domingo, 11 de agosto de 2019

XCII Aniversario del martirio del sacerdote san Miguel de la Mora






Tecalitlán en la historia




*René Chávez Deníz


Por el año de 1927 se suscitó la guerra cristera y El sacerdote tecalitlense Miguel de la Mora y todos los demás sacerdotes de la diócesis de Colima, firmaron un escrito de protesta hacia las leyes persecutorias de la iglesia y de adhesión a la jerarquía eclesiástica. Las declaración impresas que hicieron pública, terminaba con estas palabras: “No, no somos rebeldes ¡vive Dios! somos simplemente sacerdotes católicos oprimidos, que no queremos ser apostatas, que rechazamos el baldón y el oprobio de Iscariotes”.

Como consecuencia de dicha declaración, el Sr. Obispo José Amador Velasco y sus sacerdotes, sin excepción fueron procesados: algunos sufrieron el destierro, otros permanecieron ocultos en la ciudad de Colima. Agotados los recursos pacíficos, algunos católicos del Estado de Colima iniciaron la defensa armada, participando en la llamada revolución cristera.

El padre Miguel se ocultó en su casa con el fin de ofrecer los auxilios espirituales a los fieles. Sus familiares le decían con insistencia que se fuera a su rancho, para salvarse del peligro pero valientemente respondió: “No, ¿cómo se va quedar Colima sin sacerdotes?

Un día fue descubierto por el general José Ignacio Flores, jefe de operaciones  militares, y al reconocerlo como sacerdote lo llamó y de inmediato fue tomado preso, salió de la prisión después de pagar una fianza, teniendo la ciudad como cárcel, con la obligación de presentarse todos los días en la jefatura militar y con la amenaza de encarcelarlo definitivamente si no abría el culto en la iglesia catedral, rompiendo así la actitud del clero católico nacional, decretada por el Episcopado Mexicano y confirmada por la santa sede.

El padre Miguel no podía ser cismático, infiel a la iglesia, al Papa y al Obispo.

Estando próximo a vencerse el plazo que le habían fijado para obligarlo a reanudar el culto público, prefirió salir de la ciudad, aunque se perdiera la fianza otorgada. Entonces le dijo a su hermano Regino: “Ya no aguanto, llévame al rancho”. Así en la madrugada del domingo 7 de agosto de 1927, el padre Miguel, su hermano Regino y el padre Crispiniano Sandoval salieron en un coche hasta La Estancia, Colima.

Allí los esperaba don Juan de la Mora con unos caballos para continuar su camino. Al detenerse en la ranchería de Cardona para tomar algún alimento, una señora se le acercó y le preguntó: ¿es usted padrecito, para que me case a mi hija?, el padre Miguel respondió: “si” algunos agraristas armados del lugar escucharon la respuesta, lo reconocieron y lo apresaron junto con sus acompañantes escoltado por dos agraristas disfrazados de rancheros, entro el padre Miguel por las calles de Colima acompañado de su hermano Regino. Al padre Crispiniano Sandoval no lo reconocieron como sacerdote, pensaron que era algún mozo y al entrar a la ciudad se desentendieron de él y pudo escapar.

Los dos hermanos fueron conducidos al cuartel militar callista, ubicado entonces en la manzana comprendida entre la avenida Revolución y calle Belisario Domínguez con calle Hidalgo, exactamente donde hoy se encuentra la escuela primaria Tipo República Argentina.

 Poco después llego el general José Ignacio Flores quien le dijo al padre: ¿“Que está haciendo aquí padre?”  El respondió pues aquí me tienen, el general Flores furioso porque se sentía burlado por la huida del padre Miguel, le dijo: “Pues ahorita se lo va llevar la tiznada; lo vamos a fusilar”. El padre Miguel, al oír la sentencia metió la mano al bolsillo, saco su rosario y comenzó a rezar. lo condujeron a las caballerizas del cuartel y le ordenaron que s e colocará junto a la barda. El con resignación cristiana, sin decir una sola palabra siguió rezando, bezo el crucifijo del rosario y se le colocó frente al cuadro formado por los soldados. El pelotón recibió la orden de disparar y el Padre Cayó abatido por la descarga, frente a los ojos atónicos de su hermano Regino. Un soldado se acercó y le dio el tiro de gracia. Eran las doce del día del domingo 27 de agosto de 1927, el padre Miguel tenía 53 años, a su hermano Regino lo tuvieron preso tres días y luego lo dejaron en libertad.

Las personas que se encontraban en las calles y que hacía pocos menos de media hora habían visto entrar al padre Miguel al cuartel, oyeron los balazos.

Una soldadera que vio el fusilamiento les informó entre lágrimas: “acaban de matar a un padrecito, ahí en el cuartel, nomás lo pusieron pegado a la barda y le dieron tres balazones y luego el tiro de gracia”.

El mismo general Flores se presentó a la casa el padre Miguel y le dijo a su hermana María: “acabo de fusilar a su hermano, mande a recoger el cuerpo” y sin más el general entró a la habitación del padre Miguel para saquearla. Como los familiares no consiguieron permiso de velar su cuerpo, lo colocaron en su caja y lo llevaron al cementerio municipal, en un carretón jalado por un caballo que los colimenses llamaban “Mariposa”. Detrás iba un pelotón de soldados. Fue sepultado en una fosa ordinaria.

Aun después de muerto recibió más ultrajes; pues pocos días después, el mismo general Flores con un grupo de soldados, fue al cementerio por la noche a exhumar su cadáver creyendo que el padre podría llevar consigo alguna suma de dinero, ya que lo habían tomado prisionero yendo de camino. Sacaron el cadáver y, después de registrarlo, lo arrojaron de nuevo, brutalmente a la fosa; enseguida aventaron la caja sobre él y lo cubrieron de tierra.

 Más tarde una comisión exhumó los restos del padre Miguel y fueron trasladados a la cripta de los mártires de la iglesia catedral de Colima, fue el primer sacerdote sacrificado en esta Diócesis por lo que la noticia fue muy conocida considerando siempre al padre Miguel desde el principio como un verdadero mártir: mártir de su sacerdocio, de su fidelidad a Cristo a la iglesia y a su obispo.

*Cronista Municipal de Tecalitlán


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