lunes, 18 de junio de 2018

Día del padre








Un momento por favor  

 

J. Jesús Juárez Martín


La experiencia es el sensor de nuestro inconsciente que dirige la conducta; reconozco que la etapa laboral  grabó en mí del calendario civil algo de las efemérides históricas, comunitarias, religiosas como reconocimiento a la sociedad que integramos; conmemoraciones que ahora se diluyen en las avalanchas publicitarias producidas por la mercadotecnia en Navidad, día del Amor, de la Madre, ah...  ¡El campeonato mundial de futbol 2018!

En las recientes décadas aparece el “Día del Padre”, ahora lidera las campañas publicitarias por su cercanía. Singular, especial día que convoca a las familias a celebrar los valores formativos que hicieron posible el cumplimiento de la encomienda socio religiosa y cívica de formar virtuosos y buenos ciudadanos para las comunidades, religiosa y sociedad en constante transformación que aspiran a mejores formas de convivencia fraterna y que tanto quebrantamos.

La llamada inicial a la vida, la propia, la vuestra, la de todos, se realizó por un acto de amorosa pasión de la pareja: Los futuros: padre y madre con responsabilidad afectuosa asumida integralmente, con entereza cariñosa es decisivo el acompañamiento a los hijos hasta su mayoría de edad en su crecimiento y formación.   

Vivimos nuevos tiempos de lucha por la equidad, felizmente se encuentra socialmente una forma de convivencia de igualdad ante la ley y sociedad, se lucha por igualdad de oportunidades y ante la ley en todos los aspectos.

Los valores históricos de la familia tradicional, han sido trastocados, los proveedores del hogar, ahora se amplían por la apertura laboral femenil, por las circunstancias económicas más demandantes y porque también existe reclamo y opción de realización profesional para las madres...

Las caracterizaciones que hacía del varón y mujer la Epístola de Melchor Ocampo, sólo quedan como referente anecdótico:  “Que el hombre cuyas dotes sexuales son principalmente el valor y la fuerza, debe dar, y dará a la mujer, protección, alimento y dirección, tratándola siempre como a la parte más delicada, sensible y fina de sí mismo, y con la magnanimidad y benevolencia generosa que el fuerte debe al débil, esencialmente cuando éste débil se entrega a él, y cuando por la sociedad se le ha confiado. Que la mujer, cuyas principales dotes son la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura, debe dar y dará al marido obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe a la persona que nos apoya y defiende, y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de sí misma”.

Ciertamente, el padre, la madre aportan diferentes servicios a la familia, más por acuerdos, necesidades, cercanía o posibilidades en cumplimiento corresponsable de obligaciones, aunque el amamantar, es exclusivo en esa dualidad.  “Nadie da lo que no posee”.

La mayor responsabilidad de la familia ante los hijos además de la satisfacción de la alimentación,  salud y bienestar, es la formación, resultado de la instrucción y la educación, lograrlo es enriquecer la propia sociedad a partir de la propia persona con relaciones comunitarias.

De las diversas motivaciones humanas de la conducta, son los valores humanos con calidad moral los que dinamizan las acciones buenas con corresponsabilidad firme en la aventura por y en la vida.

Los niños que en su hogar, escuela y entorno han recibido una influencia y educación en valores humanos, son personas con mayor control personal y conducta social colaborativa y propositiva, indudable que la palabra convence y el ejemplo arrastra, por eso la familia es la “primera educadora”.

Los padres son espejo de conductas infantiles y juveniles por lo que además de la lealtad a la familia y a los demás, se espera de ellos responsabilidad, honestidad, proactividad, comprensión, amistad, perseverancia, virtuoso, con plenitud de afecto y el lubricante de la comprensión ante adversidades.  

La práctica congruente de los valores en la convivencia inculca en los hijos comportamientos afines en la escuela, familia y la sociedad:

La cultura moral y cívica se minimiza, pero la formación de buenos hábitos   es trascendente, fundamental en el compartimiento social de exigencias cívicas, sociales y religiosas contribuyendo a formar los hijos que trascienden a sus actividades, escolares, sociales, familiares y políticas.
¡Feliz Día del Padre!


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