martes, 29 de marzo de 2022

Carmen Roque: en homenaje a los hombres de su pueblo


 


 

Fernando G. Castolo*

 

 

Una generosa luz ha anunciado el nacimiento de novedosas letras que se nos revelan como las tablas de la ley de los documentos bíblicos del antiguo testamento...




Retengo en mi mente, vagamente, una hermosa residencia con sus desniveles al interior y una arquitectura nada parecida a las viejas casas de Zapotlán, con sus zaguanes, su patio ajardinado al interior, y las habitaciones en su torno, ubicada en la montaña oriente, en el tramo conocido como San Cayetano.


La casa le pertenece a la familia Espinoza Roque, y la única hija del matrimonio, que es mi compañera en el bachillerato, nos ha invitado por alguna razón que ya no recuerdo. A mí me cautiva sobremanera la rara distribución de la moderna finca, amueblada con el excelente y pulcro gusto de la señora de la casa.


ada cual tomó su senda por los caminos de la profesión que decidimos perfeccionar en Guadalajara. Hoy, después de treinta años he tenido un maravilloso reencuentro con esta familia.





Tengo en mis manos un libro, escrito por aquella mujer y señora de su casa, doña Carmen Roque. En este volumen, bellamente empastado en lujo, reúne 25 cuentos, trabajados bajo la tutela del maestro Ricardo Sigala, del Taller de Literatura de la Casa de la Cultura.


Como lo anuncia el título del libro "Hombres de mi pueblo en el siglo XX hasta 1970", se trata de historias que ella misma palpó y que se dieron dentro del medio social en el cual se desarrolló. Solamente a un estudioso de la historia local y conocedor de las historias particulares de la sociedad zapotlense como su servidor, no le son velados los relatos sobre estos hombres, protagonistas de su tiempo y de su circunstancia. 


Hombres marcados por el rancio machismo, aceptados o vetados, exitosos o mediocres, alegres o tristes, caballeros o pendencieros, al final se cae en la conclusión, más allá del morbo que pueda suscitar su lectura, de que se trata de historias de seres humanos, semejantes que merecen todo nuestro respeto, todos ellos vecinos de este pueblo, pero velados al común lector porque Carmen Roque tuvo la delicadeza de cambiar nombres y apellidos.


Si bien, no se trata de una exquisita literatura, con ese lenguaje coloquial, doña Carmen Roque, ha conquistado mi atención, y el libro que depositó en mis manos se ha aferrado de tal manera a la voracidad de mis sentidos.


Poco o nada me interesa la lectura de los libros, en parte porque soy más selectivo y, en parte, porque el tiempo no nos lo permite; pero, en el caso particular de la obra de Carmen Roque, me ha dado la gran lección de que todos tenemos algo que compartir a través de la escritura.


A la lectura de las 139 páginas de esta prosa ejercitada le he dedicado tres tardes que me parecieron deliciosas. No conozco a Carmen Roque, y creo nunca coincidí con ella, o simplemente no recuerdo; lo cierto es que su obsequio me ha hecho reconocer en ella a una mujer tan segura de sí misma que, contrariamente al exacerbado feminismo en boga, ella dedica con su prosa un homenaje a esos hombres, de un tiempo determinado, que inspiraron sus relatos, y que nos los comparte con aquella generosidad. Esperemos que no sea su única obra y que nos obsequie mucho más de su talento en torno a las letras, como luz diamantina que invade los cielos de este valle zapotlense, donde se siguen forjando nombres de mujeres y hombres que dan cuenta palpable de que cohabitamos en una "cuna de grandes artistas".

 

*Historiador e investigador.




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