viernes, 28 de abril de 2017

Poemas para comenzar el día






De la mañana a la noche



Yo siempre estoy pendiente:
—¿Dónde estará Qué estará haciendo Se acordará de todo?
¡Ah Rigor!
R. P.

¿Qué es esto sino la ausencia de tu sueño,
la pérdida de tu respiración a mi lado?
J. P.



Nada sino el amor sostenido que habita en tu corazón. Nada sino sus palabras en el teléfono y presentes de la mañana a la noche y todavía en el sueño —si acaso llega el sueño.

Que su corazón sepa que en todo instante su presencia es de vida. Y que las palabras dichas en la humedad del llanto ya no son un secreto.

En soledad grita tu amor, herido animal. Piensa, sólo piensa en la posibilidad de que en cada flor la hallarás.
Y si el sol aparece y si la noche, recuerda siempre que la luz de su flor te ilumina. Y no descanses...



Celebración


—Esta noche, bajo tus plantas, vuelve a existir un río de sabinos.

Mujer, es dulce el viento entre tus dientes,
Vive el mar y se arrima entre tus párpados.
Mujer, tu cuerpo, nube y piedra yergue
La vida y su árbol por dentro
Y en el ramaje de tus venas canta la noche.
Lanza del Vasto

 

I

Pareciera que vas llegando a mi vida. Y la melodía animada es la felicidad. Y tus plantas son blancas nubes que hacen que levante la mirada a este cielo —despertado y dormido—, cada día en que no ceso de nombrarte.
—Si me miras como lo hiciste la otra noche, soy signo que se entreteje en un universo inacabable. El universo que nos corresponde por habernos encontrado en la sinuosidad.  


II

Vengo de la oscuridad a la luz. Y los signos convocados son tus palabras. Son tus delicadas manos que si me acarician son estrellas que me otorgan su luz.


III

Son tus labios —tus amados y besados labios— la tenue voz de los sabinos, evocados hace apenas un instante.
—Hechicera, tus ojos y tus labios son un licor que no acabo de beber. Tus manos y la línea de tu cuerpo son el encanto que el mundo tiene.


IV

Ahora que te miro, bajo la luz de la noche, semejas a esas diosas que sobre su mano tienen al mundo.



La espera



La ausencia pesa tanto que es preciso convertirla en espera...
L. R.


Esta tarde nubes negras contra nubes blancas. Mas tú, ¿dónde estabas? ¿Yo dónde estaba? Frío.
En mi encorvada espalda el viento sin detenerse, pero ¿tú?
Vi caminar en el cielo los nubarrones. Sentí el aire que se fue a dispersar en mi pensamiento: el mío eras tú, ¿pero y tú? Bajo el cielo que se movía, las ramas de los árboles eran mi pensamiento: el aire, inquieto, fue a chocar en mi cuerpo, ¿tú dónde estabas?

Lentas, las nubes sin rumbo fijo. Presuroso el corazón lanza la misma pregunta. Lento el corazón, como si no existiera, o apenas fuera un leve ruido, va a parar hasta encontrarse con el viento. Pero, ¿tú?...
Muerdo mis labios; detengo mi mano... la espera —esta noche— será larga y triste.



Noche del 26 de agosto


Yo soy el que soy.
Éxodo
Pasión por pasión. Amor por amor.
Luis Cernuda


1
Tus abiertas manos hacia el cielo
en el estrellado y diminuto jardín

Llegado el tiempo tú me llamarás con un pensamiento. Y yo acudiré a tu blanca recámara.
Juntos, al pie de la sombra, recordaremos esta noche en la que posaste tus delgadas manos sobre la mesa medieval. Cumpliré, entonces —dentro de algunos siglos—, con un largo beso,  la petición que ahora escucho provenir de tu boca.
Me regalarás otra vez el pedazo de cielo que asomaba en el diminuto jardín. Mas yo volveré a preferir tus labios...
La lluvia caerá por una eternidad.


2
En un plato de sangre

Esta noche, amor, en un plato de sangre, te entrego el corazón. Esta noche, amor —cómo te pareces a esa estrella en su fulgor—, antes de que caiga la lluvia, deposito en ti lo que soy: en tus oídos mis palabras; a tu cuidado el latir del corazón...


3
La circulación de la sangre

La Ceremonia del vino, el Ritual de la sangre, ¿recuerdas?
Sellamos nuestro pacto abriéndonos las venas: la circulación de la sangre hizo de nosotros —el cuerpo, nuestra carne— una sola unidad. Espíritu. Espíritu.
Antes hice una petición —“honestidad, sinceridad: Pasión por pasión. Amor por amor”—, y tú dijiste .


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