martes, 14 de noviembre de 2017

Coco






                         
Samuel Gómez Patiño




Si tuvieras la oportunidad antes de morir de volver a vivir el mejor momento de tú vida, ¿Cuál escogerías?
            Si tuvieras la oportunidad de volver a platicar por última vez con alguna persona en especial, ¿Qué le dirías?
            Si pudieras ver otra vez la sonrisa que más te cautivo, ¿Cuál sería?

Si tuvieras la oportunidad de ver por última vez una persona, ¿Quién sería?      
   
Si tuvieras un minuto más de vida, ¿Cómo lo aprovecharías? 
            No todos tenemos la oportunidad de despedirnos de nuestros seres queridos, y pudiéramos desear una última taza de café, una buena charla y un momento antes de partir; siempre quedan cuentas pendientes.

            Reflexionaba mientras unas lágrimas recorrían mis mejillas al recordar lo que ya no puedo cambiar pero sobre todo lo que Samuel Gómez pueda dejar. No solo una foto para que no me olviden, sino un legado para trascender después de partir.

            Hace tiempo que el dinero no significa mucho para mí, no trabajo por ganarlo sino porque dejo algo de mí en cada misión que llevo a cabo. Me da tristeza ver a compañeros de trabajo que sólo se mueven a trabajar si hay papelitos de por medio para convertirlos en bonos y posteriormente en dinero. Estoy convencido en lo vacío de sus vidas tratando de llenarlas con bienes materiales y vaciando su corazón para darle espacio. Al final voy a partir y todo lo voy a dejar excepto las memorias de lo que haya hecho.
            ¡Vive el momento! De forma recurrente lo planteaban los protagonistas de la película que habla de nuestras tradiciones (aunque sigo convencido que no son de todo México, ya que como toda región tenemos nuestra propia historia), y que al final cumple su propósito: dar a conocer nuestro festejo de “Día de muertos”, y no me importa que Disney y Pixar se hayan atrevido a realizarlo ya que me parece que lo hicieron profesionalmente, logrando educarnos y reforzar esta creencia de una parte de nuestro México.
          
  Si tuviera la oportunidad antes de morir de volver a vivir el mejor momento de mi vida, después de pensarlo mucho, me parece que sería este:

            Cuando mi señora estaba embarazada de nuestros hijos, algo que no quisimos saber hasta que nacieran era que si eran hombre o mujer. Así en 1991, nació Samuel Alfonso, mi hijo mayor y en 1993 Perla del Socorro “Pita” como le decía su hermano. Cuando se confirmó que Rosario (mi esposa) estaba embarazada de “Pita” le dijimos a mi hijo que pronto tendría un hermanito (a) y su reacción fue para nosotros además de sorpresiva, preocupante: lloro de coraje gritando que no quería un hermanito, y así los casi diez meses de embarazo cada vez que le mencionábamos esto, lo repetía y volvía a protestar.

            Por alguna razón la niña no llegaba, fue tal la preocupación que los doctores del Seguro Social decidieron internar y provocarle el embarazo a Rosario, la última solución sería la cesárea algo que mi señora no deseaba, ella prefería el parto natural, una decisión muy valiente de su parte. Tres días hospitalizada mientras me quedaba en la casa con mi hijo aprovechando para tratar de concientizar al niño, pero una y otra vez tenía la misma reacción.

            Por fin, el 13 de junio nació Perla pero se tuvo que quedar otro día en observación ya que les pareció a los doctores que no era normal el peso (más de 5 kilogramos y más de 50 centímetros de estatura), así mi señora volvió a casa sin la niña. Samuel estaba menos inquieto mientras no le recordáramos que ya tenía una hermanita. El problema sería al día siguiente cuando nos entregaran a la bebé. Esa noche no pude dormir bien, pensaba que posiblemente tendría que cuidar la cuna todas las noches, evitar que el niño le estuviera pegando y quitando los juguetes a su hermana, en fin, una noche de insomnio.

            Llegamos al Seguro Social y Rosario tuvo que subir por la niña mientras mi vástago y su servidor esperamos en el primer piso; todavía le comente a Samuel que su mamá venía con su hermana y por fin la conocería y otra vez mostro su coraje, ¿Qué más podía hacer?
            Entonces llego el momento, no sé si el mejor de mi vida, pero si el que me gusta rememorar siempre.

            Llego Rosario con Perlita entre sus brazos, la niña lloraba de hambre ya que la entregaron a la hora de la comida de los bebés. Una enfermera le había entregado un biberón que tuvo mi señora que esconder para que no la vieran los guardias. Samuel al escuchar su llanto me pidió que lo levantara y lo abrazara hasta alcanzar a su hermana y ante mi sorpresa le dio su biberón para que ya no llorará. Nació un lazo especial entre ellos.

            Hoy los dos son adultos, pero si partiera pronto estoy tranquilo porque aunque ahora cada quién tiene su carácter, sé que pueden correr por la vida como lo que son: hermanos, y de una u otra forma nacieron para competir juntos por la vida.
            La próxima semana, ¿Valores o antivalores?


             
              Me gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño

*Vicepresidente Educativo del Club Toastmasters Ejecutivos de Tijuana
Licenciado y Maestro en Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de Contaduría y Administración, en Tijuana

Universidad Autónoma de Baja California

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