Fernando G. Castolo*
El
regiomontano sacerdote don Toribio de la Garza y Cantú (16 de abril
de 1871) era el Señor Cura en turno, desde el 5 de diciembre de
1917. La noble cuna de este personaje provenía de sus padres don
Dionisio de la Garza y Villarreal y doña María Rosalía de Cantú,
pertenecientes a linajes muy encumbrados en Nuevo León.
En la
época álgida de los enfrentamientos entre católicos y militares,
llevaba a cabo su ministerio en domicilios particulares de la ciudad.
Desde la clandestinidad de una casa sobre la calle Constitución (hoy
Federico del Toro), llevaba a cabo bautismos y matrimonios, ofrecía
las hostias y elevaba su mano para obsequiar las bendiciones a la
"fanática" sociedad católica de la comunidad. Fue
perseguido y amenazado de forma constante por las autoridades
municipales en turno.
El enfrentamiento más álgido se
verifica en el año de 1932. Entre él y la mayordomía de las
fiestas juramentadas a San José (doña Marcelina Preciado viuda de
López e hijos), ventilan la postura de los católicos desde las
Décimas: "(...) porque estamos íntimamente persuadidos de que
ahora, más que nunca, debemos de suplicarle con insistencia y
humildad (... a San José, porque...) este mal es peor mil veces
(...) es inundación formidable de errores y locuras; guerra
encarnizada y pública a la verdad y a la virtud, a Jesucristo y a la
Iglesia; hambre de libertad, de justicia y de Dios; pestilencia que
oscurece los entendimientos, pervierte los corazones y destruye a los
pueblos; terremoto que sacude con satánicas fuerzas los cimientos de
las sociedades todas, para hundirlas bajo escombros y mares de
lágrimas y sangre (...)" Esta afrenta fue pagada muy alta.
El Presidente Municipal, el reconocido masón y empresario Ramón Paniagua, lo manda encarcelar, imponiendo para su libertad una fuerte suma económica que fue pagada por la feligresía. A partir de este momento la inquebrantable salud del sacerdote merma sobremanera. Finalmente fallece, siendo Cura propio de la antigua Zapotlán, el 23 de septiembre de 1935. Los ritos funerarios fueron pletóricos. Más de cinco mil almas se avocaron a las calles para despedir al santo varón. Sin duda alguna, Toribio de la Garza Cantú fue uno de los personajes más estoicos que la mitra local ha tenido a lo largo de su historia.
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