martes, 26 de agosto de 2025

Corrupción-narcotráfico

 


Víctor Hugo Prado



Sale a colación el tema de la corrupción porque ayer, nada menos que Ismael “el Mayo” Zambada García, cofundador del cártel de Sinaloa junto con Joaquín “el Chapo” Guzmán, reconoció en un tribunal de Estados Unidos su responsabilidad en el tráfico de cocaína, heroína y otras drogas ilegales hacia ese país. En su declaración de culpabilidad aceptó que ejerció el poder a través de asesinatos en masa y, sobre todo, mediante la corrupción de autoridades mexicanas. “La organización que dirigí promovió la corrupción en mi país pagando a policías, comandantes militares y políticos que nos permitieron operar con libertad”, dijo. Sus palabras exhiben ante el mundo la fragilidad del Estado Mexicano, que ha fallado bajo gobiernos panistas, priistas y morenistas.



La ironía es que no fue México quien lo llevó ante la justicia, sino Estados Unidos. Allá se integró el expediente, se le procesó, entregó miles de millones de dólares —que México jamás verá— y hasta ofreció disculpas a la sociedad norteamericana. El contraste es doloroso: mientras tanto, en México la impunidad sigue siendo la regla.

Resulta imposible entender la operación de los cárteles sin el andamiaje de la corrupción. Para dimensionarlo, basta recordar el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) 2024, presentado a inicios de año por Transparencia Internacional y Transparencia Mexicana. Este instrumento mide, a partir de la opinión de especialistas, analistas financieros, académicos y empresarios, los niveles de corrupción en 180 países.

Los resultados son contundentes: México obtuvo apenas 26 puntos de 100 posibles, lo que lo ubicó en el lugar 140 de 180 países evaluados. En contraste, Dinamarca (90/100), Finlandia (88/100) y Singapur (84/100) encabezan la lista. Del otro extremo, Venezuela (10/100), Somalia (9/100) y Sudán del Sur (8/100) aparecen como los peores casos.

El panorama es aún más preocupante si se compara con países de la región y de la OCDE. Entre las 38 economías de este organismo, México ocupa el último sitio. En América Latina está por debajo de Brasil (34/100) y muy lejos de Chile (63/100), sus principales competidores económicos.





Lo dicho por el Mayo en un tribunal estadounidense, sumado a los resultados del IPC 2024, debería obligar al Estado mexicano a combatir con mayor firmeza la corrupción. No se trata de percepciones aisladas: de acuerdo con el INEGI, en 2023 el 83% de la población consideró que la corrupción en México es un problema “frecuente o muy frecuente”.

El reto es ineludible: sin atacar la corrupción de raíz, el país seguirá atrapado en la espiral de violencia e impunidad que hoy lo exhibe ante el mundo.


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