lunes, 17 de octubre de 2022

Olvidando la Ortografía


 


La Vida Continúa

 


 

José Luis Vivar

 

 

Cuenta una leyenda que en el momento en que a alguien se le ocurrió acentuar la primera palabra en latín, surgió el idioma Castellano y con este los primeros dolores de cabeza para escribirlo correctamente. Esto tal vez suene exagerado, pero se debe reconocer que no es fácil conocer y aprenderse todas las reglas gramaticales de nuestra lengua que en América Latina se le conoce como Español.



            Parece mentira, pero las perspectivas han cambiado con el paso del tiempo. Todavía en un pasado no muy remoto se cuidaba con excesivo cuidado la forma de escribir en cualquier tipo de texto impreso. Era algo común que además de los dedicados a la prensa, existiera un filtro de correctores para todo tipo de revistas y anuncios publicitarios. Lo mismo sucedía en la radio con los anunciantes, y en las casas grabadoras con los compositores que presentaban sus canciones, las cuales eran revisadas antes de llegar a los intérpretes. La Gramática imperaba.


            A toda costa se buscaba que el Español funcionase con claridad, y particularmente la mala ortografía era sinónimo de ignorancia, discapacidad intelectual e incluso analfabetismo en potencia. Una solicitud de empleo con errores en su redacción era desechada al momento, nadie perdía el tiempo con la persona que aspiraba determinado puesto.





Lo mismo sucedía en los talleres de Literatura. Por ejemplo, el escritor zapotlense Juan José Arreola decía que lo mínimo para cualquier aspirante a escritor es que debía tener una buena ortografía. Era un secreto a voces entre los talleristas que se trataba de un requisito indispensable para ser aceptado como discípulo del autor de La Feria. Quienes carecían de esa virtud que se aprende en los seis años de educación Primaria, tarde o temprano abandonaban sus intenciones de dedicarse a las letras.


Pero después algo sucedió. Algo que desde finales del siglo XX empezó a debilitar la sólida tradición del buen Español y sobre todo de la ortografía. Se le hizo menos, dejó de ser importante. Quizás la permisibilidad de los medios, pero también de quienes educaban y de aquellos que informaban hicieron que se modificaran la comunicación escrita, la abandonaron. Lo que en el pasado se consideraban horrores, fueron creciendo hasta convertirse en una “nueva normalidad” que se fue extendiendo hasta nuestros días.


Sin que se hubiera especificado, desde un principio las redes sociales han consentido la libertad de expresión de forma escrita. Cada quien redacta como quiere y como mejor se da a entender. No hay límites: a las palabras se les disfraza, modifican o mutilan. La tarea del lector es responder en ese mismo nivel, o arriesgarse a ser correcto, como desde siempre han dictado las reglas —¿o deberían ser leyes?— ortográficas y los signos de puntuación, otros componentes que han sido alterados hasta el cansancio.


Por fortuna esta guerra no se ha perdido. En muchos hogares donde la lectura es un hábito familiar, y las escuelas donde los maestros están comprometidos con su labor, prevalece el estudio de la Gramática, dignificando el buen uso del Español. Es poco, pero muy importante, y con algo se debe de empezar. Al resto, le corresponde esmerarse en tratar de escribir de forma correcta, como lo hicieron las generaciones anteriores que se enorgullecían del conocimiento de la Gramática, de su elegante caligrafía y de su impecable ortografía. No podemos olvidarla.





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