domingo, 19 de julio de 2020

Campaña de alfabetización 1980. Adultos Mayores











Sandra Gómez


 A continuación, les relato la historia de dos de mis alumnas de quienes yo aprendí mucho más de lo que a mi corta edad podía humildemente ofrecerles.

            En el año de 1981, después de dos años de trabajar como asistente de pre-escolar, ingrese a la preparatoria en el turno matutino, lo que me impedía seguir con esa labor. Así que cuando llegaron a la Preparatoria Federal Lázaro Cárdenas (PFLC) los promotores de la campaña de alfabetización a cambio de horas de servicio social, sí que me apunté. La primera parte consistía en aplicar encuestas y contabilizar el número de personas quienes no sabían leer ni escribir en nuestra comunidad, (cercana a nuestro domicilio). Una vez entregados los cuestionarios, se nos invitó a darles clases a las personas localizadas a través de nuestras encuestas; acto seguido la PFLC, facilito sus instalaciones para nuestra capacitación, se nos entregó nuestra mochila con el material y yo, como muchos otros compañeros salimos a formar grupos para alfabetizar. El curso consistía en cinco sesiones semanales por tres meses y las sesiones duraban como mínimo dos horas.




 Al finalizar el primer trimestre, de los diez participantes me quedaron tres personas quienes todavía no se sentían seguras, así que me comprometí con ellas y les dije que podían volver a cursarlo y que además podían invitar a otras personas. El esposo de Rafaelita dijo que el no, que ya lo había intentado y que no podía, “muchas gracias, pero no”. Ante mi insistencia recuerdo que dijo que sí, pero lo más que logre es que dejara ir a Rafaelita.  Aquí es donde aparece la mancuerna de Naty y Rafaelita; mis más sobresalientes estudiantes (repetidoras). Ellas se conocían de la Iglesia, doña Naty vendía cascarones de huevo decorados en la puerta de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, y Rafaelita asistía a la misma Parroquia. El salón parroquial fue nuestro primer salón de clases, posteriormente una escuela primaria nos permitió trabajar dentro de sus instalaciones.

            El método era silábico con apoyo visual. Recuerdo algunas de las lecciones como: “pala”; todavía tengo clara la imagen. Asimismo, recuerdo claramente que Rafaelita se veía mayor que mi mamá, pero creo que tenían la misma edad (45 – 55 años), y doña Naty decía que tenía 80 años.  No tengo los datos, pero de que eran mayores de 45 no tengo duda. Cuando empezaron a escribir, Doña Naty tenía la más hermosa letra cursiva que haya visto hasta el día de hoy, en ese entonces yo era incrédula de que alguien pudiera escribir “tan bien” y no saber leer; pero ahora se, que existe una diferencia entre transcribir y escribir. Al cuestionar a doña Naty me dijo que todas las cartas que recibía, ellas las copiaba y que su mayor deseo era aprender a leer y que yo se lo estaba volviendo una realidad. Imaginen mi emoción, aun incrédula en ese entonces, pero satisfecha que ellas me tenían esa confianza (…). Al final salieron leyendo y escribiendo precioso.




            Ambas se dirigían a mi como: “señorita”, con todo respeto y yo, por sus nombres de pila.  Al finalizar el ciclo escolar, coincidió con la navidad, ahí me entere que doña Naty se llamaba Natividad y que ese nombre lo tenía porque había nacido el 25 de diciembre. Como se habrán imaginado, ya para ese fin de cursos nuestra relación alumnas/maestra, era mucho más fuerte, entre todos los alumnos organizamos una posada y ceremonia de fin de cursos además del pre-cumpleaños.  Todos cooperamos con un platillo, a mí me toco llevar ensalada de pollo y tostadas, otros llevaron gelatina, refresco, entre otras cosas. Como les había compartido, yo acababa de cumplir quince años así que tenía copas plásticas de champan que no se habían utilizado en mi fiesta. Me las llevé, y simulamos una gran cena; les dije que imagináramos, y así lo hicimos, el refresco se convirtió en champán, la pasta en una del mejor restaurante, habían cocinado los mejores chefs (…) el ejercicio resulto todo un éxito. Nos despedimos felices, yo había contribuido a cumplir su sueño de aprender a leer y escribir (…).

            Pero esta historia no termino ahí, como mencioné, Rafaelita era vecina: así que un día pasando ella por mi casa me reconoció y le dije “aquí vivo” así que cada vez que pasaba saludaba a mi mami quien generalmente estaba regando el jardín.  Doña Naty quien era viuda y sus hijos vivían en Los Ángeles California, llego el momento en el que una de sus hijas vino por ella y se fueron a vivir a Guadalajara Jal., por su parte Rafaelita, se motivó al grado que hizo la primaria y saco su certificado, a la vez que motivo a su hijo para que siguiera estudiando (lo contagio).  Poco a poco ella le enseño a su esposo a leer.

 A cualquier edad se puede aprender, además también los maestros aprendemos de nuestros alumnos; Naty y Rafaelita siempre están en mi memoria, como ejemplo de perseverancia. Las quiero Mucho.

 Si tienes a alguien a tu lado que amas, enséñalo a leer, después facilítale los recursos para que lea, se cultive y desarrolle su imaginación.  Los libros son buenos amigos y cada vez que los visitas te cuentan lo mismo de diferente manera.

 Sé feliz, acompáñate de una buena lectura, con cariño su maestra Dra. Sandra Gómez Patiño.



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