lunes, 27 de julio de 2020

El juego tiene una función adaptativa. Infancia









Sandra Gómez                    


Estimado lector, a continuación, se presenta “el derecho a jugar del niño” y veremos algunos ejemplos de su función como clave en la trasmisión de la cultura.

 Las funciones básicas para el desarrollo psicoemocional de un niño son jugar, dormir y soñar, estas funciones marcan parámetros de reordenamiento cerebral desde el nacimiento y siguen siendo necesarios a lo largo de la vida; por lo tanto, no debemos privarnos de ninguna de esas funciones cerebrales que permiten al cerebro reorganizarse, descansar y decodificar toda la información que se recibe a través de los sentidos.

 En una entrega anterior definíamos lo que es el juego y podemos sintetizarlo en cinco criterios objetivos tomados del documental “la magia del juego” presentado en Youtube en noviembre 2019. Estos dicen: 1) no debe tener una causa aparente; 2) debe repetirse con frecuencia; 3) a menudo de forma exagerada; 4) a menudo el juego es espontaneo; 5) los animales solo juegan cuando están relajados.




 En los criterios anteriores nos dejan claro, que una vez satisfechas las necesidades básicas de alimento y seguridad, se presentan las situaciones sociales de relajamiento que ofrecen la oportunidad de “jugar”, en ese espacio se explora, tanto el cuerpo, sus capacidades físicas y las habilidades sociales.  Para el niño neurotípico, jugar es lo más importante, es ahí en donde pone a prueba lo “aprehendido”; asimismo, ese espacio le permite improvisar soluciones a problemas cotidianos. El juego en sí mismo es un programa de aprendizaje evolutivo.

 ¿Cómo podemos capitalizar el juego?, sin duda, a través de actividades lúdicas podemos reforzar contenidos académicos, y con repetición consolidarlos. En esta área los juegos de video cumplen con algunas de estas funciones. Como programas lectores que van señalando con un cursor las palabras y al final realizan preguntas que permiten verificar la comprensión lectora del niño. Por otra parte, los juegos al aire libre y los juegos de mesa ayudan a presentar escenarios para poner en práctica el respetar el turno de los jugadores y aprender a manejar la tolerancia a la frustración.

 Jugar con otros, permite al niño “medirse” a través de la comparación; por ejemplo, de conocimientos y/o habilidades, además le permite reconocer su propio valor como persona y/o cantidad de conocimiento de algún tema puntual. A través de actividades lúdicas se trasmite la cultura. En nuestro país México, por ejemplo, se reúnen las niñas con las mujeres mayores a tejer, bordar y elaboran manualidades; lo hacen como una actividad recreativa y trasmiten sus conocimientos enseñando técnicas tanto de tejido y bordado, como de recetas para teñir o deshilar.

  Una actividad lúdica también se expresa a través del baile, canto o el tocar algún instrumento musical, forma parte de las tradiciones de alguna comunidad o de tradición familiar; y su primera aproximación es jugando.  Tal vez se siente más familiarizado con los deportes, y ahí puede ver que el juego reúne a la familia e incluso crea lazos entre los participantes que perduran a lo largo de la vida.

 El juego y todas las actividades lúdicas ofrecen un canal para el desahogo de situaciones de estrés; asimismo, permiten el desarrollo de habilidades motoras tanto de coordinación ojo-mano, por ejemplo: en el tejido o video juegos; así como como la coordinación mano-pie del basketbol, natación, por citar algunas.

            El juego también permite al niño la realización de un logro, el espíritu de competencia, la convivencia, el aprendizaje de técnicas instrumentales, el conocimiento de reglas para los deportes, etc. Los niños tienen derecho a jugar. Facilítale el cumplimiento de ese derecho.  Se despide hasta la próxima historia de vida, Doctora Sandra Gómez Patiño.



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