domingo, 23 de septiembre de 2018

Aforismos sobre Arreola





  


A Deana Molina


Arreola fue, ante todo, un experimentador de registros narrativos y un consumado fabulador satírico de la existencia humana. Sus cuentos ofrecen la oportunidad de mirar y de mirarnos, y da cuenta de cada detalle de nuestros actos y hace de una sola vez una crítica, y eso lo convierte en un autor moralista muy cercano a Esopo. En cada uno de sus cuentos parecería que el lector se hallara ante el descubrimiento de un escritor nuevo: Arreola crea y pule —cada vez que escribe— un mundo.





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Los universos arreolinos son piezas de joyería únicos. Es un artesano que después de terminar su creación —y de colocarla en la mesa de trabajo—, destruye una y otra vez los moldes para volver a comenzar, luego, desde el principio. Leer su obra completa es encontrarse ante varios escritores y uno en su totalidad.


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El fabulador de Zapotlán es, ante todo, un estilista, muy cercano a la tradición fundada por Julio Torri y Alfonso Reyes y algunos de los autores del grupo de los Contemporáneos.


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Dueño de una pequeña pero bien timbrada voz de declamador, todo en Arreola fue una forma de colocar en escena el lenguaje verbal y corporal. Su persona y su obra estuvieron ligadas siempre a ese histrión que quiso ser y fue. No hubo un solo gesto en el fabulador que no hubiera puesto en el escenario que es la existencia misma. Toda su obra está dispuesta como si la hoja en blanco fuera un teatrino que de inmediato lo ocupa la palabra, el lenguaje y la escritura. La prosa de Arreola, entonces, es una que siempre está en escena. Es decir, Arreola casi invariablemente coloca el lenguaje en un espacio cuyos elementos son teatrales. Si leemos con atención la obra del narrador zapotlense, desde el comienzo sabremos que una de sus más grandes aspiraciones fue la dramaturgia, el teatro.


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El lenguaje de toda la narrativa arreolina está impregnada del actor-autor que invariablemente fue; y Juan José Arreola fue un actor que desplegó en sus trabajos todas las posibilidades dramatúrgicas. No en balde sus poemas en prosa del Bestiario fueron dictados (a José Emilio Pacheco).

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En La feria se halla una polifonía de registros narrativos y pasajes de la mejor y más grande prosa en nuestro idioma. Hay, además, pasajes inalcanzables por ser únicos: recordemos la “confesión” de los pobladores, los cuentos internos y los poemas.
Está lo que quizás fue la simiente de la novela:

Si camino paso a paso hasta el recuerdo más hondo caigo en la húmeda barranca de Toistona, bordeada de helechos y de musgo entrañable. Allí hay una flor blanca. La perfumada estrellita de San Juan que prendió con su alfiler de aroma el primer recuerdo de mi vida terrestre: una tarde de infancia en que salí por primera vez a conocer el campo…


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Me declaro —en una palabra— criatura arreolina en definitiva.




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