domingo, 15 de julio de 2018

Fragmentos de un Diario (2006)






(20 de marzo)

Fue muy extraño —y extraordinario— pasar mi cumpleaños cuarenta y tres en un restaurante de aeropuerto: deseaba que se alargara el tiempo, pues las despedidas me ponen triste, mal, a pesar de saber que un mes de viaje tarda eso: un mes. Sin embargo, cuando me ofreciste tu abrazo a mí llegaron sentimientos encontrados y, ya afuera, justo cuando mi amigo y yo cruzamos el límite del estacionamiento, llegó a mi pecho una especie de dolor que había estado allí, pero no me había permitido sentir cuando caminamos todavía juntos por los pasillos. Entonces se lo dije a mi amigo y él, con la sabiduría de quien ha despedido a alguien, me dijo claro y directo: “...y espera que pasen las horas y los días: todo va a ser más fuerte...”.



La ciudad, vista desde la carretera, ya no fue igual: el día que para los dos comenzó lleno de sol se nubló y ya no sé si fue el humo de las calles o esa nuestra primera despedida, tu primer gran viaje, y me confortó decirle a mi amigo que sería, para ambos, un tiempo real de aprendizaje.


(22 de marzo)

Esta mañana fui al ex Convento del Carmen a una rueda de prensa y a hacer una entrevista a Marco Antonio Campos. Previne mi novela para ver si podía hablar a solas con él y resultó interesante la mañana. Le hice una excelente entrevista que, sin petulancias lo digo, dejó con el ojo cuadrado a todos. Pero eso no es extraordinario: conozco más o menos la obra de Campos y los demás no sabían ni su nombre correctamente.

A Marco Antonio le sorprendió verme allí y que yo recordara antiguos versos escritos por él y, su mano pasaba por mi espalda demostrando su gusto por la entrevista y el verme. Al final le pedí si podíamos hablar en privado y decidió que fuéramos al Café Madoka, que es de sus preferencias, según me dijo. Salimos y buscamos la calle y resultó una muy buena y amigable charla bebiendo café fuerte.

Me preguntó por mi vida actual —hacía diez años que no nos veíamos— y le compartí que me había casado con D.

Ya en el café conversamos sobre todo de Arreola y Rulfo. Hablamos como si el tiempo no hubiera pasado y, luego, le entregué el manuscrito de mi novela Miedo al vacío, que prometió leer a conciencia... Por cierto, ya establecido que D. —es decir tú— era mi mujer le dije que estabas en Roma y, como un asunto curioso y en broma, me dijo: “Se fue con Sandoval Íñiguez, ¿o qué?” y yo le respondí que era cierto. Aunque él bromeaba supo que era una verdad: que mi mujer viajaba a Italia con el Cardenal.

Otra curiosidad: su libro se llama Viernes en Jerusalén (a donde también viajarás) y, el poema que yo recordé habla de su primer viaje, que fue, coincidentemente, a Roma. Nos causó gracia el asunto.

Ya acabado el café, le conté un viaje que hice a San Gabriel, realizado en 1997, y le expliqué que allí había nacido mi madre; volvimos, entonces, a recordar a Rulfo. Le manifesté que muy cerca estaba el orfanato —un día lo fue— Luis Silva, en donde había estudiado “Juanito”. Salimos rumbo a cada lugar de nuestras citas, pero lo empujé a visitar el lugar, que era el convento del Templo de Jesús María, justo en la calle Morelos y Mariano Bárcenas; fuimos entonces y entramos un instante hasta donde se nos permitió...

Nos despedimos y reiteró los saludos para ti.


* * *
Desde la clara altura del monte Scopus
contemplo de mañana y tarde las colinas
y resplandece áurea en el centro la cúpula
en círculo del Domo de la Roca, y resplandecen,
en la ladera inferior del Monte de los Olivos,
las cúpulas de oro de la iglesia rusa
de María Magdalena, que parece puesta de pie
sobre un andamio de aire
De tanto en poco y de nuevo en autobús
bajo del monte a la ciudad en sol de viernes,
y atravieso barrios donde pájaros negros
contrapuntean la luz y hablan con Dios, y sólo eso

(Fragmento del poema “Viernes en Jerusalén”)


(23 de marzo)

La tarde está bellísima: en el cielo se pueden disfrutar breves nubes aborregadas doradas por el último sol del día. Y las aves vuelan en lo alto formando la V que ya conoces. Son veinte a las ocho en esta parte del mundo.
¿Allá son las tres de la mañana?
Uy, espero no haberte despertado.
Te amo.

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