domingo, 16 de diciembre de 2018

Sueño en pagar









Un corazón sensible ama los valores frágiles. Comulga con los valores que luchan con la débil luz que enfrenta las tinieblas.
GASTÓN BACHELARD



           
A lo largo de treinta y cinco años he buscado las formas de la escritura. Algunas veces su lienzo se ha revelado en poemas, otras en cuentos, crónicas o franco periodismo —y hasta en novelas. Aunque he aspirado darle alcance con humildad, no siempre su gracia se ha demorado para permitir que la vea. No obstante, días y noches la busco: su huidiza naturaleza me seduce, me atrae, me construye, conforta e interroga. A veces su misterio me recuerda a lo divino y creo verla en una pequeña flor, en los rayos del sol de la mañana, en los atardeceres y en la mirada de mi mujer —o en el saludo de un amigo. Cierta e invariable la hallo en los ojos de los niños. Entonces me busco y voy al encuentro: he cerrado los ojos para ver al aldeano que soy.

Víctor Manuel Pazarín
(Foto de Abraham Aréchiga) 
Me miro corriendo por el campo, me veo subiendo las colinas, bañándome en el río, me miro girando como el negro disco de donde surgía la música y en las palabras leídas —de un libro enorme— por el seminarista; y siento entonces el polvo y los vientos de la tarde: arriba de los pinos escuché por vez primera la resonancia de la poesía que en vano he tratado de imitar…; luego siento la suavidad de las manos de mi madre y me detengo: escucho, entonces, las voces de los niños y me llega el olor de la escuela primaria y viene aquel primer poema leído y vuelto a leer; viene a mi mente mi padre y su laboriosidad, llegan las voces de mis hermanas y otra vez el sonido del agua —cristalina como la música y el grito y la danza de los indígenas del barrio—, después la oscura enfermedad, el sueño y el deseo de ser.

Desde el silencio persigo a la escritura; busco sus formas y me ajusto a sus caprichos; escucho, luego, su respiración y soy la ofrenda. A veces digo que todo lo he aprendido de la poesía, sin embargo no siempre desde ese aliento se puede responder a ciertos impulsos y reflexiones. Dispongo, entonces, nuevas formas y designo mis sentidos, el cuerpo y mi voz a la estructura del ensayo.
Sin abandonar lo que digo ser, aprovecho lo aprendido para encontrar(me). Soy otro y el mismo, es verdad, pero la materia de otros seres es la esencia por descubrir. Abordo el camino y su trazo. Describo sus rumbos y, suscrito a lo que ellos son, me procuro el asombro. Desde hace al menos veinte años he intentado regresar lo obtenido de los otros. De lo que me han dado hablo. No sin agradecimiento pago mis deudas con los escritores que me han enseñado a ver, a sentir y a darle un valor al cuerpo de la escritura.

Como todos, vivo de prestado. Hoy devuelvo un poco de lo mucho recibido durante cuarenta y dos años de lectura, treinta y cinco años de escritura y cincuenta y cinco años de vida. Las deudas me desvelan y entonces enciendo la llama en medio de la oscuridad. Sueño, pues, en pagar y sé que todo soñador es un poeta en potencia —como nos ha dicho Gastón Bachelard—, y como todo sueño ante la llama es un sueño de asombro y todo soñador de llama está en estado de sueño originario, vuelvo a encender las velas como cuando en el pueblo lo hacía, porque en las casas donde viví de niño siempre faltó la luz eléctrica y nos alumbramos las noches con las flamitas: quizá fue el tiempo que comencé a buscarme y a soñar.



Tonalá, 20 de marzo de 2018




Durante la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) el autor de La vuelta a la aldea. Ensayos de literatura mexicana (que Ediciones Keli acaba de poner en su catálogo), firmó libros en su stand; en breve se presentará formalmente en Guadalajara y Zapotlán. El texto “Sueño con pagar” es el prólogo de la reunión de textos, que compartimos como un adelanto.

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