miércoles, 12 de octubre de 2022

Dr. Eduardo Camacho Contreras, ilustre zapotlense

 




>Apuntes para una hoja de vida​.

 

 

Fernando G. Gastolo​

 

 

Los gritos destemplados emitidos por un recién nacido hicieron retumbar los muros del domicilio número 47 de Guerrero. Doña Angelina Contreras Martínez daba a luz a su tercer hijo, concebido con su esposo don Alfonso Camacho Arévalo, al que registraron con el nombre de Eduardo. Era la noche del 13 de octubre de 1930.​



Muy pronto, por desgracia, fallecería don Alfonso, motivo por el cual, doña Angelina tuvo que sacar la casta por sus hijos, para lo cual se inició en el comercio del calzado: primero visitando domicilios, tocando puertas, ofreciendo su mercancía en las calles, hasta que, finalmente, establecería su propia negociación.​


            Esa entereza por salir la vida, ofreció a doña Angelina, además de subsistir dignamente con el esfuerzo y el trabajo, heredar en sus hijos los buenos modos del compromiso, de la dedicación y de la entrega a un oficio digno. Así, tres de los cuatro hijos, se dedicaron igualmente al comercio y fueron reconocidos en la comunidad: Alfonso, el mayor, fue miembro fundador del Grupo Cultural Arquitrabe, académico fundador de la Escuela Preparatoria y, al final de su vida, elocuente escritor de los aconteceres en el Zapotlán que vivió. Sergio, mejor conocido como “El Chato”, se destacó como un importante promotor del deporte en la localidad, específicamente en la disciplina del fútbol. Angelina, mujer afanosa, dedicó sus días en seguir los pasos de su notable madre.​


            Eduardo, ese chiquillo inquieto, decidió estudiar, apoyado por su madre y hermanos, y sacar una carrera profesional, para lo cual se trasladó a la capital jalisciense. Realizó la primaria en su natal Zapotlán, en la Escuela Superior de Niños que dirigía el recordado profesor Manuel Chávez Madrueño. Tanto la secundaria como la preparatoria las cursó en el Colegio Cervantes de la ciudad tapatía para, posteriormente, realizar la carrera de Medicina en la Universidad de Guadalajara, donde obtuvo su título de médico cirujano el 15 de diciembre de 1954. A partir de ese momento, su dedicación en el campo profesional lo concentró en la práctica y en la docencia, destacando sobremanera tanto en la propia Universidad de Guadalajara, donde laboró como académico de 1960 a 1990, como en la Universidad de Colima, donde desempeñó igualmente sus dotes pedagógicas de 1990 a 2010.​





            Foros, Simposios, Encuentros, Asambleas y Reuniones, tanto nacionales como internacionales, forjaron su temple de erudito en las especialidades de Cirugía Experimental, Clínica Quirúrgica, Anestesiología, Proctología y Diagnósticos Físicos, temas que expuso con la elocuencia de una palabra que fue reconocida en latitudes como México, Estados Unidos, Brasil, Argentina y Los Países Bajos.​


En sus inicios, por su propia alma mater, le fue concedida una beca por cinco años en el Hospital Henry Ford (E. U. A.). Después, vendrían varios cursos de post graduados que abrirían horizontes insospechables a nuestro celebrado médico zapotlense: en el Horace H. Rackhman, Escuela de Post Graduados de la Universidad de Michigan, con los siguientes cursos: Anatomía, Patología Quirúrgica y Anestesiología, entre los años de 1958 y 1959. Con ello, pudo complementar los suficientes créditos para obtener el grado de “Master” en las Ciencias de la Cirugía en 1961, por el Colegio Americano de Cirugía de Chicago, Illinois. También cuenta con un título conferido por la Universidad de Madison como Doctor en Filosofía de la Psicología.​


Logró prestar sus servicios profesionales de Medicina Médico-Legal en el Hospital Civil de Guadalajara, donde se le considera toda una institución. Cirujano Asociado al Servicio Primero de Cirugía del Hospital de Guadalajara; Cirujano de la Cruz Roja, Delegación Jalisco; Cirujano del Cuerpo Médico activo del Hospital México-Americano; Jefe del Departamento de Medicina y Cirugía Experimental del citado Hospital México-Americano; y Cirujano Asociado al Servicio de Cirugía General del también citado Hospital Civil de Guadalajara; todo ello entre 1963 y 1972.​


            Como docente fue Instructor de Cirugía Experimental de Clínica Quirúrgica; Profesor Extraordinario de Anestesiología; Instructor de Diagnósticos Físicos; Profesor de Proctología; Profesor Adjunto de Diagnóstico Físico; y Profesor de Cirugía para la Escuela de Graduados.​


Dirigió más de una veintena de tesis profesionales; ha presentado más de un centenar de trabajos de investigación; y es autor de casi una cuarentena de libros especializados en su campo de las ciencias médicas. Todo ello le ha valido ser considerado para pertenecer, por invitación, a casi una veintena de Sociedades Científicas nacionales e internacionales, destacándose como Académico Correspondiente Nacional de la Academia Mexicana de Cirugía; Miembro de la Sociedad de Cirugía de Guadalajara; Miembro de la Sociedad de Cancerología de Guadalajara; Miembro de la Asociación Mexicana de Gastroenterología; Miembro de la Sociedad de Proctología de Guadalajara; Miembro de la Sociedad de Ginecología y Obstetricia de Guadalajara; Miembro de la Sociedad Brasileña de Proctología; Miembro de la Asociación de Gastroenterología de Nuevo León; Miembro de la Asociación de Cirujanos del Noreste (República Mexicana); Miembro de la Sociedad Americana de Proctología; Miembro de la Academia Internacional de Proctología; Miembro del Colegio Americano de Cirugía; Miembro de la Sociedad Americana de Cirugía de Colon y Recto; y Miembro de la Sociedad Internacional Universitaria de Cirugía del Colon y Recto; entre otros.​


Desde el año 2010 se mantiene recluido en su residencia de la antigua Zapotlán, lugar en donde ha encontrado la calma que le fue sugerida por los médicos ante su frágil estado de salud cardiaca. Zapotlán el Grande tiene una gran deuda con este personaje que no ha hecho otra cosa en su vida más que dar; darse a su familia y embeber de ellos los prodigios nutricios de su regia personalidad y don de gentes; darse a raudales en su conocimiento, así como en su espíritu humano y profesional, hacía con los miles de alumnos que cursaron sus materias durante cincuenta años dedicados a la docencia; darse hacia las instituciones y academias que le abrazaron beatíficamente para irradiar su intelectualidad científica hacia otros profesionales del ámbito médico; darse, finalmente, hacia este pueblo, porque todo lo que hizo (lo declara con la emoción de un niño) fue por amor a esta tierra que le forjó su identidad y lo hizo ser un hombre íntegro, bueno y lleno de una infinita mansedumbre, cualidades de las que están asistidos solamente los grandes hombres y mujeres que han cincelado la bien ganada fama de esta “cuna de grandes”. Eso, señores, se llama trascendencia.




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