viernes, 20 de noviembre de 2020

Morir tres veces


 



Los conjurados

 

Ricardo Sigala

 

 

El 14 de octubre se estrenó en la plataforma de Netflix el documental “Las tres muertes de Marisela Escobedo”, del director Carlos Pérez-Osorio. A pesar de que se trata de una historia que en apariencia algunos conocíamos, pues pudimos seguirla en los medios entre los años 2008 y 2010, el documental no deja en ningún momento de parecer revelador, tanto por el trabajo de investigación y documentación como por el acertado tratamiento narrativo del director.


Las tres muertes a las que se refiere el título son dos reales y una simbólica, la primera es el asesinato de Rubí Marisol Frayre, de 16 años, en manos de su novio Sergio Rafael Barraza; la segunda es simbólica y se refiere a la sentencia del juez en la que declara inocente a Barraza, a pasar de ser un asesino confeso; la tercera muerte es el asesinato de la madre de Rubí, Marisela Escobedo justo en la puerta del palacio de gobierno de Chihuahua cuando se manifestaba en busca de justicia.








Como el nombre del documental lo expresa, la protagonista de esta historia es Marisela Escobedo, la madre que exigen justicia ante el asesinato de su hija. Marisela Escobedo se enfrenta primero ante la indiferencia de las autoridades, después ante su ineptitud y por último ante su deliberada corrupción y vinculación con el crimen organizado. En los más de dos años que duró la lucha de Marisela Escobedo en busca de justicia, evidenció estos y más vicios por parte de la policía, el sistema de justicia y el mismo poder ejecutivo. Ella se convirtió en una pionera de las madres que buscan a sus hijas desaparecidas, en todo tipo de lugares, desde los prostíbulos, por el riesgo de la explotación sexual, hasta las fosas clandestinas. También Marisela logra, en varias ocasiones, hacer la investigación para localizar a Barraza, primero en su calidad de presunto asesino, y después en su condición de prófugo. Ella hizo ver mal a las autoridades tanto de Chihuahua como de Zacatecas cuando reconocen que el asesino de su hija está fuera de sus posibilidades porque es miembro de los Zetas y ni la policía ni el gobierno pueden hacer nada al respecto.


Marisela Escobedo además tuvo el acierto de hacer visible su lucha, de manera casi cotidiana organizó marchas, primero en Ciudad Juárez, y después en caravanas que recorrieron el territorio nacional hasta llegar a la Ciudad de México. Era la época en que en todo el mundo se hablaba de las muertas de Juárez, pero también eran tiempos en que no se hablaba de feminicidios. Ella se convirtió pues en el emblema de la búsqueda de justicia de las mujeres asesinadas en México.


La evidencia más contundente del documental “Las tres muertes de Marisela Escobedo” es que en México es imposible obtener justicia, que la impunidad es un destino natural y que vivimos en un Estado fallido. Desgraciadamente la situación no ha cambiado en nuestro país, por el contrario, ha empeorado. El INEGI dice que cada día mueren 10 mujeres de forma violenta que el 97% de los casos no se resuelven. Hoy en día las mujeres desaparecidas, violadas, asesinadas no son anécdotas de nota periodística que remita a Ciudad Juárez, hoy en día las mujeres que desaparecen, que violan y asesinan están en nuestra propia ciudad, son amigas o parientes de nuestros amigos o conocidos.


He leído y escuchado comentarios en el sentido del atrevimiento de Marisela Escobedo, que no debió arriesgarse, que no debió exigir a las autoridades, que no debió manifestarse, que no debió evidenciar la corrupción presente y los diversos niveles del Gobierno. Esto es en verdad preocupante pues en un Estado democrático las acciones que realizó Marisela Escobedo son las que debe hacer, y que de hecho hace, cualquier ciudadano con consciencia y responsabilidad cívica.


Todo sistema de gobierno, todo sistema justicia debe estar fundado en una inteligencia, en el caso de nuestro país, como diría el filósofo español Antonio Marina, se trata de una inteligencia fracasada, que es una forma eufemística de llamar a la estupidez.

 

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