jueves, 16 de abril de 2020

Cuando abras la puerta









Samuel Gómez Patiño



Si el primero de enero recogemos todo el dinero del país y lo repartimos en partes iguales a la población, el 31 de diciembre los ricos volverán a ser ricos y los pobres a ser pobres. Esta alegoría de Alex Dey, me recuerda mucho a la situación que estamos viviendo actualmente. Al igual que su servidor, somos personas de costumbres y hábitos.

            ¿A que le tienes más temor? ¿A enfermarte de COVID-19 o a morir de hambre? Escuchaba en la televisión a personas en un atestado mercado sobre ruedas pretextos por los que acudieron a comprar en medio de la prohibición por la pandemia, palabras como ¡De algo nos vamos a morir! ¡Necesitaba sacar a la familia! ¡Tenemos que comer!, lo más triste, llevan a sus niños y personas mayores con ellos.

            La mayoría viven al día, trabajas y comes, trabajas y comes, no está en nuestros hábitos el ahorro o cuidado del patrimonio. ¿Para qué? Al fin y al cabo, nos vamos a morir y no lo podemos llevar. Hay personas pobres y no por casualidad. Me gusta esta frase: ¡Nacer pobre no es tu culpa, morir pobre si lo es! de Bill Gates. De seguro no estás preparado para la recesión que se aproxima y menos si pierdes tu trabajo o tu empresa.




            Greta Thunberg lucha porque las naciones pongan atención al cambio climático, sin embargo, la naturaleza ha encontrado un maestro extraordinario: astuto, eficaz y mortal, que tiene más voz que la juvenil activista. Ahora nos educa para cambiar, estamos aprendiendo que la buena alimentación y la salud son más importantes que el trabajo y la vida acelerada que llevamos donde sacrificamos las horas de sueño y el buen comer, sano y suficiente.

            Selina Juul, comenta que el total del desperdicio de comida en el mundo es igual al total de alimentos necesarios para alimentar a la población en pobreza y que no tienen para comer. Creemos que vivimos en la abundancia, consumimos indiscriminadamente sin medir las consecuencias. Sobreexplotamos los recursos naturales como si fueran infinitos. Nos apoderamos de los espacios de animales, sus bosques, campos, mares, ríos, selvas, en fin, nos creemos dueños de todo.




            Parece que la naturaleza habla. ¿Has visto como es frágil la vida de una hormiga? Basta con que las pises para cambiar su mundo de arduo trabajo. Pues ahora, la naturaleza nos esta dando un pisotón a través del que llamamos COVID-19, que frágil es la vida humana. En definitiva, los que sobrevivan, no solo los que no fallezcan, sino todos los que ahora sentimos el aislamiento, el encierro, la impotencia por cuidarnos y cuidar a nuestros seres queridos necesitaremos un cambio, (en algunos deberá ser drástico) en nuestra forma de vivir.

            El COVID-19 desnuda. Muestra la verdadera cara de los líderes, ineptos e incapaces de salvaguardar la integridad y salud de su población, la que confió en ellos. Una buena sociedad es educada y sana, pero estos dos rubros son descuidados por políticos y gobernantes. Vemos los sistemas de salud colapsando por falta de planeación y por supuesto poco presupuesto. La educación, esa que debe ser sagrada y a la que todos tenemos derecho, poco efectiva. Necesitamos Malala’s en cada país, no maestras Gordillo tejiendo las redes en favor de sistemas corruptos y colapsados.

            La culpa no es solo de ellos, los ciudadanos debemos cambiar nuestros comportamientos. Aprender a vivir con lo básico y más importante: la salud, el bienestar, la seguridad, el desarrollo personal, pero sobre todo la riqueza como persona. Aprendamos a comer mejor, a no desperdiciar los recursos naturales, a cuidar nuestra salud física y mental, a convivir en armonía no solo con otros seres humanos, sino con las demás especies, al fin y al cabo, estamos en la misma casa.





            La naturaleza está mostrando lo peor de nosotros: las compras de pánico como medio de acaparar sin importar si les alcanza a los demás, el maltrato a los héroes de blanco, doctores y enfermeras, la discriminación a ellos y a los enfermos, personas infectadas que sin remordimiento salen a la calle a sabiendas que siguen infectando a otros, tratar a los fallecidos como un número más, en fin, parte de la sociedad muestra su lado oscuro.

            Para fortuna de muchos, también está el lado amable del ser humano: se inicia en quienes están arriesgando sus vidas para salvaguardar la nuestra, médicos y enfermeros (hombres y mujeres) que a pesar de las carencias están en la primera línea de fuego, los imagino como si estuvieran en la trinchera sin fusil ni chaleco antibalas y atrás los políticos y gobernantes. Policías, bomberos que bailan y cantan para hacer más llevadero el confinamiento. Choferes ofreciendo movilidad gratuita a nuestros héroes o restaurantes con comida gratuita, apoyando en sus necesidades. Los jóvenes que visitan a los adultos mayores para evitar que salgan haciendo el mandado.

            Recuerda, al levantarse el aislamiento y abras la puerta, el mundo será diferente, tú serás otro y probablemente no todos estarán para ti otra vez.

            Parafraseando las palabras de Guillermo del Toro te pido una reflexión:
“Por qué soy un buen mexicano”.

 Me gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño

*Director del Área 1 y
Miembro del Club Toastmasters Ejecutivo de Tijuana
Licenciado y Maestro en Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja California



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