lunes, 22 de junio de 2020

44 aniversario de Canoa








 Cine sin Memoria


José Luis Vivar


A diferencia de países europeos, o de Estados Unidos, Argentina, Chile o Brasil, donde una película por sus cualidades artísticas, estéticas o de audiencia, se les considera de culto o clásica, al celebrar su aniversario -de una década en adelante-, se le rinden homenajes, organizan foros, y se proyectan en el marco de algún festival. Asimismo, se hacen ediciones especiales en DVD y Blu Ray, con abundante material extra.

En nuestro país, la mayoría de las veces pasan desapercibidas. Salvo la Cineteca Nacional de la Ciudad México, y en muy contadas ocasiones festivales de cine como el de Guadalajara (FICG), Morelia (FICM), o Guanajuato (GIFF), aunque no siempre son las que debieran ser.  Por lo que respecta a la industria de los discos digitales, casi nada sucede. Las razones van desde la carencia de presupuestos, políticas internas, o sencillamente no hay una tradición cinéfila como en los países arriba mencionados.





            Una película que este 2020 cumple 44 años de su estreno es Canoa (Felipe Cazals, 1976), basada en hechos reales, y cuyo argumento se centra en la historia de cinco jóvenes trabajadores de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, que el 14 de septiembre de 1968, deciden escalar el cerro de la Malinche, pero debido al mal tiempo se ven obligados a pasar la noche en San Miguel Canoa, pueblo que se encuentra precisamente a las faldas del mencionado volcán. 
Lo primero que se les ocurre es ir a la iglesia y pedir que les permitan quedarse, prometiendo no causar molestias, y que al amanecer continuarán con su camino. Su petición es rechazada por el sacerdote Enrique Meza, quien furioso no solo los obliga a retirarse, sino que en su paranoia los hace ver como comunistas ante sus feligreses, y les advierte que han llegado para apoderarse de sus tierras, así como violar y matar a sus mujeres. Mientras los muchachos andan buscando quien les brinda posada, por las bocinas que están ubicados en casi todo el pueblo, se da información sobre los fuereños, solo que como es en náhuatl, nunca se enteran de que los pobladores se están organizando para lincharlos.

                        A simple vista podría parecer una película mexicana más donde la violencia y la sangre prevalecen. Sin embargo, Cazals presenta una estructura narrativa diferente. Utiliza a un personaje del pueblo encarnado por el actor Salvador Sánchez quien haciendo uso del habla regional de Canoa, presenta no solo la historia, sino que juega con la cámara, mostrándose y escondiéndose como sabiendo que el estigma que llevan el pueblo y sus habitantes es eterno. A manera de falso documental, el rompimiento del tiempo es una de sus características: la historia no sigue una secuencia lineal: se adelanta o va para atrás.

                        De forma inteligente, Cazals muestra a los protagonistas en su ambiente, organizando la excursión, con bromas y juegos verbales, como eran esas películas a colores de finales de los sesenta. De la luz en las instalaciones de la universidad poblana nos conduce al oscurantismo del padre Meza, cuyos cristales ahumados de sus lentes lo hacen ver como un personaje misterioso. Solo que su mirada no es perversa, se muestra como un hombre inocente, un hombre de fe, aunque actúa con un inquisidor cuando dicta la sentencia de muerte en contra de los fuereños.

                        Los brutales sucesos de Canoa ocurrieron solo unos cuantos días antes de la masacre de Tlatelolco, precisamente el 2 de octubre, y el paralelismo entre ambos acontecimientos es el tema del comunismo. En la población poblana fue un sacerdote el incitador a cometer el crimen, convirtiendo a sus habitantes en una sola masa destructora, cegada por el fanatismo y al mismo temerosa de que esos cinco muchachos les quitaran sus pocas pertenencias y la vida de sus seres queridos. Lo de Tlatelolco fue gestado desde las entrañas de un Presidente de la República y un gobierno que temía la estabilidad del país a manos de unos universitarios que no querían olimpiadas, querían revolución.

                        Un poco más de cuatro décadas de su estreno, Canoa sigue impactando por su realismo, por la forma de exponer los acontecimientos, gracias al guion de Tomás Pérez Turrent; por la fotografía de Alex Philips Jr., y por el cuadro actoral; además de Sánchez, los cinco excursionistas: Roberto Sosa, Jaime Garza, Arturo Alegro, Carlos Chávez, Gerardo Vigil. El sacerdote encarnado por Enrique Lucero, quien previo al rodaje se puso la sotana y salió a la calle. Horas más tarde se presentó con Cazals para decirle que aceptaba el papel, porque más de tres personas le habían pedido que los confesara.

            Malena Doria como la ama de llaves del padre, quien es más que nada su confidente y consejera. Y Ernesto Gómez Cruz, representando a uno de los habitantes de Canoa que les brinda su casa y los defiende de sus enardecidos paisanos.
            Canoa es una gran película, la cual tiene varias lecturas: el aspecto social, antropológico, político, y desde luego cinematográfico. Hace unos años, el laureado director Alfonso Cuarón rindió un emotivo homenaje a la cinta de Felipe Cazals, inclusive lo entrevistó acerca de esta película, porque le hizo ver que no solo es una de sus favoritas, sino que ha influido en su carrera como cineasta.


Para quien guste verla, se encuentra disponible en:        https://www.youtube.com/watch?v=3-1g1lFMm8s

           



 


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