martes, 12 de julio de 2022

El valioso tesoro de los zapotlenses

 





Fernando G. Castolo*

 

 

Mi madre me dijo que Señor San José llevaba en sus cienes el oro de la familia. Eso me hacía sentir orgulloso. Con los años, en el ejercicio de la investigación histórica de Zapotlán, supe que ello nunca fue posible. Decepcionantemente el oro que mi abuela y muchas damas de la ciudad obsequiaran al párroco don Adolfo Hernández Hurtado, acudiendo a la invitación que hizo desde el púlpito: "Señor San José llevará a perpetuidad su oro, para mayor la gloria de Dios Nuestro Señor", nunca llegó a manos del orfebre fabricante... Después de que el 24 de octubre de 1956 se llevará a cabo la tradicional rifa para elegir al nuevo mayordomo de las solemnidades, y saliera electa doña Estela Sánchez de Arias, inmediatamente se pensó en cristalizar la promesa que los zapotlenses hicieran en aquel año de 1926: coronar pontificiamente a la taumaturga imagen josefina.



Las gestiones fueron exitosas, y el Papa Pío XII desde Roma autorizó la sentida petición: "coronar con corona de oro a Señor San José de Zapotlán". Entonces, el Señor Cura Hernández Hurtado, quien fue invitado para compartir la mayordomía con la señora Sánchez de Arias, puso manos a la obra a fin de juntar el suficiente metal amarillo para confeccionar las coronas (porque también el Niño Jesús y la Virgen del Rosario serían coronados).


Sin embargo, ese oro nunca se utilizó. Cuando lo examinó el artesano orfebre lo desechó por "corriente". Es probable que el Señor Cura se haya reservado las mejores piezas de la rica joyería que logró reunir; cuando menos eso se pensó en su momento. Lo cierto es que la mayordoma (respaldada incondicionalmente por su esposo don Antonio Arias Pedroza), adquirió en la Institución Financiera y Fiduciaria "Crédito Minero y Mercantil, S. A.", dos kilos de plata fina de ley y cinco kilos de oro fino de ley, con un costo total que ascendió a los $60 mil 600 pesos; una verdadera fortuna para la época. A ello es necesario sumar el pago de $40 mil pesos por servicios en el diseño y confección al maestro orfebre poblano José Ledezma.





La corona de Señor San José tuvo un peso final de 3.1 kilos de oro en 18 kilates; la corona de la Virgen del Rosario tuvo un peso final de 1.65 kilos de oro en 18 kilates; y la corona del Niño Jesús tuvo un peso final de 1.6 kilos de oro de 18 kilates. En el respectivo contrato el señor Ledezma señala que por cambios hechos en el diseño original (incluyendo la manufactura de una vara) solicita un pago extra por $8 mil 300 pesos. Estamos hablando de un gran total de $109 mil pesos.


Eso costaron las coronas que lucen en sus cienes la Sagradas Imágenes, joyas con las que se revisten en los días de la gran fiesta anual o en ocasiones sumamente especiales. La solemne ceremonia de la coronación se verificó el 22 de octubre de 1957... El oro de los zapotlenses es probable que haya ido a parar a las arcas personales del Señor Cura, quien compartió el gran botín con Su Eminencia el Cardenal don José Garibi Rivera. Don Adolfo Hernández Hurtado fue premiado por este "piadoso" acto con una sede episcopal. En enero de 1958 se convirtió en Obispo de Tapachula.


Debemos, entonces, a la familia Arias Sánchez el agradecimiento perpetuo de los zapotlenses por su desprendimiento, dado que nunca recuperaron la fuerte inversión, a grado tal que, inclusive, perdieron varias propiedades que habían quedado hipotecadas como garantía de los fuertes préstamos que solicitaron a las diversas instituciones bancarias.


Hoy en día la feligresía está convencida que estas coronas le pertenecen a Zapotlán; y, en efecto, doña Estela Sánchez de Arias, antes de fallecer, heredó las respectivas facturas al pueblo, concluyendo así un capítulo que nos hizo trascender más allá de épocas y fronteras...

 

*Historiador e investigador.




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