... pidiéndole
solamente que nos dejase conocer su voluntad para con nosotros y nos
diese la fortaleza para cumplirla.
Cuando yo “me desprendo y
se lo dejo a Dios”, pienso más clara y sabiamente. Sin tener que
pensarlo, rápidamente me desprendo de las cosas que me causan dolor
e incomodidad. Ya que me resulta difícil desprenderme de la clase de
pensamientos y actitudes preocupantes que me causan una inmensa
angustia, todo lo que tengo que hacer durante esos períodos es dejar
que Dios, como yo lo concibo, lo haga por mí, y al momento me
desprendo de los pensamientos, recuerdos y actitudes que me están
molestando.
Cuando recibo ayuda de Dios, como yo lo concibo,
puedo vivir mi vida un día a la vez y enfrentarme a cualquier
situación que se me presente: Solamente entonces puedo vivir una
vida de victoria sobre el alcohol, en cómoda sobriedad.

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