lunes, 15 de octubre de 2018

¿Violencia?








Un momento por favor


J. Jesús Juárez Martín



 Los medios de comunicación lo repiten constantemente que la violencia crece en torno nuestro, también lo experimentamos en forma activa o pasiva en forma cercana, tal vez nosotros somos protagonistas consuetudinarios de alguna de sus formas. El diccionario nos menciona que la violencia es usar de la fuerza para dominar a alguien, imponerles nuestra voluntad, obtener alguna finalidad sin la aceptación racional por los violentados.

Los números son fríos, pero al cuantificarse ascendentemente los casos de violencia nos ayudan a cobrar conciencia responsable para desear humanizar nuestra vida comunitaria. Se cuantifican del año pasado más de treinta y dos mil asesinatos, dos millones de robos y asaltos y unas cuarenta mil personas desaparecidas.   Nos comunican en el presente qué existen personas enfermas convertidas en asesinos seriales, que cada vez hay más temor de convivir en nuestro vecindario... en fin que los sensores de peligros están activados y ello nos predispone a acciones que quisiéramos evitar, no correr esa experiencias semejantes y peligrosas.


Los distintos enfoques del problema social, moral, psicológico y relacionado con sus causas motivadoras nos llevan a reconocer que somos personas en relación con los demás, que compartimos la naturaleza con la humanidad y todas las otras especies de vida, somos parte del universo y tenemos instinto de sobrevivencia, por lo mismo lo que implica un peligro personal tratamos de evitarlo. Aplicar la fuerza para obtener objetivos de crecimiento humano es positivo, la violencia que se hace para vencer la inercia, el egoísmo, va a favor nuestro e indirectamente de los demás. Violentar para desaparecer los peligros es irracional, superar un riesgo de peligro o amenaza, es positivo.  En las soluciones de situaciones conflictivas hay inteligencia, emociones, voluntad, pasiones, lo que da un resultado diferente, lo más importante es la educación de estos elementos esenciales de nuestra personalidad y es más de formación que de instinto, la sobrevivencia y el uso de la fuerza y hasta cierto criterio trascendente de la vida que nos da la espiritualidad o la religión considero es un elemento esencial para buenas soluciones.

La violencia como forma de solución a la adversidad va contra la civilidad, nos asemeja a la barbarie, es inhumano. Las religiones, la espiritualidad que buscan la trascendencia personal y de las comunidades en su fundamento llevan pautas de acercamiento a los demás, porque preconizan que nuestro principio y final trascendente es semejante, o descalifican la convivencia con quienes no tenemos afinidad ideológica, o simplemente porque no practiquen formas de convivencia semejante a las nuestras.

Respeto, cordialidad, comprensión y apoyo, son herramientas de acercamiento en la convivencia como la indiferencia, la altivez sin comprensión humana, el alejamiento, no facilitan la interacción. El camino de la no violencia, no es fácil, sin embargo la humanidad ya ha transitado por infinidad de veces de la barbarie a la civilización y eso ha significado que ha encontrado formas diferentes a la violencia para dirimir diferencias o cuando menos una fórmula de convivencia, son lecciones universales que se olvidan y se opta erróneamente en métodos de asolación violenta, y cuando se llega a momentos de crisis, momento de decisiones debe de optarse por lo racional, porque la violencia tecnificada actual podría ser herramienta de aniquilación en una posible e incierta conflagración mundial.

La violencia en sí es una fuerza ciega de construcción o destrucción, el sentido moral lo imprime el factor humano que puede enaltecerla como civilización, humanismo o destruirla o volver a la barbarie.

Pedimos, solución a problemas de violencia en nuestro país a las autoridades, que han sido rebasadas o infiltradas en nuestras comunidades, y olvidamos erradicarla de nuestra vida familiar, escolar, laboral, política, y hasta religiosa, donde tal vez nuestra fuerza inhiba o frustre las aspiraciones de los demás; sobre ese panorama percibido de violencia, hay que modificar conductas, acciones de acuerdo a principios de los más altos valores de convivencia, justicia, respeto irrestricto de los demás y qué no se piense que sobre los intereses individualizados  exclusivamente funciona el comportamiento humano, sin sentimientos altruistas y comprensión humanitaria de nuestra realidad personal.  

La delincuencia, surge de decisiones personales individuales y colectivas, pero si se cierran caminos de superación y convivencia negando oportunidades, les estamos empujando a esa forma de coexistencia obligada donde el bienestar está en la nivelación de poder, de riesgo grave en la incultura de la violencia.

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