domingo, 23 de abril de 2023

Recuperar el territorio es lo que importa


 

Edna Jaime

 

La palabra que empieza a ser relevante ‘reconstrucción’. Como cuando un huracán arrasa con un territorio. Algo parecido a un huracán nos ha azotado en los últimos años. Por eso, permítanme decir que el término reconstrucción es válido para algunas zonas del actuar gubernamental. En la seguridad hay que reconstruir; en la salud hay que hacer lo mismo; en las tuberías institucionales del ejercicio de la política pública hay que reedificar. Por tanto, se vale hablar en general de rehacer.




En el tema de la seguridad y la justicia el concepto de reconstrucción puede ser ambiguo. ¿Queremos reconstruir? ¿Qué? En la evolución política del país se estableció como tema fundamental resolver la disputa por el poder a través de un sistema electoral que garantizara la imparcialidad y la competencia electoral. De la misma manera, la institucionalidad económica fue imprescindible para estabilizar la economía del país y abrirle nuevos horizontes. Las instituciones de justicia quedaron relegadas, no como un olvido intencional sino como la marca de origen del régimen: la aplicación selectiva de la ley. Para hacerlo se debía contar con instituciones débiles, dispuestas al control y la captura. Y ésta es nuestra herencia maldita. Por eso nuestras instituciones de justicia son tan débiles. Son premeditadamente débiles.


“…Porque no hay mayor origen de un poder sin control que el uso selectivo de la ley.”





La Semana Santa estuvo llena de zozobra. Cada día vivimos el vía crucis con las noticias de las personas encontradas en privación de su libertad en una zona de San Luis Potosí. La búsqueda comenzó por 23 personas, turistas que viajaban en servicio particulares que dieron la voz de alerta sobre un incidente insólito: su desaparición. La búsqueda inicial, digo, fue por 23, pero en el proceso cada día fueron localizadas personas privadas de su libertad de las que no había recuento. Desaparecidos sin nombre y sin registro. Si no me equivoco, la cifra final fue de más de 120. Migrantes la mayoría de ellos. Secuestrados, siendo sujetos de extorsiones en un país con zonas de silencio, controladas por el crimen coludido con autoridades. Es la pérdida de territorios, donde el Estado mexicano no opera; si acaso sus células lo hacen brindando protección a criminales.


Esta es la herencia maldita a la que me refiero. Y que pervive porque quienes hacen uso del poder no quieren perder esa posibilidad de hacer uso selectivo de la ley. La aplicación selectiva de la misma como prerrogativa. Porque no hay mayor origen de un poder sin control que el uso selectivo de la ley.


Gobiernos de la era democrática han ido y venido, pero no ha existido un proyecto fuerte de transformación de la justicia penal. El presidente Fox, el paladín de nuestra democracia, no tuvo la visión para convertir este tema en uno fundamental de la transición, aunque debo reconocer que en su periodo se formuló el primer proyecto a la reforma de la justicia penal. Recuerdo muy bien a su promotor desde Los Pinos, que luego se convirtió en una voz con mucha fuerza en la transformación de la justicia penal. Con todo, el primer presidente de la alternancia mexicana no tuvo la fortaleza y la visión para plantear una agenda de cambios serios a la justicia, y para hacerla realidad. No sé cómo en ese entonces no se planteó como EL TEMA. No habrá en el país una justicia de verdad, ni una democracia solvente, sin una transición real en este ámbito. Pienso que pocos lo entendieron así en su momento.


En los festines de los gobiernos de alternancia llegó el crimen organizado a golpear las estructuras del Estado mexicano con todas sus fuerzas. Los equilibrios del mundo de antes no podían ser sostenibles en el mundo nuevo, el de un poder que se dispersó, lo que trastocó los equilibrios entre el crimen e instituciones de Estado. Promovimos un nuevo modelo de poder que no encontró un asidero en instituciones sólidas que pudieran sostenerlo.


Así estamos hoy con instancias de procuración de justicia con muy pocas capacidades de investigación, en el subdesarrollo frente al fenómeno criminal que enfrentamos.





Me asusta mucho el México en el que vivimos, porque siento que la brecha entre la capacidad del mundo criminal y las capacidades de Estado se hace cada vez más grande. Porque veo que las víctimas del crimen se multiplican y no hay respuesta por parte del Estado. No puedo dejar de solidarizarme con ellas, al tiempo que me siento tan vulnerable como la próxima. Y parto de la certeza de que no habrá una investigación seria para dar con mi paradero y la de otros, porque existen territorios de ausencia de Estado y de silencio.


Pienso que el país tiene que reconstruirse en muchos ámbitos. En el de la justicia casi tiene que partir de cero.

Rehacer instituciones maltrechas implicará un reto.

Recuperar territorios perdidos será el gran desafío.


No habrá más oportunidades para el país si no empezamos por lo básico. Hacer su presencia vigente en cada confín de nuestro territorio. Ésta es la reconstrucción sustantiva que importa, la más difícil pero también la más esencial. Ojalá comencemos ya.

 

 


 

 

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