lunes, 23 de noviembre de 2020

Cuando el Sueño se convierte en pesadilla, el COVID-19

 



 

Sandra Gómez

 

Estimado lector, he hablado de sueños “locos”, hoy quiero escribir acerca de las pesadillas.  Se relaciona a una pesadilla con aquellos sueños que en la etapa REM nos atemorizan, para niños menores de diez años se consideran normales, pero se presentan a cualquier edad. Sus causas más comunes se deben a una enfermedad subyacente por ejemplo los delirios cuando se tiene fiebre. En la niñez es una parte de miedo, o bien experiencias individuales o efectos secundarios es normal del proceso del desarrollo. Las causas incluyen la revisión de películas de terror y las lecturas de miedo. Asimismo, el estrés la presión o tensión que se origina en una situación exigente, puede ocasionar pesadillas y el origen es físico emocional o psicológico.


Una situación límite como el trastorno de ansiedad, que es un trastorno de salud mental caracterizado por sentimientos de preocupación, ansiedad o miedo pueden tener como síntoma a las pesadillas, que ponen de manifiesto que esa persona en estado consciente tiene una preocupación excesiva y en consecuencia pensamientos intrusivos.

El trastorno por estrés postraumático, se caracteriza por la imposibilidad de recuperarse después de experimentar o presenciar un evento de gran impacto. Algunos de sus síntomas son las pesadillas, los pensamientos intrusivos y la anhedonia (que es la incapacidad de experimentar placer sexual y llegar al orgasmo).


Además, el abuso de sustancias como el alcohol y/o drogas puede ocasionar pesadillas.





Cuando hablamos en sentido figurado, hacemos referencia a algo que vemos venir y que no deseamos, pero que estamos conscientes de que sucederá en cualquier momento y no lo aceptamos, luego entonces decimos que nuestra peor pesadilla se ha cumplido. Experimentamos una emoción tal que nos genera ansiedad antes y después del evento de impacto. En este caso a la MUERTE de un ser querido.


El COVID-19, ya nos andaba rondando, pero el pasado 15 de noviembre se llevó a mi tía María del Sagrario. Algunos conocidos y familiares describían a la enfermedad como tener una cruda de cinco días, sentirse muy mal y luego salir totalmente cansado y deshidratado. En esos momentos bajando todos los santos del cielo para pedir que les salvaran, incluso pedir perdón a las personas a quienes sabían haber ofendido y algunos ya de recuperación en sus casas cumplen a raja tabla con las medidas de sanidad que impone la ciudad; y algunas precauciones más derivadas de su propia experiencia. No se reúnen en grupo, únicamente salen lo indispensable, los hijos toman clases desde casa, no se visita a los abuelos, hay un sistema de desinfección antes de entrar a la casa, se quitan los zapatos, se rocían alcohol en la ropa, no hay abrazos, la persona de limpieza entra con guantes y cubre-bocas, y se desinfecta con spray al salir, además del tapete de desinfección en la puerta de entrada.


El caso de mi tía fue un desenlace rápido, ella estaba en Texas, de festejo de 50 años su hijo Roberto, toda la situación de meses en confinamiento, la había agotado física y emocionalmente, no poder ver a sus hijos, impedida para viajar, no poder abrazar a sus nietos y bisnietos, habiéndole retirado su “libertad” de movilidad a una incansable dama de 73 años de edad, quien en el mes de marzo se le retiro su licencia de conducir por precaución a un derrame cerebral del que se había recuperado en meses pasados.


Mi incansable tía, es la mejor anfitriona que he conocido, siempre que llegamos a su casa nos tenía comida preparada y el congelador con más de un antojito también elaborado por ella, siempre nos unió, muy alegre le gustaba escuchar música de mariachi así que llegando a la mayoría de las reuniones se hacía acompañar de este.





Tengo mucho que hablar de mi incansable tía, pero hoy solo quiero expresar que esta enfermedad del COVID-19 es tan real como la muerte, nos acompaña siempre, no tiene olor, sabor o color. Pero está presente, y ahora sus hijos, nietos, bisnietos y todos quienes la queremos, la vamos a extrañar, ahora nos ve desde el cielo acompañada de su muy querido esposo Otón.


Ella fue internada en uno de los mejores hospitales del mundo y, aun así, murió. ¿Qué podemos esperar, quienes no tenemos acceso a los hospitales de primer nivel?


Hoy debo aprender a hablar de ella en pasado, era la mejor anfitriona, era la más hermosa, era la más querida, era tan alegre, era la mejor…


Te invito a reflexionar, que tu sueño no se convierta en pesadilla. ¡Cuídate, y cuida a tu familia! Sé exagerado con la limpieza, extrema precauciones, seguramente hay alguna persona quien espera que estés con él o ella.


Un enorme abrazo a todos quienes como yo tenemos luto en nuestro corazón por su partida. Un beso enorme tía María, me dejas grandes lecciones de vida, que seguramente compartiré en mis escritos.

Dra. Sandra Gómez Patiño.




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