viernes, 5 de noviembre de 2021

100 años de Charles Bronson


 

Cine sin Memoria

  

José Luis Vivar

 

El pasado 3 de noviembre, de haber estado con vida, Charles Dennis Buchinsky, conocido como Charles Bronson, habría cumplido cien años. Nada mal para un actor que sin proponérselo estableció los parámetros de los antihéroes en el género de las películas de acción: rudo, de mal carácter, pero noble de corazón, buscando siempre hacer justicia por los más débiles, o por otras circunstancias que afectaran su vida.



        

    Nació en Ehrenfeld, Pensilvania en el seno de una familia muy pobre cuyos padres   habían emigrado de Lituania. Siendo uno más de los quince hijos de esa pareja, se vio obligado a trabajar desde muy chico en las minas de carbón al lado de su padre y sus hermanos. Como en su casa no se hablaba más que lituano, aprendió el inglés cuando era ya un jovencito.


            Desempeñó diversos oficios y combatió en la Segunda Guerra Mundial como artillero en aviones bombarderos. En las pocas entrevistas que concedió, no le gustaba hablar de su paso en el ejército ni que había recibido el Corazón Púrpura por las heridas recibidas en combate, solo refería haber desempeñado diversos oficios, hasta que después de volver a la vida civil se inscribió en un taller de teatro, donde aprendió actuación.


            Para quienes fueron sus maestros en aquellos tiempos debió haber sido difícil conseguir que Bronson expresara ciertas emociones como la tristeza o el dolor, ya que su rostro, aun siendo joven, era más bien inexpresivo. Las marcadas arrugas que años más tarde le acompañarían habrían de impedir que sus personajes demostraran debilidad, abandono, o incluso melancolía.





Debutó en el cine con Veracruz (Robert Aldrich, 1954), un Western protagonizado por Gary Cooper y Burt Lancaster, cinta que con el tiempo se ha convertido en un clásico, y que para Bronson significó el inicio de una carrera que se prolongaría por cuarenta y nueve años, y 164 trabajos actorales en el cine y la televisión.


El ascenso de su carrera fue lento pero seguro. Su cara y su físico llamaban la atención de los productores porque rompía con los esquemas de los galanes de Hollywood, y gracias a series como La Dimensión Desconocida o Alfred Hitchcock Presenta, llegó a tener su propio programa de televisión: Un Hombre con una Cámara, producida entre 1958 y 1960, lo que le dio un reconocimiento más amplio en el medio.


            Títulos como Los Siete Magníficos (John Surges, 1960); El gran Escape (John Sturges, 1960); Doce al Patíbulo (Robert Aldrich, 1968), o Érase una vez en el Oeste (Sergio Leone, 1968), son filmes que lo perfilan con un estilo propio: la parquedad en sus diálogos, mucha acción física, experiencia en armas y jamás atemorizado o débil ante el peligro.


            Durante la década de los años sesenta y setenta el nombre de Charles Bronson garantizaba la taquilla. Pero al ver que en los Estados Unidos los papeles que le ofrecían eran en esencia lo mismo, toma el ejemplo de Clint Eastwood y se marcha a Europa donde además de filmar lo que se llamaba Espaguetis Western, logra trabajar con directores de renombre como René Clement, y comparte crédito con actores como Alain Delon, o Toshiru Mifune.


            En el Viejo Continente hizo todo tipo de películas, algunas buenas y otras para el olvido. Esto le trajo beneficios porque a su regreso a Hollywood le llueven los contratos porque su imagen estaba más consolidada. Y así como representaba a un misterioso agente, también podía ser un apache como Chato (Michael Winner, 1972), que con sus diminutos ojos lograba trasmitir la pasión, el dolor y la venganza.


            Sería con El Vengador Anónimo (Michael Winner, 1974) que conseguiría el éxito y el reconocimiento mundial por tratar un tema que —nuevamente hay que citarlo—, Clint Eastwood había comenzado con la saga de Harry el Sucio. Ambos personajes, cansados de que sean las mismas autoridades quienes entorpecen el castigo a los delincuentes, sean ellos los que hagan justicia. Sin embargo, mientras Harry Callahan (Eastwood) es un detective; Paul Kersey (Bronson) es un ciudadano común y corriente. El primero mata delincuentes que por la impunidad quedarán libres; el segundo también asesina a maleantes, con la esperanza de que sean los que mataron a su esposa y violaron a su hija. Luego se acostumbra a matar con la idea de limpiar a la sociedad de esa escoria.


            Este Vigilante como también se le conoce, llega a convertirse en el antihéroe más admirado, y esto permitió que Bronson diera pie a una saga que se prolongaría hasta los años noventa. El único problema es que después de la segunda parte, el resto de esas cintas fueron disminuyendo de calidad en sus argumentos, hasta volverse totalmente predecibles.


            Antes de Bruce Willis, Steven Seagal, Jean Claude Van Damme; Jason Statham o incluso Vin Diesel, estuvo Charles Bronson. Además de cowboy, fue peleador callejero, espía, mercenario, militar, o simple policía que sale a enfrentarse a toda clase de peligros. Cada uno de esos papeles supo interpretarlos con verdadero profesionalismo.


            Pero si hay un director que logró sacarle mejor provecho, ese fue John Lee Thompson. Sus nueve películas lo muestran seguro, espontáneo, y con una destacada calidad interpretativa. Detrás de ellos estaba el productor Pancho Kohnner (hijo de Lupita Tovar, la acrriz de Santa, primera cinta sonora del cine mexicano); y una mujer que fue su compañera, colega y cómplice: Jill Ireland, cuya muerte en 1990, le afectó profundamente.


            Charles Bronson falleció el 30 de agosto de 2003 de neumonía, después de haber padecido por varios años la enfermedad de Alzheimer. Para sus familiares, amigos y colaboradores, él nunca superó la pérdida de Jill, a pesar de haberse unido con Kim Weeks, y vivir varios años con ella.


            Detrás de ese rostro lleno de surcos y cuerpo fornido, estaba el hombre sensible y tierno que disfrutaba de su familia y que odiaba la violencia. Dejó como legado sus películas, las que sus admiradores vuelven a ver una y otra vez, porque decir Bronson es decir acción garantizada.



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