lunes, 24 de diciembre de 2018

Los legendarios villancicos







Un momento por favor        


J. Jesús Juárez Martín

        


Al acercarse la Navidad del año 2018, el mundo se debate entre objetivos materiales y una espiritualidad donde el hombre vuelve su mirada a la humanidad y redescubre los rostros semejantes en las pupilas de los demás hombres y mujeres, como él también capta a las demás personas, cuando la mujer encuentra apoyos en sus reclamos de equidad,  mientras transcurren los días hacia el día esperado; nuestros pensamientos rondan imaginariamente por la noche del día 24 y el arribo del día 25, revivimos momentos históricos de nuestra niñez al lado de los hermanos, en el abrazo de nuestros padres en aquellas memorables noches de familia, los momentos de tristeza porque no había en nuestro zapato el juguete deseado, pero nunca vacío siempre lleno de esperanza y abríamos los brazos al mundo que nos rodeaba, también seguimos reconstruyendo el Belén de los relatos de Mateo, Lucas, Marcos, tan diferentes en su enfoque y con unidad de verdades vividas por la familia de Nazaret, y aquellos cantos nuestros que simulaban en los coros de villancicos los coros de los ángeles cuando participábamos en escuelas, familias y templos en las celebraciones de posadas o de Navidad, preludios de nuestra juventud y madurez…

Las posadas del catecismo, de los rosarios, del barrio, de alegría con báculos que con ritmo a arrítmicos arreglados con papel dorado, plateado, de china, campanitas, se golpeaban sobre el piso durante los cantos: ¡Oh peregrina agraciada, oh dulcísima María, yo te ofrezco el alma mía, para que tengáis posada!  Y la luz de las velas nos hipnotizaban y como autómatas mascullábamos los rezos de las diez saludos de Gabriel “Dios te salve María” ah y venía otro canto al final del misterio. “Humildes peregrinos Jesús María y José, mi alma os doy y con ella mi corazón también”, el cintilar de las velas con la parafina derretida por el pabilo de la llama corría por nuestras manos causando el dolor, envuelto en risas y gozo de sentirnos avivados por el momento mágico de acompañamiento a los peregrinos y del niño por nacer…  





El novenario se iniciaba el día dieciséis, la ternura del niño recién nacido, quebrantaba nuestra dureza y por él queríamos ser mejores hijos, amigos. niños, personas en formación, por él dábamos la reconciliación a los amigos tramposos en el juego, abusivos en el trato y protagonistas en las acciones de grupo, nos arrancaban de ese sitial que considerábamos nos pertenecía en la competencia de siempre, porque los únicos que compartieron fueron los pastores y los tres Reyes. Ellos y nosotros esperábamos el reparto… de las colaciones, dulces, frutas y puño de cacahuates entregados en nuestras manos, eran los bienes de la Navidad, del Nacimiento de Jesús, de la sencillez que se hizo arrogante y exigente y que aterra a las familias menesterosas y distingue en la opulencia y orgullo y en ocasiones de desdén a los desheredados.

Tantos y tantos esperando, creciendo transcurrieron los años suficientes y fuimos jóvenes, padres, cobijamos con nuestras limitaciones a los hijos y luego a los nietos, en un mundo errático, de competencia permanente, no de compartir, por eso nos sentimos pobres,  no disfrutamos los bienes de la naturaleza, ni afectos, ni bienes materiales porque todos queremos poseer, sin compartir, si compartiéramos lo nuestro, sería la riqueza colectiva nuestra y de todos como se disfruta la alegría, el calor del sol, la frescura del agua, la caricia del aire, de romper una piñata y cuando caigan los dulces sin dueño hasta que la posesión se obtiene, ahí terminará el juego, la ilusión la realidad vivida que compartida se multiplica.

 Las decoraciones, los nacimientos, las luces, los cantos y música, son los símbolos de la cercana Navidad, ahora es tiempo de preguntar y contestar para la  preparación congruente a la Navidad llena de esperanza   ¿quién podría imaginar una navidad sin buenos villancicos? Porque pastorelas, no siempre hay acceso a ellas.

Los villancicos, cantos propios de la navidad que en tiempos de la Edad Media los cantaban las familias que vivían fuera de los castillos feudales, en las villas por los habitantes conocidos como villanos. Los hay en todos los idiomas y los hay populares y de alta escuela porque la Navidad es la fiesta más celebrada por la humanidad, aunque distorsionada por el consumismo y el hedonismo.

Cantan los villancicos el júbilo del mundo, por el nacimiento del Niño Jesús, Emmanuel, el Rey de la Paz, en quien se cumple la promesa de profetas y la Biblia. Quiera Dios que tenga la oportunidad de escuchar un concierto navideño con su familia, sería regalo regio para todos los asistentes. ¡Feliz Navidad!


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