martes, 17 de enero de 2017

Ciudadanos


>Los conjurados


Ricardo Sigala


Hace años que el sistema político mexicano está en crisis, las evidencias están al alcance de la mano y no hacen falta sesudos argumentos para demostrarlo. La mala reputación de los políticos y la afectación a nuestra seguridad, social, económica y laboral, solo por mencionar algunas, son elocuentes. Vivimos en una permanente incertidumbre y nuestro futuro es incierto.




            He dicho el sistema político, deliberadamente no dije el PRI, el PAN, el PRD, dije el sistema político porque está claro que los partidos funcionan en conjunto, como una especie de gremio organizado, y más allá de sus preceptos ideológicos o políticos tienen en común la voracidad con que se han dedicado a saquear al país con el fin de construirse y sostenerse una vida de lujos que raya en el mal gusto y en la franca ofensa a la ciudadanía. Son ellos los que han hecho del servicio público un negocio particular y de la corrupción el mecanismo natural de sus negociaciones en su práctica diaria.

            En este escenario desolador en lo que se refiere a los representantes políticos, se hace necesaria e indispensable la figura del ciudadano. Si los partidos políticos han fallado es el ciudadano el que debe emprender las acciones de civilidad que aquellos han dejado de hacer.

Sin embargo, debemos ser cautelosos con las palabras. No sólo en el uso que hacemos de ellas al hablar, especialmente debemos tener cuidado en el momento de su recepción. Hay un constante bombardeo de ciertos políticos que se presentan como ciudadanos, sin embrago pertenecen a un partido político registrado como tal, que recibe su presupuesto del Instituto Nacional Electoral (INE) como el resto de los partidos, que incluye en sus filas a ex políticos del PRI y el PAN, muchos de ellos con muy mala reputación, que cobran sueldos de políticos, y lo que es peor que usan los mismos recursos de manipulación que ciertos partidos en nuestro país.

            Durante buena parte del siglo XX la palabra clave fue revolución, ella representaba nuestra salvación, el camino correcto, el nacionalismo, así pues, surgieron el PNR, el PRM, que terminaría siendo el PRI. Ellos decían que más que políticos eran la encarnación de la revolución mexicana y disentir con ellos era casi una traición a la patria. Y nos engañaron durante casi un siglo.

            Hoy en día la palabra de moda es ciudadano, y corremos el riesgo de caer en el mismo error, debemos evitar que nos la usurpen. Debemos distinguir entre los miembros de la clase política cuyo objetivo es conservar sus privilegios a costa de la devastación del país, de aquellos ciudadanos que son movidos por el interés común, por la construcción del país que les vamos a heredar a nuestros hijos, por el establecimiento de un proyecto de nación. 

Ya nos desprestigiaron las palabras revolución, democracia, política, solidaridad, alternancia, que no nos quiten a los ciudadanos el prestigio de la palabra ciudadano, esa palabra que tiene la misma raíz de las palabras civilidad y civilización.

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