lunes, 18 de mayo de 2020

Violencia cotidiana






                                                                                                                                               
Rafael Martínez Rodríguez


En medio de la crisis por la pandemia que vivimos, hemos dejado a un lado el tema de la violencia y la inseguridad que se vive en todo nuestro territorio mexicano y que no es un asunto menor, no existe un solo estado de la republica que no esté impregnado de ese cáncer denominado delincuencia organizada y que parece no tener fin.


 El crimen organizado tiene atado de pies y manos a nuestras autoridades federales, estatales y sin duda alguna más evidente los municipales, tomando incluso puestos claves en las administraciones públicas que competen el tema de seguridad, comprometiendo todo el desarrollo de un municipio a través de las direcciones correspondientes para realizar desvío de recursos, licitaciones ilegales, proveeduría etc.

La fibra más sensible de la jerarquía vertical del gobierno es sin duda los municipios, dado que existen municipios con escasa presencia de policía preventiva y que gracias al sistema legal tan débil que existe en nuestro país es fácil sembrar la corrupción dentro de las corporaciones policiacas, aunado a que el crimen organizado representa en este momento un movimiento armado que supera en estrategia, personal, armamento y recursos económicos a las policías municipales.




Todo lo anterior conlleva a que los mismos presidentes municipales viéndose desamparados por los gobiernos estatal y federal, asechados con la presión que ejercen estos grupos criminales, los reduce en autoridad y terminan cediendo parte de su administración pública a los carteles que inicialmente eran de trasiego de drogas y que han evolucionado para cometer atracos, secuestros, atentados, fraudes, extorsiones y un sinfín de delitos que parece no acabar.




Ya han pasado varios gobiernos federales que han intentado recuperar la tranquilidad de las calles, han recurrido a estrategias que con el tiempo se han demostrado que solo fueron hechas para maquillar los niveles de violencia; la actual administración después de pasado un año de gobierno solo se había concretado en los programas sociales, atacar sus contrincantes políticos y sin duda alguna en hacerle frente a la corrupción que tanto ha dañado a este país, peor aún, no ha terminado con la corrupción como lo había prometido, y esa misma corrupción es la que tiene sometido el estado derecho en nuestro país.

El día 11 de mayo del presente año, el Presidente de la Republica emite un decreto presidencial que faculta a las fuerzas armadas en participar en la seguridad nacional, dando legitimidad para las actuaciones del Ejército y la Marina Armada de México, pero sin duda alguna analizando el decreto emitido se advierten la omisión de delimitar los términos “extraordinaria”, “fiscalizada” “subordinada” y “complementaria”, mismos términos que pueden traducirse en las actuaciones reales en graves violaciones a los derechos humanos. Este intento de contener la violencia a través de la militarización del país con las fuerzas armadas es un claro ejemplo de los niveles de corrupción que vivimos y del poder de los carteles en nuestro país, pues evidencia que ni las instituciones estatales ni federales han dado resultado y solo evidencian la corrupción en la que están sometidas.

Nuestro país necesita una doble estrategia a consideración del suscrito, la primera es ejercer la fuerza del estado declarando terroristas a los carteles mexicanos, puesto que sostienen que el uso de la fuerza es para su legítima defensa en la comisión de delitos, y esto es inaceptable, la cultura juega un papel muy importante en nuestra sociedad y la cual se ha dejado en manos de inexpertos que no tienen el mínimo sentido nacionalista ni de identidad patriótica, por ello parte de la estrategia es implementar un plan de cultura nacional donde veamos como enemigos aquellos que atenten contra la seguridad e integridad de los ciudadanos, y no se les alabe por realizar actos caritativos manchados de sangre de miles de mexicanos, ni mucho menos dejarlos en el estereotipo de héroes como lo proponen las llamadas narco-series.

 Falta mucho camino por recorres, pero si los mexicanos no nos unimos para acabar con la delincuencia, seguiremos viviendo tiempos peores que la revolución mexicana, viviremos en un estado sociedad sin voz, una sociedad sometida e insegura. Termino con la frase de José Mujica “nosotros creemos que el narcotráfico, no la droga, el narcotráfico es el peor flagelo que está soportando América Latina”.


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