lunes, 17 de noviembre de 2025

Federalismo mexicano y vida municipal. necesidad de fortalecerlos

 



Pedro Vargas Avalos


Desde el 31 de enero de 1824, cuando se promulgó el Acta Constitutiva de la Federación, nuestra patria adoptó para su gobierno la forma de república representativa federal. Este sistema político fue ratificado por la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, del 4 de octubre de aquel año, siendo presidido el Segundo Congreso Constituyente (recordemos que el primero de 1823-24 fue el que Agustín de Iturbide estropeó) por el diputado jalisciense nativo de Acatlán (hoy de Juárez) Doctor José de Jesús Huerta Leal. El federalismo había sido proclamado por el naciente Estado de Jalisco (en ese tiempo escrito como Xalisco) el 16 de junio de 1823, y desde ese día nuestra flamante Entidad sostuvo tenaz lucha -liderado por Prisciliano Sánchez- para que se creara la República bajo el sistema federalista, meta que se logró como lo anotamos.


Suplantado por el centralismo en 1835, cuando dominaba la política nacional el nefasto Antonio López de Santa Anna, nuestra nación padeció la espuria Constitución Centralista -también llamada de las Siete Leyes- de 30 de diciembre de 1836, por cierto, promulgada por el presidente interino abogado José Justo Corro, exgobernador de Jalisco. Inconformes los mexicanos, pugnaron por regresar al sistema federalista y al triunfar en 1846, lograron que se aprobara el Acta constitutiva y de reformas de 1847, documento que oficialmente restaura el federalismo en México, y por ende la Constitución de 1824, eliminando de plano las conservadoras Siete Leyes publicadas en 1836: en esta etapa lució el notable tapatío Mariano Otero. Sin embargo, de nueva cuenta Santa Anna alteró nuestro sistema político y provocó la Revolución de Ayutla -cuando el dictador jarocho se hacía llamar Alteza Serenísima- de 1853. Triunfantes los liberales, forjaron la Constitución Federal de 5 de febrero de 1857; en el Congreso Constituyente que la aprobó, brillaron los diputados de Jalisco, Ignacio L. Vallarta y Pedro Ogazón, además de Don Valentín Gómez Farías, el padre de la Reforma, quien, siendo anciano, declaró al protestar cumplir la Carta Magna, que esta era su testamento.

La ley suprema de 1857 fue reformada luego del triunfo de la Revolución Mexicana (el movimiento reivindicador nacional, cuyo pionero fue Manuel M. Diéguez, guía de la huelga de Cananea), cuando el Congreso Constituyente 1916-17 reunido en Querétaro y cuyo presidente fue el diputado por Guadalajara Luis Manuel Rojas, le hizo tan profundos cambios, que se consideró una nueva Constitución y es la que rige en nuestro país desde ese año. Con muchísimos cambios, reflejo de los vaivenes políticos internos: 271 han sido las reformas constitucionales, las cuales implican 770 transformaciones a diversos artículos -de los 136 de que consta- a partir de su promulgación en 1917 al presente 2025, quedando solo 19 de sus artículos conforme su versión original.

Así pues, nuestra República Mexicana ha desarrollado con altibajos, un sistema federalista que recientemente hace esfuerzos por reencontrarse, luego de una larga etapa en que se debilitó, especialmente a partir del asesinato del presidente Venustiano Carranza (1820) auspiciado -no solo ese hecho, sino un evidente reformismo- por el rebelde Álvaro Obregón, muerto el 17 de julio de 1928 en la ciudad de México. El sonorense había sido reelecto presidente, luego de su traición al principio revolucionario de la “no reelección”-, y tras de su muerte, acelerados los cambios constitucionales por el asfixiante presidencialismo callista y de sus sucesores (incluyendo desde Lázaro Cárdenas hasta José López Portillo) si como los neopriistas, y los prianistas, hasta los actuales gobernantes de la Cuarta Transformación o 4T. Como dijimos, en estos mas de cien años de vigencia de la Carta Suprema de 1917, el federalismo se ha visto menoscabado, resurgiendo en los hechos el funesto centralismo.

Dentro de un necesario ánimo por fortalecer a las Entidades Federativas, que es robustecer al sistema federal, desde hace cierto tiempo se discute como implementar tal proyecto que no es otra cosa que vivificar nuestro federalismo. Varios aspectos destacan para lograr ese empeño: obedecer efectivamente la Constitución, distribuir mejor los recursos, concientizar a los mexicanos -desde escuelas, hogares y lugares de trabajo- readaptar las leyes estatales y rediseñar la vida de los municipios.
En cuanto a la Carta Magna la disyuntiva es redactar una nueva o readaptar la actual. De acuerdo con lo expresado por los mandatarios, que obviamente repercute en el actuar de sus colaboradores, la idea dominante es la de actualizar la ley suprema. En consecuencia, se debe trabajar profusamente en obtener planteamientos apropiados para realizar modificaciones constitucionales alejadas del centralismo, o más bien para plantear las correspondientes iniciativas al Poder Legislativo, para hacer efectivo que el pueblo manda y el Presidente propone, pero el Congreso, genuino representante popular, sea el que disponga.
Por lo que ve a los recursos fiscales, el centralismo imperante ocasiona que la potestad tributaria de los Estados se vea casi reducida a cero y cuando crean fuentes impositivas, lo hacen en detrimento de los habitantes. El fenómeno obliga a buscar fórmulas que con espíritu de equidad distribuyan los recursos entre las Entidades federativas, la Federación y las municipalidades, sin lastimar a la sociedad.





Por lo que ve a la concientización de los mexicanos sobre lo que es federalismo y municipio libre, es indispensable que efectivamente se conozcan al menos en lo esencial tales ideas. Esta tarea debe llevarse a cabo con programas convenientes para que, desde el hogar hasta las fábricas, pasando por todo centro de educación y organismos no gubernamentales, se logre esa aspiración. Cuando en Jalisco, cuna del federalismo, se creó el Instituto de Estudios “Prisciliano Sánchez”, se dio un gran paso en ese sentido, pero la miopía del gobernante en turno (Aristóteles Sandoval) al suprimir ese faro federalista, echó a la basura el intento.

En lo relativo a la vida municipal, el objetivo es que se consolide como orden de gobierno ceñido a los lineamientos constitucionales a efecto de que cumpla su cometido de poder público (que para su ejercicio se divide en legislativo, ejecutivo y judicial) cuya instancia es la más cercana a la población, y de ese modo ha de constituirse en auténtica forja de ciudadanos participativos y muy responsables.





Desde hace lustros se llevan a cabo reuniones y foros para la Revisión Integral de la Constitución con el fin de mejorar nuestro federalismo y ocasionalmente la organización municipal. Recordamos los que hubo en la ciudad de Monterrey, Mazatlán, Puerto Vallarta y otros lugares hace veinte años aproximadamente. Allí afloraron numerosas inquietudes, destacando la redistribución de competencias entre los tres órdenes gubernamentales (federación, estados y municipios) y como obtener los recursos para resolver la problemática que encara cada orden: los resultados, la verdad, es que no se han visto.

Es indispensable entender que los avisados cambios que al respecto se requieren, implican a muchas instituciones públicas, organismos tanto públicos como privados y especialistas del ramo; empero, jamás debe olvidarse que, para lograr la propuesta, invariablemente siempre debe considerarse la presencia ciudadana, de otra manera quedaría trunco lo que se realice.





En renglones como el agua, el combate a la pobreza, la seguridad pública y el financiamiento del desarrollo, que incluye la educación, urgen la toma de decisiones. El Federalismo es un legado que los mexicanos tenemos y que estamos seguros que nos llevará a buen puerto; más para lograrlo es inaplazable practicarlo efectivamente y afinarlo para su optimización.

No cabe duda, fortalecer el sistema federalista y reordenar la vida municipal, es básico para enfrentar con viabilidad el complejo porvenir que une cabos tan extremos como la globalización o el regionalismo, los derechos humanos y la gobernanza, el atraso de amplias áreas de la comunidad y la justicia social. Por ello, es inaplazable que se consolide la República federalista, la órbita municipal y la conciencia de los mexicanos, con lo cual es seguro el renacer vigoroso de este federalismo tan peculiar como el nuestro.


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