domingo, 25 de agosto de 2019

Un viaje de nocturnos: entre el cuerpo y la vida








Lo que la noche convoca, lo que la oscuridad abre no es sino la posibilidad de ser uno mismo y, a la vez, otros seres y completarse en un cuerpo, en un pensar-ser, en un viaje posible hacia el sueño de la existencia renovada cada vez que se apaga la luz, o cuando la noche llega para que se cumpla —de nuevo— el viaje en nocturnos.



AnocheSer (Viento azul ediciones) de Victoria Falcón Águila nos recuerda a varios libros en su lectura, no porque provenga de allí, pero sí porque va en ese mismo sendero de los Himnos a la noche de Novalis, del Viaje al fin de la noche de Louis-Ferdinand Céline, y sobre de los Nocturnos de Xavier Villaurrutia, obras presentes y ausentes porque en realidad lo que ocurre en este poemario de la poeta es un encontrarse: un encuentro con el lenguaje y, sobre todo, con la imaginación. Ocurre, entonces, que AnocheSer es una convocación de recuerdos o invenciones que logran de algún modo cada vez y cada noche que fluya una atmósfera —creada por la poeta o real en su acontecer— que hacen que cada verso o poema encarne y sea un resumen de vivencias, de desvelos, ya que son “Poemas como negros cuervos” que “pernoctan en mi cuerpo”, y “son numen de desvelo.”

Durante las noches y madrugadas descritas en los poemas de Victoria, el lector va integrando entregándose al acontecer de cada viaje uno de los viajes que se despliegan, donde para la poeta “Mi cómplice es la noche” ya que “es la única que me comprende” y “quien sabe de mis íntimos placeres…”.

Sucede entonces que hay un placer nocturno cada noche que construye en lenguaje, pero que encarna en la poeta y es transmitido y abre las rutas para que cada uno, como lector, siga las señales y la acompañe en ese río de sombras que la rodean pues


La nocturnidad es silente compañía,
Fiel testigo de mis pasiones…
Oye y calla cuando mi amado duerme
a mi lado.



Hay una compañía, hay un viajero que se une, existe; en todo caso, una silenciosa complicidad cada noche. ¿Quién es? ¿Somos nosotros que leemos? ¿Es ese otro que somos nosotros todos?

Los poemas de Victoria Falcón Águila parecen una provocación, son una provocación, para ella y para nosotros que leemos. Nadie, ninguno, escapa. Nos invita a probar “el hechizo femenino” que


…devora la savia de su jinete
mientras su piel se tiñe con lava
de un volcán a punto de erupcionar.

La carga erótica AnocheSer seduce, erotiza. Nos invita. Nos humedece. Son una provocación: “La distancia se estrecha, /el reloj calla para darle paso/ a la palabra llegada,/ por ardiente brecha…”, en cada poema encontramos acercamientos al ardor de los cuerpos, nos estimula a continuar despiertos y a la vez soñando. Nos ofrece la oportunidad de sentirnos en ese espacio donde suceden los poemas-historias. Miramos y somos protagonistas de cada nocturno. Seguimos de cerca cada instante y cada acontecimiento. Los vuelve voyeristas y vamos gozosos. Pero también advertimos que son noches de largas ausencias, quizás por ello “Hoy duele la noche, /la piel la las ansias. Me duelo de tu recuerdo, de tu ausencia oscura”.



Luego, entonces, logramos entender —de manera dolorosa— que en estas noches no solamente hay el placer, sino también la ausencia, el abandono, la angustia de estar y ser un cuerpo solitario viajando hacia los recuerdos. Se va de lo ardiente al dolor “Porque los deseos/ son afecto poético/ que no se extinguen, /ni caducan”.
Escuchamos, al final de AnocheSer una especie de canción reconciliadora y a su vez  un lamento: “El gallo comienza a cantar /pero aún hay noche /para soñar…”.

 ¿La noche acaba y vuelve a comenzar en nuestros cuerpos? ¿Cada noche es una vuelta a la vida o es un retrato de un pasado que como cíclico viaje?

AnocheSer de Victoria Falcón águila es la vuelta y el retorno. Es una reconciliación entre el cuerpo y la vida.

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