miércoles, 21 de marzo de 2018

La autoevaluación, un ejercicio permanente de la práctica del profesorado




Leticia López del Toro

“Los que sirven hacen cosas,
los que no, enseñan”.
 Bernard Shaw.


La evaluación en el contexto educativo representa un componente esencial del proceso de enseñanza-aprendizaje. Dicha acción figura como una de las tareas de mayor complejidad que realizamos los docentes, tanto por el proceso que implica como por las consecuencias que tiene emitir juicios sobre los logros de aprendizaje de los alumnos.



Quienes tenemos la fortuna de desarrollarnos en esta profesión, el ejercicio de autoevaluación representa un mecanismo útil para nuestro desarrollo competitivo y la mejora de los procesos de enseñanza.

La capacidad reflexiva es inherente a todo ser humano. Para los docentes, es una tarea imprescindible que nos debe llevar a la identificación de problemas potencialmente significativos de nuestra práctica concreta. Dentro del contexto de la reflexión como elemento de mejora, la evaluación de la intervención docente representa un ejercicio muy enriquecedor y fundamental para ayudar a perfeccionar las prácticas docentes, ya que adquiere vital relevancia dentro del proceso educativo, debido a que estas condicionan, sin duda, el éxito del aprendizaje de los estudiantes.

La mejora de una práctica se refiere no solamente a lo técnico sino también a su concepción axiológica y social, que involucra tanto los procesos como los resultados finales. Este tipo de reflexión simultánea sobre la relación entre procesos y productos en circunstancias concretas corresponde a lo que se ha llamado práctica reflexiva (Elliott, 1993). El valor de la práctica reflexiva se juzgaría según la calidad de las regulaciones que permite realizar y según su eficiencia en la identificación y resolución de problemas profesionales (Perrenoud, 2004).

Es importante resaltar que el camino para lograr esta mejora, involucra acciones que en cierto modo nos pueden causar desacomodo, por esto, al autoevaluarnos debemos asumir, que ésta “debe estar alineada con el propósito de mejorar el aprendizaje porque es inherente al acto educativo” (Vargas, 1998).

Este ejercicio es imprescindible porque: es garantía de calidad en el quehacer educativo, es un elemento decisivo en el proceso de revisión interna de los centros educativos, es un proceso facilitador de la rendición de cuentas y finalmente servirá como incentivo profesional de los docentes.

Cabe destacar la capacidad que debe tener el docente de reconocer las fortalezas y debilidades de su labor diaria y potenciar sus competencias por medio de la actualización y formación continua.

Invito a todos los profesionales de la educación a sumarnos para realizar este proceso reflexivo, donde valoremos la efectividad de nuestros conocimientos y habilidades, de las actuaciones, principios o consecuencias en nuestro hacer cotidiano, con el objetivo de mejorarnos a nosotros mismos. 


*Asesor del centro de actualización del magisterio en Ciudad Guzmán.



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