lunes, 21 de septiembre de 2020

Obras son amores…

 



 


Pedro Vargas Avalos

 

 

Las frases convertidas en adagios o refranes populares, son verdades de gran peso. Por lo general las entienden no solo los letrados sino también los poco versados en la cultura, en pocas palabras, son comprendidas por toda persona con mediano uso de razón.


En nuestro medio mexicano, tanto entre amigos, como con la familia y no se diga cuando de política se trata, el refrán cobra un significado muy peculiar. Así tenemos por ejemplo el de “Poderoso caballero es don Dinero”, que nos indica que cuando en un asunto está de por medio la economía, las cuestiones suelen definirse a favor de quien tiene o invierte más caudal. Y muy socorrido es el adagio que reza: “El que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija”, que la verdad es tan clara, que no requiere mayor explicación.


Dentro de tales píldoras de sabiduría popular está el dicho de que “Obras son amores, y no buenas razones.” Y es que este proverbio se aplica para el caso de los políticos que saben cumplir, que lamentablemente no son todos, ni tan siquiera un porcentaje respetable, más bien abundan los que de las promesas hacen su estilo de vida y, por lo tanto, no cumplirlas es su característica. Por ello el pueblo tiene en tan mal calificación a los diputados, a los regidores, a los senadores, a los jueces, a los dirigentes de partidos o de sindicatos y, en fin, a la mayoría de los servidores públicos, que entre más alto es su encargo, tal parece que más casados están con las mentiras.


Hace unos días, el sábado doce del presente mes de la Patria, vino el primer mandatario de la nación a la Perla Tapatía. Su presencia obedeció especialmente para inaugurar o cortar simbólicamente el listón del arranque de la línea 3 del tren ligero de Guadalajara. Esta obra se había iniciado en el nefasto sexenio de Enrique Peña Nieto y su concolega Aristóteles Sandoval. Se proyectó que costaría 17 mil millones de pesos y que se entregaría en 2017. Todo fue decepción para la gente que esperaba tan necesaria obra, pues ni costó esa millonaria suma ni se terminó en el año prometido, ni en el siguiente. Aún se tuvo la desfachatez de que ambos dizques gobernantes hicieran una “inauguración” poco antes de terminar sus mandatos, acto que más bien pareció una burla para la población. Mientras tanto lo que, si fue efectivo, es que ya se habían gastado alrededor de treinta mil millones de pesos, casi el doble de lo proyectado: la obra parecía barril sin fondo.





Al iniciar su gestión los actuales mandatarios, tanto de la nación como del Estado de Jalisco, se pensó que apoco se alargaría más años el finiquitar la mentada línea tres. Esto porque desde la campaña electoral afloraron diferendos entre los dos candidatos entonces, ahora gobernantes. Por fortuna, el mandamás estatal supo pedir apoyo y el primer magistrado federal mostró sensibilidad, por lo que de inmediato comenzaron a fluir los casi cinco mil millones de pesos que faltaban. Y de esa manera, por fin el pasado doce de septiembre se inauguró la magnífica línea tres. Y entonces resonó la frase: “Obras son amores, y no buenas razones”. Ahora de Zapopan hasta Tonalá-Tlaquepaque, pasando por Guadalajara, el trayecto se recorre en media hora más o menos, lo cual es una ilusión hecha realidad que el pueblo sabrá valorar.


En la misma ocasión, el mandatario federal se comprometió a construir la línea cuatro del Tren Ligero, que cubriría una novedosa ruta en la zona conurbada de Guadalajara con destino hacia Tlajomulco. El compromiso lo había adquirido el gobernador hace tiempo, pero ahora se ve que será cristalizado porque AMLO asumió el compromiso de terminarlo durante su sexenio. Con ello volvió a resonar el adagio: Obras son amores…


Pero este refrán obliga a que se prosiga la tarea emprendida. Y allí está la autopista Guadalajara- Puerto Vallarta, que desde los tiempos del amargoso Calderón se prometió y solo ha quedado en eso: promesa incumplida. El año pasado, visitando Nayarit, el presidente declaró que daría un ultimátum a los encargados de realizar esa carretera, y se comprometió a concluirla. No exageramos si decimos que esa vía terrestre es un sueño no solo para los jaliscienses y nayaritas, sino para gran parte de México, que utiliza ese medio para llegar al edén Vallartense.


De los tres tramos de que consta la autopista, está en funciones el primero, que pasa por Compostela, la primera capital de la Nueva Galicia. Pero el segundo, que llega a Las Varas, desde hace dos años se dijo que pronto se entregaría, pero a la fecha ni siquiera se apunta cuando entrará en funciones. Ojalá que el presidente recuerde su promesa y nos del gusto de pronto recorrer esa vía corta a Puerto Vallarta, nuestro paraíso jalisciense. Con ello volveremos a pronunciar jubilosos, el refrán que ojalá se convirtiera en divisa de todos los políticos: Obras son amores, y no buenas razones.

 

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