viernes, 2 de junio de 2023

Los plurales de intensidad en los saludos cotidianos


 

Reflexiones sobre la lengua

 

Ramón Moreno Rodríguez

 

 

Por siglos ha habido unanimidad en decir “buenos días”, y a nadie le parecía problemática esta expresión.  De un tiempo a esta parte, a algunos perfeccionistas del saludo les ha dado por corregir lo que piensan que es una manera viciada o errónea de expresarse y con suma propiedad corrigen y se corrigen saludando con un tajante “buen día”. Quienes así proceden creen ser correctos, mejor aún, perfectos en el dominio de la lengua, pero en verdad no han visto la viga en el ojo propio. Los ignorantes con iniciativa son los más peligrosos. Estas personas piensan que han hecho una sesuda reflexión sobre la lengua y se disponen a poner en su lugar a los ignorantes. Craso error, no existe incorrección alguna en decir “buenos días”. Personas ha habido que me dictan su saludo haciendo hincapié en el singular: remarcan varias veces las nnn, de su buennn. Yo finjo que no me doy cuenta y persisto en responder con el ortodoxo plural.



Los usos de la lengua se rigen por un principio consensual. Es decir, todos aceptamos una forma determinada, un modismo tal, una manera de ver las cosas que nos rodean y no otra. Por ejemplo, los españoles prefieren decir “las once menos cuarto” y los mexicanos hemos aceptado “cuarto para las once”. En fin, ellos desandan lo caminado y nosotros nos consolamos con lo poco que nos falta para llegar a la meta. Da lo mismo, es una manera de ver la realidad.


No hace mucho tiempo tuve un vecino del que tenía noticias era profesor de filosofía y él estaba enterado de mi condición de literato. Por nada del mundo dejaba de decirme, buenaaa nocheee, aunque en ese momento estuviera temblando y todos bajáramos las escaleras del edificio a velocidades propias del terror, de tan introyectada que tenía su ultracorrección y de lo muy convencido que estaba de su argumento de que el plural en tales casos era un uso de los tontos o de los ignorantes. En alguna ocasión en que las prisas no apremiaban aquellos encuentros circunstanciales, me dictó cátedra de filosofía, disimulando en la falsa modestia su torpe inferencia. Me dijo, usted disculpará colega, pero a mí me da por pensar que los días suelen tener sólo una tarde o una noche o una mañana, por eso me atrevo a desearle buen día y no buenos días.


Sonriendo le contesté, grave verdad ha descubierto usted, lo felicito. Y seguí mi camino. Por supuesto que no intenté explicarle el uso de los plurales de intensidad, no tenía caso. El estaba muy convencido de su deducción y era preferible dejarlo seguir saludando de esa rebuscada forma.





En efecto, el plural en español no sólo sirve para indicar múltiples cantidades, también muestra intensidad. Sucede que no siempre reflexionamos otros usos similares al buenos días, y por eso no descubrimos esa otra función. Algunos ejemplos nos revelarán esta característica. Sucede que para expresar de manera circunspecta lo mucho que nos alegra el éxito de la persona con la que charlamos, podríamos decir le doy mis sinceros parabienes. También, en una carta o un mensaje podríamos escribir le doy mis más sinceras felicitaciones.  Y otro tanto podemos decir del sentimiento expresado en sentido contrario: condolencias. Incluso, una palabra de la que difícilmente pensaríamos que es plural de intensidad, gracias, en efecto lo es porque a quien nos regala algo, por ejemplo, se la decimos y con ella expresamos que nuestra gratitud es totalmente sincera y por ello le atribuimos al donante una multiplicidad de “gracias”, es decir, de una gracia varias veces repetida e intensificada por nuestra amabilidad.  


Por lo tanto, debemos concluir que nunca ha sido incorrecto el uso del plural en buenos días y que el afán de usarlo en singular no sólo es artificioso sino que responde a la lógica de la ultracorrección. En términos lingüísticos se le llama ultracorrección a cualquier fenómeno que busca enmendar lo que ya está bien dicho o escrito, como insistir que la expresión correcta es vaso con agua en lugar del correctísimo vaso de agua.





Por último, debo aclarar que no es lingüísticamente inapropiado decir buen día, sino pedante, de tan afectado. Me explico. En la construcción bacalado sí hay un error por ultracorrección, pues en el sustantivo bacalao se está corrigiendo por analogía el uso coloquial del verbo comprao (participio) que debe construirse con d intervocálica: comprado. Dicho de otra manera, la palabra bacalado no existe, pero la frase buen día sí está bien construida; como ya dijimos, es una forma válida pero que se configuró a partir de una confusión del sentido que deben tener los plurales. ¿Debemos usarla? Yo opino que no, entre otras causas porque ya tenemos la otra, que es totalmente castiza.


¿En qué acabará este uso moderno del saludo? No es posible saberlo. Si la afectación se generaliza y termina por desplazar al centenario buenos días, dejará de parecernos afectada esa peculiar manera de saludar cicateramente, como diciendo, “para usted hoy tengo UN deseo de bienestar; ¿quiere varios? ¡crúcese mañana en mi camino y verá cómo, generosamente, le regalo uno más!”.

 



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