jueves, 16 de abril de 2020

El único Ariel de Pedro Infante









Cine sin Memoria



José Luis Vivar


Para este día 15 del presente se cumplieron sesenta y tres años de la muerte de uno de los actores y cantantes más famosos del Cine Mexicano: Pedro Infante. Un trágico accidente aéreo en la ciudad de Mérida puso fin a una carrera que se mantenía en el ascenso, no solo por sus dotes artísticas en el canto y en la actuación, sino por el carisma que lo caracterizaba, dentro y fuera de los escenarios.

Después de tantos años el fenómeno de este artista sinaloense (1917-1957), continua vigente. A pesar de las críticas, sus películas se proyectan de manera regular en los canales de televisión abierta y de cable. Lo mismo sucede en las plataformas digitales, donde no solo sus filmes tienen miles de visitas, sino sus canciones, las cuales abarcan casi todos los géneros musicales de la época que le tocó vivir.

Pedro Infante como artista popular supo aprovechar el momento que le tocó vivir. Aunque desde un principio su intención solo era la de ser cantante, fueron sus dotes naturales las que le hicieron saltar a la pantalla y poco a poco ocupar un lugar del que nadie pudo reemplazarlo. Desde luego que en este proceso el director Ismael Rodríguez tuvo mucho que ver, para que no interpretara solamente el ranchero parrandero, sino a otro tipo de personajes, sobre todo urbanos.

Uno de esos personajes entrañables es sin duda el carpintero/boxeador Pepe el Toro (Ismael Rodríguez, 1952), cuyas secuencias de pelea entre el mencionado personaje y Bobby Galeana (Wolf Ruvinskis) son memorables por el realismo impregnado con los recursos técnicos de la época, y que, como dato curioso, el director estadounidense Martin Scorsese vio infinidad de veces para realizar su película El Toro Salvaje (Raging Bull, 1980)

Con este ejemplo y las dos anteriores cintas que integran la famosa trilogía: Nosotros los Pobres (1948) y Ustedes los Ricos (1948), cualquiera podría pensar que en su momento le valdría para obtener el reconocimiento a su trabajo actoral, no nada más por las mencionadas cintas que fueron éxitos de taquilla y han servido como referente de la cultura popular mexicana, sino por otras, sin embargo, no fue así.




Durante muchos años, Pedro Infante estuvo a la espera de que la Academia de las Ciencias Cinematográficas Mexicana, reconociera su trabajo actoral, pero pasaba desapercibido. La prensa especializada de aquellos años se dividía en opiniones: lo elogiaban o se encargaban de destrozarlo, sobre todo cuando decían que exageraba en sus interpretaciones histriónicas.

De cualquier forma, su trabajo le valió varias nominaciones como mejor actor: siete en total. De 1948 a 1956, año en que al fin ganó su único premio Ariel, por la película La Vida no Vale Nada (Rogelio A. González, 1955), y que por muchas razones es una de las mejores que filmó, pero que lamentablemente pocas veces proyectan. ¿Las razones? No es una típica historia de las que acostumbraba a filmar, a pesar de que el personaje que interpreta tiene mucha similitud con otros: un alcohólico, solo que en esta ocasión la línea dramática tiene matices interesantes, y dibuja el verdadero tormento de un adicto y sus consecuencias.

Mientras que el título fue tomado de la canción Camino de Guanajuato del compositor y cantante José Alfredo Jiménez, el argumento estuvo a cargo de Luis Alcoriza y su esposa Janet Riesenfeld -ambos guionistas de Luis Buñuel-, basado en dos cuentos del escritor ruso Máximo Gorki: Malva y los Amansadores.

Curiosamente, Infante había asistido a todas las ceremonias del Ariel, y como nunca resultaba ganador, decidió que nunca más se iba a presentar. El premio lo recibió su hermano Ángel y según comentan siempre se arrepintió de no haber estado presente para subir al escenario como todos los ganadores.

Paradojas de la vida, un año más tarde filmaría Tizoc bajo la dirección de Ismael Rodríguez, la cual obtendría además de éxito en las taquillas, un Globo de Oro, como Mejor Película de Habla no inglesa, y Oso de Plata como Mejor Actor para Pedro Infante en el Festival de Berlín, ambos premios en el fatídico año que perdió la vida: 1957.

Ganó solo un Ariel, pero no importa, continúa ganando la simpatía y el cariño del público de nuevas generaciones, porque, así como dicen en Argentina que Carlos Gardel cada vez canta mejor, en México podemos decir lo mismo y agregar que en cada película perfecciona su técnica actoral.

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