martes, 31 de agosto de 2021

Educar para evitar contaminar





 

Eduardo Ponce Llamas

 

Creemos que el nivel actual de destrucción ambiental es único en la historia de la humanidad, y que, si se deja que continúe al ritmo actual, dentro de nuestra generación, experimentaremos las fases iniciales de una tendencia que corre el riesgo de destruir a la misma. Creemos que el consumo excesivo está en el corazón de la crisis ambiental, que la educación ambiental debe enseñar a controlar el consumo y que, en última instancia, podemos ayudar a preservar la biodiversidad y nuestro propio bienestar ambiental cambiando nuestros patrones de consumo. Creemos que, si se adoptan algunas de nuestras sugerencias, seguirá una población más ecológicamente alfabetizada y ambientalmente sensible y, en última instancia, se resolverán los problemas ambientales que amenazan nuestra subsistencia.


Los planes de estudio de educación básica, incluyen módulos de educación ambiental, y los educadores ambientales que trabajan en el sector privado brindan actividades extracurriculares muy solicitadas a los actores del proceso educativo (autoridad, maestros y alumnos) que no pueden desarrollar sus propios programas y a los padres que desean que sus hijos tengan experiencias ambientales más positivas. Sin embargo, según la mayoría de las medidas objetivas, estas iniciativas se han desperdiciado, porque fuera del aula, la gente no ha logrado establecer el vínculo entre sus acciones individuales y la condición ambiental.


La educación implica aprender; el aprendizaje, según los psicólogos, se ve cuando una experiencia o un conjunto de experiencias cambia el comportamiento. Sin embargo, no todos los cambios de comportamiento pueden atribuirse al aprendizaje.





Respetar la naturaleza es un objetivo esencial de la educación ambiental, pero el respeto por sí solo no ha cambiado claramente nuestro comportamiento destructivo. El respeto y la apreciación son los primeros pasos hacia el desarrollo de ciudadanos conscientes del medio ambiente. Sostenemos que la educación ambiental debe ir más allá de enseñar respeto y conciencia, y debe enfocarse más en cambiar los patrones de consumo; es mediante el cambio de nuestros patrones de consumo que tendremos el mayor impacto en nuestro medio ambiente.


Muchos de los problemas ambientales que enfrentamos hoy en día son causados ​​por el consumo excesivo, principalmente por parte de los países desarrollados. Cambiar los patrones de consumo no es generalmente un resultado específico de la educación ambiental, pero creemos que es una de las lecciones más importantes que se deben enseñar. Por ejemplo, el rápido crecimiento reciente en China ha aumentado la demanda de madera, acero y combustibles fósiles en todo el mundo (incluyendo a México que se encarga de manejar y comercializar el acero que se consume ahí). Si no se controla, ese crecimiento es simplemente insostenible y tendrá un profundo efecto negativo en el medio ambiente mundial.


Por lo tanto, necesitamos revisar radicalmente los planes de estudio para enseñar la conservación de productos consumibles. Enseñar de dónde y cómo provienen los recursos —que los alimentos, el agua potable y la energía no provienen de supermercados, llaves de agua y tomas de corriente— puede ser un primer paso importante.


Los pobres resultados de México en las evaluaciones locales e internacionales, la deforestación, la sobre-explotación de recursos… son un síntoma de la falta de cultura de rendición de cuentas, y la falta de acciones y reacciones concretas a esos pobres resultados. De nada sirve medir el desempeño, o aumentar los días de clases, si no se hacen cambios reales en cada salón de clases.


Debemos enseñar el pensamiento crítico. Los ciudadanos conscientes del medio ambiente deben poder evaluar información compleja y tomar decisiones sobre cosas que actualmente no podemos imaginar. La verdadera alfabetización científica significa que las personas tienen un conjunto de herramientas conceptuales que se pueden aplicar a una variedad de preguntas. Desafortunadamente, gran parte de la educación científica no está inspirada y los estudiantes deben aprender hechos sin que se les dé la capacidad de manipularlos y analizarlos. Sin la capacidad de hacer preguntas, identificar suposiciones y tomar decisiones bien razonadas, nos quedamos con una población lista para ser explotada por industrias y políticos poco honestos.




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