros actores que nos atienden, médicos, enfermeros y paramédicos que tienen el primer contacto y que, por lo general sin el equipamiento adecuado, primero por el desconocimiento y ahora por la falta de planeación para conseguirles todos los implementos de seguridad y protegerlos del enemigo común: “el bichito”.




            La escasez de un sistema de salud eficiente y de una buena educación de la ciudadanía está causando estragos en la población. La mala información, los titubeos de quienes nos dirigen y tomando decisiones políticas y no de salud empieza hacer mella en la población.

            Hace años escuchaba esta historia de la inauguración de un Centro Médico de Atención de Adicciones en los Estados Unidos financiado por una persona millonaria y que él decía ante los periodistas:

            -Vale la pena invertir un millón de dólares si le salvas la vida a una persona.

            Un periodista le cuestionaba, si salvarle la vida a una persona ameritaba el gasto de un millón de dólares, entonces él le contestaba:

            -Si hubiera salvado la vida de mi hijo, valdría la pena.

            ¿Cuánto vale la vida de una persona? Para muchos no tiene importancia hasta que, quien fallece era tu amigo o familiar, entonces él hubiera guardado la distancia, hubiéramos invertido en los sistemas de salud, hubiéramos advertido con anticipación o le hubiera dado un abrazo, de esos que componen el cuerpo, él hubiera no existe.

            No deben ser héroes anónimos, hay que ponerles rostros a todo ellos y respetar su decisión de en lugar de resguardarse en casa para cuidar a los suyos: esposos (as), hijos, madres, abuelos y amigos salen cada día, muchos desnudos (sin instrumentos para cuidarse) con la única misión de protegerte a ti y a tu familia.

            Gracias a los taxistas que les ofrecen el servicio gratuito, a los restaurantes que les dan de comer, a los hoteles que los hospedan gratis, a los ciudadanos que con sus manos fabrican utensilios para su protección, a todos menos al gobierno porque para ellos es su obligación de apoyar al sistema de salud y no es un mérito hacerlo.

            A los hombres de blanco, hombres y mujeres que nos cuidan les comento, todo héroe siempre tiene quien los apoye: taxistas, chefs, hoteleros y ciudadanos, son el Robín de la película.
                       
 Me gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño

*Director del Área 1 y
Miembro del Club Toastmasters Ejecutivo de Tijuana
Licenciado y Maestro en Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja California



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