martes, 18 de abril de 2023

Triste lección

Un momento por favor  

 

J. Jesús Juárez Martín

 


   Nadie lo explica, pero Gerardo-- "alumno distinguido" -- tiene casi dos semanas que no quiere asistir al Colegio, primero pretextó malestar estomacal, luego decía dolerle la cabeza, ahora sólo llora y pide quedarse en casa haciendo sus deberes escolares, aunque no vea a los muchos amigos que tiene en su grupo.  Su Maestra sabe que esta resistencia se da desde aquel día que jugaron fútbol con el  "Cuarto B".



-- “Claro que ganamos, tengo mejor equipo que ellos, pero sé que hubo un pequeño disgusto breve con Arturo y Gerardo, porque al acercarme cuando discutían callaron, y se retiraron los dos. Bueno; la historia es que se pelearon continuaron discutiendo a la salida, en la esquina continuó la pelea, pero  todo creo que se arregló porque en los recreos, sé que  Arturo busca a Gerardo. 


Así comentaba la Maestra Yolanda a la Directora, que pregunta la razón del ya cuarto retardo de Gerardo en esa semana y de ordinario puntual. Son los únicos retardos del año escolar y los dos primeros los justificó con receta médica por los malestares aducidos por el niño. Lo raro es que a juicio del Doctor el niño lo que requiere es descanso, porque parece estar cansado; sin embargo, su Maestra Yola, lo duda, Yola, su Maestra y la mamá la apoya, llevándolo a clases a pesar de la resistencia de su niño, aunque después de largas pláticas que los retrasan y la angustia reflejada del voluntarioso chico, hasta hace unos días.


Casi al terminar las clases, la directora pidió a la Maestra Yolanda que enviara a Gerardo, para que le ayudara a arreglar los libros de la Biblioteca, como en otras ocasiones.





            Aquel niño comunicativo de ordinario, por ahora lacónico en sus contestaciones y eficiente en su desempeño, convenció a la autoridad escolar que está cansado y que requiere del día viernes para su descanso.


    A la salida del viernes, el cambio de ánimo del niño es evidente, alegre se despide y lleva que estudiar y que hacer  en casa.


    El entusiasmo para el trabajo se recupera esa tarde, con sus quehaceres de casa y su rarea para el lunes, el final de semana está vibrante su ánimo, cascabelero como siempre, todo augura que la mañana del lunes, a la primera hora del día estará listo para el regreso a la escuela.


--¡Vaya, caprichos! Me alegro que, esté bien, mira esto... -- El papá, decía a la confundida mamá, orgulloso por la calidad de los trabajos que revisó por la noche del domingo.

 




    Al despertarse el papá el lunes encontró que Gerardito estaba en el baño y se quejaba de dolor de estómago. Al pedirle que se apurara porque el reloj no paraba, las lágrimas aparecieron como en los anteriores días, negándose a ir a la escuela.


-- ¿Qué pasa? --Exclamó amenazante el papá

-- Nada. No puedo ir a la escuela... estoy malo...

-- Mira hijo, hay algo que nos ocultas, has estado contento desde el viernes y apenas llega el día de clases y te enfermas. El doctor dijo que estabas cansado, tú has sido un "trompo zumbador" sábado y domingo. Nadie te aguantó el paso. ¿Dónde estaba tu cansancio?


-- Me duele el...

-- Pienso que sólo tratas de engañarnos. ¡Dime! ¿Te hizo algo la Maestra?

-- No. ¿Por qué lo piensas?

-- ¿Entonces quién? Es mejor que cooperes y me digas lo qué pasa, porque de todas maneras te llevaré a la escuela.


    El sollozo entrecortaba las palabras y el arrebato inicial, fue cambiándose en un diálogo sin palabras y un intercambio de inquirentes miradas

-- Es que a Chiquilín, le debo...  veinticinco... pesos... y...


-- Esa no es razón, págaselos con la alcancía de tu domingo. 

-- Y mañana... ¿qué? ... sólo me dan 20 pesos...

-- ¿De qué le debes?

-- Desde el otro día prometí darle un refresco diario, pero desde el lunes pasado, tengo que darle refresco y diez pesos o veinticinco pesos y ya no los completo...

-- ¿Qué? ¿Cómo está eso?





-- Es que como anoté un gol contra ellos, nos peleamos y me ganó, luego me pidió un refresco diario para dejarme en paz, pero...


Pronto comprendió la razón del problema y lo llevó a la casa de su antiguo condiscípulo, padre de Armando a quien se le conocía desde su infancia en la escuela como Chiquilín por su estatura enorme a los casi 11 años.


La inesperada y temprana visita antes de ir a la oficina o salir para  la escuela, fue una sorpresa.  Rápido, encontró la medida adecuada el sorprendido padre de Armando, que así amonestó a su hijo:


--- Trae tu alcancía y dale lo que le has quitado en estos días a Gerardo.

... Pero papá, fue un trato.

--- Nada, eso no es justo y obedece que ya es tarde y te llevaré hoy a la escuela.


    Aunque inconforme, entregó los $ 100.00 pesos y las promesas de nunca más y amistad se hicieron ante los papás que por siempre habían sido compañeros y rivales deportivos desde hacía 31 años en el misma escuela.


... Por ahora con eso basta, pero jovencito piense bien lo que hizo, luego platicaremos seriamente, porque ahora ya se hizo tarde.




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*   La Maestra de guardia, que conocía del disgusto de los niños al verlos llegar juntos, pensó; "los niños son nobles, no necesitan que los adultos intervengan en sus problemas, todo se arregla"

*   A la hora del recreo, la Directora y la Mtra. Yolanda,  miraban con alegría que el diagnóstico del doctor había sido acertado. 

--- Sólo un breve descanso y helo ahí, de nuevo la bujía del equipo. Hasta pienso que nunca se cansa, ¡Míralo!...

 

*   Es viernes y la comida de la casa de Armando, el papá solemne pregunta al hijo:

--- ¿Qué has pensado de lo que hiciste con Gerardo? Anda platícamelo

 

--- Bueno papá, todos cometemos errores, discúlpame.

 

--- Me alegro que lo reconozcas y ojalá esto te sirva de lección.

 

--- Cierto papá, si no me avorazo, todavía me estaría dando un refresco, él no se hubiera rajado y yo tendría mi dinero y alcancía.

 

--- ¿Qué, qué? -- Interrumpió con un manotazo el papá.

  

     Se acabó la plática y no hubo postre para el hijo, que lo mandaron a su cuarto.  ¿Pasará la tarde jugando, o viendo T. V.? ¿Creerá usted que estudiará?

      

 

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