martes, 18 de julio de 2017

Las dos orillas

>Los conjurados




Ricardo Sigala


En 1995 José Saramago publicó “Ensayo sobre la ceguera”, una novela emblemática de las postrimerías del siglo XX, en ella imagina una enigmática epidemia de ceguera, en el que un grupo minoritario y vulnerable, como es el de los ciegos, se convierte en una abrumadora mayoría. Los ciegos pronto buscan adaptarse a su nueva condición y se organizan primero para enfrentar las dificultades de una manera por demás solidaria y dan grandes muestras de humanismo. Sin embargo, un grupo de ciegos se confabula para hacerse del poder y comienzan a abusar de los ciegos más vulnerables. Asistimos en la novela a pasajes verdaderamente bajos.


Hace unas cuantas semanas el periodista mexicano Diego Enrique Osorno publicó el libro “Un vaquero cruza la frontera en silencio”, se trata de una crónica que narra los avatares de Gerónimo González, un sordo mudo y tío del autor, que hizo su vida cruzando la frontera, al principio de forma ilegal, en busca de trabajo y de mejores oportunidades. El autor muestra un panorama difícil, pero en muchos momentos alentador, pues nos habla del movimiento por los derechos de los sordos en Estados Unidos en los años setenta, de la Universidad Gallaudet de Washington, la única en el mundo exclusiva para sordos, y de las experiencias de Oliver Sacks al escribir su libro: Veo una voz. Viaje al mundo de los sordos. Sin embargo, en la página 83 del libro de Osorno leemos sobre el caso Paoletti, “la familia de sordos mexicanos de ascendencia italiana que fue detenida y procesada en julio de 1997 en Nueva York por dirigir una red que se encargaba de traer sordos mexicanos a Estados Unidos y los ponía a trabajar vendiendo llaveros en las calles.”. El hecho fue un escándalo en todo el mundo, por tratarse de un abuso a una minoría en doble desventaja, es decir mexicanos ilegales y además sordos, pero aún más porque los agresores eran de su misma condición, también sordos.

En su libro “De animales a dioses”, Yuval Noah Harari, asegura que hace 100.000 años al menos seis especies de humanos habitaban la Tierra. Hoy sólo queda una, la nuestra. Y las evidencias científicas se inclinan a que dicha desaparición fue obra en gran medida de los homo sapiens. Incluso el autor nos define como el mayor serial killer de la tierra.

Nos empoderamos como la especie más influyente de la tierra, pero a costa de la eliminación de otros seres humanos. Karl Marx definió al hombre como el depredador de sí mismo, y lo dijo con las siguientes palabras: “el hombre es el lobo del hombre”. La vieja sabiduria judía se preocupó por esta lucha permanente y fabuló la historia de Abel y Caín. Jesús condensó su preocupación en el apotegma: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

En efecto estas metáforas resultan inquietantes. ¿Somos acaso una especie de sordos que explotan a otros sordos, de ciegos que violan a otros ciegos? ¿o somos una especie en pos de la redención? La historia de la humanidad oscila entre las aguas de ambas orillas, ¿cuál de ellas se desborda ahora mismo? El viejo Bob Dylan asevera que “la respuesta está en el viento.”


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