viernes, 30 de septiembre de 2022

Adiós Boris Pahor




La Vida Continúa

 

José Luis Vivar

 

 

Durante muchos años el escritor Jorge Luis Borges fue un eterno candidato al Premio Nobel de Literatura. A pesar de la presión mediática internacional, de las recomendaciones de importantes escritores y académicos que avalaban su calidad literaria, el autor del Aleph se fue de este mundo sin haberlo obtenido.



          


 
Sin embargo, Borges no ha sido el único eterno candidato de tan prestigioso premio; hay otros más, como lo fue hasta hace unos días Boris Pahor, quien apenas el pasado 30 de mayo falleció a los 108 años. Entre su vasta obra se le recordará por uno de sus libros: Necrópolis. Testimonio de su vida en los campos de concentración nazis, y que para muchos representa la Voz del Holocausto.


            Originario de Trieste, población que, al finalizar la Primera Guerra Mundial, dejó de pertenecer a Eslovenia para ser anexada a Italia. Este acontecimiento lo marcaría, pues siendo muy pequeño le tocó vivir una triste experiencia, cuando en la escuela se le pidió realizar la descripción sobre un naufragio, no en esloveno —su lengua natal—, sino en italiano. Como desconocía el idioma pidió ayuda a su padre, quien se pasó toda una tarde traduciendo el texto.


Al día siguiente al llegar al salón de clases el profesor le pidió que leyera su trabajo en voz alta. 


          Al hacerlo provocó la risa de sus compañeros por la forma tan torpe en que articulaba las palabras. Él decía que la humillación le dolía mucho porque había sido también para su padre, y eso jamás lo pudo olvidar.






            Como tampoco logró borrar de su memoria su paso por cinco campos de concentración: Struhof-Natzweiler, en los Vosgos; Dachau; Dora; Bergen-Belsen; y Buchenwald, donde por fin pudo ser liberado. Su crimen fue haber publicado dos artículos antifascistas en contra de Adolfo Hitler en una revista eslovena de pequeño tiraje en Italia.


Delatado de forma anónima fue detenido y torturado por la Gestapo. Más tarde sería enviado a los mencionados centros de exterminio. Para distinguirlo de los judíos que llevaban en un costado del pecho la Estrella de David, él y demás compañeros de infortunio portaban un triángulo rojo invertido que los identificaba como presos políticos. Recordaba que en Dora y los Vosgos trabajaba en la fabricación de misiles, creación del ingeniero de las SS: Wernher von Braum —sí, el héroe de la NASA—, que al recibirlos mandaba ahorcar a quien resultara responsable de algún cohete defectuoso.


Aunque escribió y publicó más libros —siempre en esloveno—, Necrópolis, es la obra que define a este longevo anciano que se asumía como Panteísta y era fiel lector de Spinoza. Su experiencia en el infierno donde se infectó de tuberculosis, sufrió todo tipo de vejaciones, y pasó hambre y frío, quedan como ejemplo de un espíritu indomable, y de alguien que a pesar de su calidad como escritor jamás pudo obtener el Premio Nobel de Literatura.


La despedida de sus lectores es obligada: adiós, Boris Pahor.



 


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