miércoles, 12 de septiembre de 2018

A la memoria de Ricardo Flores Domínguez









Samuel Gómez Patiño


La siguiente es una historia del México de hoy, de las que no debemos olvidar para evitar que vuelvan a pasar.

Ricardo, un joven estudiante de derecho en la universidad de Jalapa, aprovecha las vacaciones para ayudarles a sus padres en el trabajo de campo. Regresa como probablemente lo ha hecho en los últimos años, para visitar a su familia y de forma agradecida laborar en la siembra, como lo habrá hecho desde que tiene uso de razón.

Se prepara académicamente con la intención de mejorar su situación económica y social y ayudar a su familia ya que reconoce el esfuerzo que han realizado para que se supere apoyándolo en sus estudios hasta que termine la profesión.

Un 29 de agosto salen, Ricardo y Alfredo (padre del primero) de Tianguistengo con rumbo a Acatlán de Osorio, Puebla, con seguridad para laborar en el campo, pero quizás por el cansancio se detienen a beber algo cuando son detenidos y remitidos a la comandancia de la urbe para pagar una falta administrativa.Entonces empieza a circular un mensaje en Facebook sobre que la autoridad tiene detenidos a los dos presuntos “robachicos”, azuzando a la población a acudir hasta el lugar y evitar que los suelten y se vayan. 

Algunas versiones dicen que los instigadores eran personal de los grupos de delincuentes de la región, no lo sabemos a ciencia cierta, pero el llamado encendió la indignación de la población.

Como sabemos (aunque la autoridad no lo quiera reconocer) los grupos delincuenciales nos tienen secuestrados, y si fue el caso es una de las formas de sembrar el terror entre nosotros, a tal grado de no confiar en nuestras autoridades y tomar la justicia con nuestras propias manos lo que nos vuelve tan despreciables como aquellos que lo hacen sin ningún remordimiento por su falta de valores.

La autoridad tiene sus protocolos para situaciones que los rebasan, en este caso solicitar el apoyo de instancias más altas, como la estatal o federal, pero hicieron caso omiso y, al contrario al verse rebasados por una muchedumbre harta de la violencia pero convertida en aquello que tanto critican, dejaron que se llevarán a Ricardo y Alfredo, quienes seguramente al levantarse en la mañana no pensaron que sus sueños e ilusiones se verían truncadas de manera tan infame.

Dentro de las ironías de la vida,  el último mensaje que Ricardo publicó en su espacio de Facebook fue: “La vida es una ruleta, todos tienen que apostarle”, pero no le dieron oportunidad.

            No cabe en mi mente pensar en una multitud enardecida sin saber por qué y, sin defenderlos mostrar un odio tal que no escucharon las suplicas de padre e hijo clamando por su inocencia. Un linchamiento público, sin que ninguna autoridad se atreva a ayudarlos, a cumplir con su misión que es la de resguardar la integridad de las personas inocentes. No basto la vergüenza de ser acusados siendo inocentes no, había que dejar en claro que no iban a permitir que se fueran con vida, llovieron los golpes, con palos, piedras y patadas, no dejaban de suplicar su inocencia.

            Entonces tenemos que demostrar nuestra indignación con crueldad, por eso alguien les roció gasolina y les prendió fuego. Al salir de su pueblo jamás pensaron encontrar un triste y doloroso final a sus vidas. Se aseguró la “jauría” de acabar con dos inocuos cuya único pecado es estar en el lugar equivocado. Más gritos, mas golpes, más palos, más pedradas y más fuego más ignominia. Todo transmitido en vivo por Facebook, todo visto por los familiares de los inocentes que sin juzgar perdieron la vida.

            La semana pasada escribía sobre el país de la esperanza, y estas historias que empiezan a verse con más frecuencia describen algunos de los porque no crecemos como sociedad. Soy enemigo de la pena de muerte, pero estos casos mueven mis sentimientos y valores. Ahora si la autoridad tiene bajo custodia a los policías que omitieron hacer su trabajo, al instigador principal que grabo en vivo todos los acontecimientos que sin averiguar solo corrió el rumor para enardecer a la multitud, a los que rociaron de gasolina para que terminaran ardiendo los cuerpos y a otras personas identificadas dentro del pueblo enardecido; pero ni las penas que les impongan traerán a la vida a Ricardo y Alfredo. Un muchacho que estudiaba las leyes y que ahora solo espera justicia.

            Esto no debe pasar en nuestra sociedad, queremos ser mejores personas seamos humanos, aunque las bestias parecen más nobles que nosotros.

            La próxima semana: “El Ejecutivo al minuto” de Kenneth Blanchard y Spencer Johnson.


  
            Me gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño

*Director del Área 1 de los Toastmasters y
Presidente del Club Ejecutivo de Tijuana
Licenciado y Maestro en Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja California

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