jueves, 3 de noviembre de 2016

Lo único seguro que tenemos en esta vida es la muerte

Alan Arenas




Inevitable, y un hecho seguro en nuestra vida, es la muerte. De esta manera veían la muerte los antiguos mexicanos, dentro de su compleja cosmogonía; como parte esencial de la vida, una dualidad inseparable. Ver a la muerte como un proceso natural era parte de su educación, era un honor llegar a ella; por ello el sacrificio era un honor y normal en este contexto social. Si tomamos en cuenta que para el mesoamericano la vida era una carga y al llegar a la muerte podían liberarse de ese pesar llamado vida, sólo la muerte le permitiría llegar a otro nivel o plano espiritual. Esta idea metafísica cedía una postura más simple para aceptar la muerte de un ser querido, y festejar así, que estuvieran en un mejor lugar.



Los nahuatlacas tenían tres calendarios uno civil, uno religioso y uno cosmogónico; debido a su forma de contar los días había ocasiones que los calendarios coincidían en ciertas celebraciones donde estaba involucrada la dualidad vida muerte, un ejemplo cada 52 años las fechas del calendario religioso y cósmico terminaban y empezaban de nuevo sus cuentas, por ello era la celebración del fuego nuevo. En este sentido la celebración del día de muertos parte de esta coincidencia de celebraciones entre el religioso y el civil, este último con el fin de temporada agrícola.


Básicamente los antiguos mexicanos celebraran el fin de temporada de cosecha. Parte de esta celebración es la de día de muertos MiquiIlhuitl (celebración de muertos), pues era una forma de agradecer a los que ya no estaban en este nivel (la tierra) al interceder ante los dioses por haber obtenido una buena cosecha; por ello se realizaban ofrendas dedicadas a ellos, Mihkanamalistli (ofrendas a los muertos) y compartir el primer banquete de temporada. En esta celebración denota el pensamiento más puro de la ideología del nahuatlaca: el morir para nacer.


Esta celebración se basaba en el maíz, específicamente en su nacimiento (marzo -abril) y muerte (octubre –noviembre) como parte fundamental de su vida tanto alimentaria como ideológica. Por este motivo es la importancia en el mundo prehispánico, de esta conjugación de creencias, porque no sólo se celebra a la muerte sino ese renacer del hombre. Ese agradecimiento constante a la naturaleza de seguir, el respeto a la madre tierra.


Con la llegada de los españoles, esta tradición se juntó con la visión romana de los Fieles Difuntos, esta tradición europea, la estableció el Papa Gregorio IV, la cual se celebra el 2 de noviembre. Gracias a esto fue fácil unir las dos celebraciones creando un híbrido que continúa hasta nuestros días. Dentro de las características que se implementaron en las ofrendas al unirse las dos celebraciones fue el altar –que significa en latín alto o ascender- usado principalmente en la religión católica-romana, gracias a esto se quedó el nombre de “altar de muertos” en vez de ofrenda.


Un elemento que ha sido matizado e incluso estigmatizado, con esta unión europea-mexicana, es precisamente la adoración a la muerte. Con la conquista ésta visión fue satanizada y la diosa de la muerte Mictecacíhuatl fue cambiada a una versión más sutil. A nuestros días a llegado esa versión como Santa Muerte con muchos seguidores en nuestro país. También se ha usado para realizar sátiras políticas y es conocida como La Catrina- o la Garbancera para Posada.


Cada elemento que hay en las ofrendas o altares de muertos pueden tener un sinfín de significados, sin embargo, gracias al internet aunado con algunos concursos a estandarizado tanto la forma de los altares como sus elementos y sus significados, entrando a un proceso de marketing donde se globaliza la idea de un altar y no permite que sea como su esencia principal es: una ofrenda personal a los seres que ya no están con nosotros. Más allá de ser una tradición prehispánica o católica, es una tradición mexicana.



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