domingo, 7 de agosto de 2022

El primitivo santuario de nuestra señora del Sagrado Corazón


 

 

Fernando G. Castolo

 

 Y, cuenta la leyenda, que la pastorcita Lorenza Venegas, estando con sus ovejas en la montaña oriente, donde pastaban todos los días, se le apareció una Señora, con un niño sujetado de la mano, toda vestida de blanco y envuelta en un halo luminoso.



La Señora le dijo que deseaba se le construyese un templo en su honor, señalándole el preciso lugar: el ancón (a manera de testerazo) que daba origen a dos calles: las hoy Reforma y Manuel M. Diéguez.    


Esta niña, entonces, fue al lugar, donde existía una mísera miscelánea propiedad de una señora a la que conocían como Tía Vicenta la Guajolotona, donde atendía a la numerosa peonada que laboraba en la llanura poniente del extenso valle zapotlense.


Con aquella devoción, la pastorcita llegaba al tendejón y se hincaba, besaba la tierra y se persignaba, ante el asombro de todos.





 Frente a la miscelánea vivía una devota señorita, que gozaba del prestigio en el barrio dado que pertenecía a una distinguida familia; su nombre era doña María Josefa Hinojosa. Josefita, como le conocían, trabó amistad con la niña y ella le confió el milagroso suceso.


 Cuando la escuchó, inmediatamente le creyó, y puso manos a la obra en la recolección de fondos para, primero, comprar el terreno a Tía Vicenta y, posteriormente, iniciar con los trabajos de la edificación.


Doña Josefita había interpretado, en los dichos de la pastorcita, que aquella Señora con un niño sujetándole la mano, no era otra más que Nuestra Señora del Sagrado Corazón, y a ella se entronizaría el pequeño templo en construcción, atendiendo el relato de la leyenda aparicionista.


El inmueble, que con el tiempo se reconocería como Santuario mariano por el gran número de devotos que concurrían al mismo, se consagró al culto público el 3 de septiembre de 1878, por el entonces párroco don Antonio Zúñiga Ibarra.


Muy poco, sin embargo, subsistiría este Santuario, dado que el mismo colapsó en el temblor del 7 de junio de 1911. El 22 de octubre inmediato, con el apoyo económico de los acaudalados vecinos de Reforma, mismos que ostentaban apellidos como Villanueva, Arias, Hinojosa y Vergara, se depositaría la primera piedra de lo que hoy conocemos como el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, construido en el mismo espacio del primitivo Santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón.


La niña Lorenza Venegas pasaría a la historia como una pequeña "santa", y ese fue el trato que recibió en aquellos años de la segunda mitad del siglo XIX zapotlense.




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