domingo, 16 de septiembre de 2018

La alimentación y su relevancia en la educación




Mtra. Mercedes Imelda Avalos Ruiz


El desarrollo del cuerpo humano se sucede de manera regular, consecuente a un proceso natural, pero influido por cuestiones genéticas, situación ambiental, suficiencia económica, orden familiar, sistema alimenticio y algunos factores más que pueden encerrarse de manera implícita e implícita en los que ahora menciono.



Por esta ocasión prestaré mi atención a lo que concierne la situación alimentaria e invito a los lectores a hacer lo mismo, haciendo alusión a vivencias que ocurren en lo cotidiano y que en el ámbito educativo nos enteramos y vivimos sus causas y consecuencias en el buen o mal aprovechamiento de educandos.

Primero, debemos tomar en cuenta que los niños en edad escolar necesitan una dieta adecuada para crecer, desarrollarse, estar protegidos frente a las enfermedades, y tener la energía para estudiar, aprender y ser físicamente activos. Suele suceder que los padres de familia se conforman con poner un “lonche” o refrigerio a los menores para que se lo lleven a la escuela y estos no lo consumen, lo regalan o intercambian por algún otro con los compañeros. Que bien está el compartir, pero entonces; es difícil confiar que si el niño comió lo que se requería y lo que confiaron que así sería. Esto, en el mejor de los casos cuando se provee y prevé algo para ellos.

También está el tema de los que se les da dinero para que adquieran en la escuela lo que prefieran,  nos encontramos que no siempre se aplican los chicos como corresponde; pues a pesar de que las instituciones educativas prestan más atención a tener en sus cooperativas alimentos más nutritivos, han de guardar el recurso para que a la salida o con algún vendedor externo adquirir alimentos chatarra, por ser más placenteros al paladar, más económicos, atractivos o de moda. Una estrategia más que no siempre funciona, a pesar de que los programas de alimentación y nutrición escolar son clave para que los niños disfruten de los derechos humanos a la alimentación, la educación y la salud. Mediante intervenciones complementarias como los almuerzos escolares y la educación alimentaria y nutricional, los alumnos pueden mejorar sus dietas, desarrollar prácticas alimentarias más saludables, y extenderlas a sus familias y comunidades. Pero, como se comenta, no siempre se obtiene buenos resultados de ello.

Suele ocurrir que, si la escuela está inscrita a programas de alimentación, los padres de familia se confían a que lo que recibirán sus hijos será suficiente y los envían a la escuela sin darles alimento alguno: quizá por pereza, ignorancia, economía o conformismo. Pero, se sugiere que cuando el educando está recibiendo este apoyo alimentario, se le dé antes de salir de casa alguna colación, pudiendo ser por la mañana un licuado, jugo o leche, por la tarde alguna fruta, leguminosa o jugo. Para que en lo llega la hora de que se les dé el refrigerio, puedan concentrarse y responder a las actividades de inicio del día y no se disperse la atención al tener hambre. Cuidando que sea congruente el consumo alimentario con el desgaste de energía, ya que en caso contrario se puede caer en la provocación del sobrepeso. 

Se han sucedido casos en que algunos estudiantes de Educación Básica el momento de mejor alimentación que reciben, es la otorgada en la escuela, por medio de esos programas de apoyo. Cuando en casa se debe de cuidar la complementación de forma eficiente y equilibrada, acordes a las características de los menores.

La FAO reconoce que las escuelas son un entorno ideal para contribuir a la nutrición y el desarrollo infantil y juvenil. Los niños llegan a las escuelas a una edad a la cual se están creando sus hábitos alimentarios y de salud. Las escuelas también influyen en las familias y la comunidad escolar, y pueden ser un medio para una mayor participación de la comunidad.

Una vez más se identifica la necesidad del trabajo colaborativo de parte de la escuela con los padres de familia en beneficio de la infancia, lo cual les ayudará a lograr un desarrollo integral en los chicos, un mejor rendimiento educativo, lo cual favorece y facilita el trabajo del docente y finalmente, una estabilidad en la salud de estos individuos, lo que incide en la mejoría de la armonía familiar, su economía y cumplimiento de la funcionalidad de las partes involucradas en éste proceso alimentario.

Sólo resta agregar que es muy importante la prevención; se vuelve prioritario formar hábitos alimentarios, valoración y concientización sobre sus beneficios. Hay que enseñar y forjar prácticas de alimentación eficiente y suficiente desde que empiezan a acudir a Educación Inicial o preescolar, para que cuando empiezan a ser más independientes, en primaria y secundaria, puedan ser selectivos sobre lo que les beneficia y conviene.  


*Asesora en el Centro de Actualización del Magisterio


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