jueves, 23 de abril de 2020

Cantinflas por Siempre







Cine sin Memoria




José Luis Vivar


Decir Cantinflas, es ir más allá de su figura icónica como el Peladito, como el Chaplin Mexicano, como el maestro de la Fática, y como el protagonista del medio centenar de películas que protagonizó. A veintisiete años de su desaparición física, se le recuerda por su legado, por ser el Mejor Cómico de todos los tiempos, aunque para muchos ese es un título que todavía está en discusión.

            Pero, dejando de lado esta polémica, la verdad es que Mario Moreno (1911-1993) supo aprovechar al máximo a su personaje. De las carpas populares del México de los años treinta del siglo pasado, pasó a los mejores teatros y de ahí al cine, en donde dio rienda suelta a su habilidad verbal y física, obteniendo el reconocimiento del público que reconocía a un verdadero cómico del pueblo, entendiéndose por pueblo todas las clases sociales, y no solamente a las más bajas, que era el personaje de Cantinflas.       
Aunque trabajó al lado de Medel, su verdadero éxito cinematográfico lo obtiene bajo la dirección de Juan Bustillo Oro con “Ahí está el Detalle” (1940), compartiendo créditos con Joaquín Pardavé, quien más que un patiño es el antagonista y el soporte para cada escena que le permite sobresalir y dejar constancia de un estilo que lo caracterizará en adelante.

Y aunque los productores buscaron que en su siguiente película volviese hacer mancuerna con Bustillo Oro, no se dio. Lo mismo sucedió con Alejandro Galindo quien lo dirigió en “Ni Sangre Ni Arena” (1941) Incluso, en la película biográfica Cantinflas ( ), hay una escena donde el cómico despide al director, y queda a la imaginación si se trataba de Bustillo Oro, o don Alejandro. Y todo, porque conforme pasaba el tiempo, Cantinflas no solo era el actor protagónico, sino que se tomaba la libertad de no respetar el guion e improvisar como solo él sabía hacerlo, desconcertando al personal que estaba detrás de cámara y a los mismos actores.





Así que para poder hacer eso necesitaba que la persona que lo dirigiera estuviera de acuerdo y no se atreviera a interrumpirlo, lo cual no es del todo cierto porque hay otras versiones que señalan que no siempre improvisaba. En fin, parte de la leyenda de Cantinflas.

Pero como quiera que sea, tuvo la suerte de encontrarse con Miguel M. Delgado quien a partir de “El Gendarme Desconocido” (1941) y hasta “El Barrendero” (1982), sería su director de cabecera, salvo en dos producciones estadounidenses: “La Vuelta al Mundo en Ochenta Días (Michael Anderson, 1956) y Pepe (George Sidney, 1960)

            Es a partir de esa primera película de la mano de Delgado que el cómico empieza a ser selectivo en sus proyectos. Llama la atención que en vez de filmar todo argumento que cayera en sus manos, como hacían prácticamente todas las figuras de la llamada Época de Oro del Cine Nacional, Cantinflas supo escoger cada historia, lo cual le dio muy buenos resultados, de esa manera prácticamente filmaba una o dos películas por año.



Con el tiempo el personaje fue evolucionando, dejó de ser anónimo o llamarse Cantinflas para adoptar otros nombres. Estos cambios permiten destacar dos etapas fílmicas del mimo: la de blanco y negro, que para muchos es la mejor; y la de a colores, en donde salvo tres excepciones: El Padrecito, El Señor Doctor y El Profe, el resto no son del todo de calidad.

Y es que, en sus últimas producciones, combinó su comicidad con la de moralista, pontificando como un predicador y condenando el comportamiento de las nuevas generaciones.  Cintas que pasan inadvertidas, aunque el público siempre le respondía, incluso en su última película “El Barrendero”, que no es más que una sombra del gran mimo que fue. Aun así, todos guardamos en la memoria al que supo hacernos reír, y darle esperanza a México, en más de una ocasión su nombre aparecía en las boletas electorales donde se le proponía como Presidente de la República.

Altruista incansable, ayudó a mucha gente, tenía una oficina como las que ahora tienen algunos diputados, con la diferencia de que él sí otorgaba dinero y no promesas. Fundó la Casa del Actor, que todavía funciona, para dar asilo a personas del gremio que no tengan en donde pasar sus últimos años.
Su vida privada fue triste, perdió al amor de su vida -Valentina Ivanova-, en 1966, y no le fue nada bien con su hijo adoptivo Mario, quien lo explotó y abusó de él como un auténtico junior. Vivió romances con distintas mujeres, pero con ninguna volvió a casarse; una de ellas incluso lo demandó y perdió parte de su fortuna.

Sin embargo, para quienes lo admiramos, su imagen permanecerá vigente en la pantalla cada vez que veamos alguna de sus películas, de preferencia en blanco y negro, porque se quiera o no, Cantinflas solo hay uno y es por siempre. 





 


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